
Servirse bueno, para servir mejor
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El Partido de la Liberación Dominicana no tenía idea que el Estado «era una cosa tan grande» cuando Leonel Fernández asumió la Presidencia en el 1996. Una historia que en tertulias y círculos políticos se recuerda con frecuencia. Es probable que al nuevo PRD que cobró personalidad en el Revolucionario Moderno que hoy gobierna, muchos de esos jóvenes talentos que decidieron renunciar a sus posiciones en el sector privado para irse a servir a la administración pública, están sobrecogidos por la misma sensación que invadió a los peledeístas de aquella época.
Esa inmensidad física y burocrática que caracteriza al Estado, es muy propensa para acoger a una empleomanía de dimensiones similares. Convergen profesionales de todas índoles, de ramas universales, que en gran cantidad de los casos no sabe cómo gerenciar desde ese espacio administrativo que se conoce como «cosa pública». Es probable que en la última década se hayan registrado la mayor captación de talentos fichados por funcionarios interesados en estructurar equipos profesionales eficientes, capaces y con experiencia, conscientes de que necesitan de personas probadas en todos los terrenos para tener éxito.
Todavía hay un sesgo en gran parte de la ciudadanía sobre el ejercicio honrado de la política. Esto suele frenar que, sobre todo en el segmento de la juventud, talentos que tienen la posibilidad de servir a la Patria desde estas esferas, se resistan a incursionar en la administración pública. Yanett Rodríguez, subdirectora de Gestión Institucional en el Instituto Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia (Inaipi), pone el dedo sobre la llaga en una entrevista que se publica en esta edición. «Hay una mala percepción histórica del servidor público que hay que cambiar».
Rodríguez probablemente se refiere a la imagen que la ciudadanía, en la mayoría de los casos, se hace del servidor público. Que va al Estado a enriquecerse de manera ilícita, sobre la base de generar dinero involucrándose en actos de corrupción. En la política, como en todo lo demás, hay de todo. En los partidos también. Pero también hay profesionales probados, que viven con modestia financiera sin hacer alardes de riquezas forjadas a partir de acciones fraudulentas, en perjuicio de la «cosa pública». Esa mala percepción histórica a la que hace referencia la ejecutiva de Inaipi, miembro del Partido Revolucionario Moderno que, precisamente viene del sector privado, es una tarea pendiente que debe ser combatida desde todos los ámbitos.
La mayor responsabilidad cae sobre los hombros del liderazgo político, plataformas desde donde se llega al Estado, a la gobernanza, que deben servirse de lo bueno del capital humano disponible, para servir mejor a la ciudadanía.