
La debacle de los coloraos
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A pesar de que el reelecto presidente del Partido Reformista Social Cristiano, Federico –Quique— Antún, proclama que el gran reto de esa organización es crecer, la realidad es que con la última escisión pareciera que se le asesta un golpe con el que probablemente las consecuencias sean mayores de aquí a las próximas elecciones.
El malestar dentro de los miembros que aún resisten dentro del PRSC es notorio, y nada impide que en las próximas semanas se produzcan nuevas renuncias, debilitando aún más las posibilidades de mantener en pie la estructura antes poderosa de esa organización.
La curva descendente del Partido Reformista en los últimos 20 años es muy pronunciada. Solo el influjo de la imagen y legado de Joaquín Balaguer, tan arraigada en una parte importante de la población, ha permitido que esa entidad política haya sobrevivido hasta nuestros días, ya más que por razones de nostalgia que por apego ideológico o político.
Dirigentes como Eddy Alcántara, que aún permanecen dentro de la organización «colorá», no ocultan su disgusto, ni barajan el enfrentamiento con el reiterado presidente Quique Antún. Fue Alcántara quien impidió la realización de la Asamblea hace poco más de un mes, y es Alcántara quien sigue denunciando que el sector de Quique Antún ha maniobrado para impedirle el derecho a inscribir su candidatura a la presidencia de ese partido.
Y dice más. Al tiempo de responsabilizar al presidente del PRSC por la escasa votación de las últimas elecciones, pronostica que para el próximo torneo el partido no alcanzará el 0,3%, lo que resultaría en pasar a ser, efectivamente, un partido minoritario.
Este evidente descalabro, producto de los conflictos internos derivados del interés de ambos sectores por hacerse o mantener el control del PRSC, al margen del desgaste de la organización, parece más la crónica de una muerte anunciada que una crisis entre líderes que les resulta difícil ponerse de acuerdo.
Siendo el Partido Reformista una especie de número útil para completar porcentajes al Partido de la Liberación Dominicana unas veces, al Partido Revolucionario Dominicano, o al Moderno, otras, resultar en una votación pírrica elimina las posibilidades de negociación, y por tanto, su razón de ser.
El panorama luce complejo, poco esperanzador. Por lo pronto, las diferencias parecen irreconciliables, al menos en esta coyuntura, en que los intereses están en su punto álgido, por lo que es tentadora la idea de construir tienda aparte, o migrar a otra organización que garantice cuotas de poder.
Al fin y al cabo, en eso han devenido partidos que fueron mayoritarios en su momento. El caso del PRSC es el más evidente en estos momentos, porque la lucha interna así lo establece. Otros se mantienen «en tensa calma».
Por lo pronto, el braserío continúa por lo bajo en el Partido Reformista, y nada impide que el fuego resurja con más voracidad. Los rumores hablan de que, incluso entre los que se han quedado compartiendo «las mieles», hay al menos celos y temores, un ambiente muy denso en el que ni siquiera el marcado pragmatismo que caracteriza a los protagonistas puede garantizar que las cosas saldrán bien.
No es necesario ser experto prestidigitador, mucho menos tener una esfera de cristal para ver lo que se avecina, pues es el mismo PRSC y su dirigencia la que se ha encargado de mostrar el camino hacia dónde se dirige la maltrecha nave, y esa ruta es corta y estrecha, casi imposible para dar reversa o doblar, y se puede ver en poca distancia el abismo oscuro de la extinción.