
La reforma de la Policía Nacional
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En las últimas semanas, el Presidente Luis Abinader ha decidido darle un mayor impulso a la reforma policial y al enfrentamiento a la delincuencia con la decisión de trabajar todos los lunes desde el propio Palacio de la Policía Nacional, haciendo desde allí una reunión de evaluación de los cambios de esa institución y de cómo avanza la lucha contra la criminalidad y la delincuencia en el país.
Esa decisión del presidente está muy bien intencionada, pero como dice Dante Alighieri en su clásico la Divina comedia «de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno». Lo cierto es que no importa donde se reúna el mandatario con la plana mayor de la Policía, ya que todavía no se ven resultados claros y positivos de esa tan cacareada reforma policial. El gobierno ha realizado muchos anuncios, muchos nombramientos, pero puede mostrar muy pocos resultados.
Y es que la pretendida reforma empezó con un pecado original: se le entregó su concretización a un ciudadano español muy amigo del Presidente Abinader, que había trabajado en otros países con realidades totalmente diferentes a las de República Dominicana. Y peor aún, en la comisión designada para hacer la evaluación policial y formular las líneas de la reforma, no había ningún ex director policial ni ninguno de los generales que tienen conocimiento de esa institución. Ante fallas de esa magnitud se entiende claramente el por qué la reforma, hasta el día de hoy, es mucha espuma y muy poco chocolate.
Resulta muy loable el hecho de haber colocado a la historiadora Mu Kien Sang Ben como responsable de la formación académica de los nuevos policías y que se inaugurara un nuevo local para el Instituto Superior Policial, que costó 156 millones de pesos. Pero eso por sí solo es una gota de agua en el océano. Es ver la fiebre en la sábana. En la policía continúa la situación de miseria de muchos alistados, se mantienen las situaciones de corrupción y los aumentos salariales de los policías han sido más bulto que realidad.
Una verdadera y profunda reforma policial debe empezar por crear programas sociales de apoyo a los oficiales y alistados que serán la nueva cara de la institución, que incluyan viviendas, facilidades para adquirir productos alimenticios a mejor precio, facilidades para adquirir vehículos, dotarlos de formación intensa en sus áreas de acción, darle facilidades académicas para ellos y sus familias, perfeccionar y equipar con técnicas modernas a los policías, darle condición digna a centenares de destacamentos policiales que dan pena en muchos municipios del país, en fin, la reforma debe caminar por un sendero de dignificación social y humana.
Todos queremos que en la nación exista un cuerpo policial ajustado a los tiempos modernos, tecnificado y preparado para enfrentar los nuevos retos de la criminalidad y de la violencia. Pero hasta ahora, las medidas que se han tomado lo que han hecho es profundizar la imagen de ineficiencia e inoperancia del cuerpo policial. Ojalá que este proceso pueda tomar otro sendero.