La Victoria: una experiencia religiosa
Comparte Este Artículo
Durante el primer trimestre del año 1986, visitamos por primera el penal de La Victoria. Llegar hasta esa comunidad capitaleña era el real viacrucis.
Recuerdo que para viajar a ese recinto carcelario había que llegar a la calle Arzobispo Valera de Villa Consuelo, detrás del viejo mercado de ese populoso sector. Viajaban tres veces al día. Para llegar allí, había que recorrer un camino angosto y polvoriento.
Existe un lugar a lo interno que se conoce como «El Patio» o «La Cancha». Los domingos eso parece un mercado, allí se mezclan presos y visitantes. Ese lugar se convierte en un mercado persa. Se fuma, se baila, se come, se bebe…. Visitar La Victoria fue una experiencia religiosa como la vivida por Enrique Iglesias.
La semana pasada, la cárcel de La Victoria se convirtió en el escenario de una tragedia sin precedentes, cobrando la vida de una cantidad significativa de personas privadas de libertad. Este siniestro ha conmocionado a la nación dominicana, dejando al descubierto una serie de problemas sistémicos que requieren una atención urgente y decidida.
En medio del caos y la desesperación, diversos actores políticos han reaccionado de manera dispar ante este desafortunado suceso. El expresidente Hipólito Mejía, sin embargo, ha mostrado su reticencia a abordar el tema, dejando entrever una postura de evasión que solo profundiza la incertidumbre en torno a este asunto.
Por otro lado, la procuradora general de la República, Miriam Germán Brito, ha expresado su más profundo pesar por lo acontecido y ha tomado medidas concretas para brindar apoyo a las víctimas. La creación de un gabinete de ayuda destinado a proporcionar asistencia a los afectados es un paso en la dirección correcta, aunque queda por verse la efectividad y el alcance de estas acciones en medio de la crisis.
En este contexto, Jean Alain Rodríguez, ex procurador y actualmente en libertad condicional, ha presentado un plan para la recuperación de la cárcel de La Victoria. Si bien la propuesta es un indicio de la necesidad de abordar de manera integral los problemas penitenciarios en el país, queda por determinar su viabilidad y ejecución en un entorno marcado por la corrupción y la ineficiencia institucional.
Uno de los aspectos más preocupantes que ha salido a la luz en medio de esta tragedia es la denuncia de Roberto Santana, alto comisionado honorífico, quien asegura que en el penal se entregan grandes sumas de dinero al comandante de turno para pasar por alto diversas irregularidades. Esta revelación pone de manifiesto la corrupción endémica que permea el sistema carcelario dominicano, socavando cualquier intento genuino de reforma y rehabilitación.
Además, se ha especulado sobre la posible implicación de carteles de corrupción internos en el origen del siniestro, con el objetivo de desestabilizar la institucionalidad y favorecer intereses particulares. Esta hipótesis subraya la urgencia de abordar no solo las consecuencias inmediatas del desastre, sino también las causas estructurales que lo propiciaron.
Ante la gravedad de la situación, surge la propuesta de demoler la cárcel de La Victoria, un recinto que evoca recuerdos dolorosos para muchos ex presos políticos. Si bien esta medida podría representar un nuevo comienzo en la lucha contra la corrupción y la impunidad, es fundamental que se acompañe de un proceso de reforma integral del sistema penitenciario, que garantice el respeto a los derechos humanos y la reinserción social de quienes han cometido delitos.
En suma, la tragedia en la cárcel de La Victoria es un llamado de atención urgente para abordar de manera integral los problemas que aquejan al sistema penitenciario dominicano. Es imperativo que las autoridades actúen con determinación y transparencia para garantizar la justicia y la seguridad de todas las personas privadas de libertad, así como para prevenir futuros episodios de violencia y corrupción en el sistema carcelario del país.
Postadata. Recuerdo que me vestí con un t-shirt color vino de la marca Playboy. Un ajustado jean y «gelatina pa’mi pelo pa’ que se ponga bonito». Y regresé al viejo San Carlos sucio y acabado.