La abstención es un castigo a todos los partidos, sobre todo, a los más grandes
Comparte Este Artículo
Si bien es cierto que el nivel de abstención en las elecciones municipales, efectuadas el pasado 18 de febrero, perjudicó a los partidos o líderes que venían de ostentar el poder en el paso reciente de la República Dominicana, y muestra un mapa del país otorgándole casi todo el poder municipal al Partido Revolucionario Moderno (PRM), también ha de decirse que el 53.33 por ciento de personas que no acudieron a votar, conforme el boletín oficial de la Junta Central Electoral (JCE), órgano rector de los comicios, es un mensaje de castigo para todas organizaciones que integran al sistema de partidos.
Por supuesto, en mayor o menor medida, conforme a las puntuaciones alcanzadas y el nivel de posicionamiento, hubo liderazgos que fueron más impactados negativamente que otros. Porque no es lo mismo para un partido como el de la Liberación Dominicana (PLD), que viene de ejercer el poder por cinco períodos gubernamentales, frente a un PRM, que relativamente es de reciente formación, o a la Fuerza del Pueblo, que es más joven que los dos anteriores, pero que es capitaneada por un veterano ejecutor del poder, como Leonel Fernández, que según su equipo estratégico, ya había conseguido los dos millones de simpatizantes inscritos para su organización.
Esto de ver el mapa de la República Dominicana vestido de azul es un acontecimiento que ya se ha dado con el Partido Revolucionario Dominicano (2002), de 32 sacó 29 senadores, cuando el Partido Reformista Social Cristiano vio oficializada su decadencia, y el PLD solo obtuvo una curul en el Senado de la República, ejercido por José Tomás Pérez. Ahora, el PRM obtuvo 121 alcaldías de 158 estipuladas.
Hay diversos factores que inciden, y que tienen que ver con el pasado reciente y el no tan cercano, pero a pesar del contexto que debemos abordar, hay un elemento que ejerce un protagonismo importante en los procesos electorales nacionales, y que deben llenar de vergüenza a los dirigentes políticos más relevantes del país, y es la compra de votos como instrumento de clientelismo criollo. Este dato lo respaldan los informes presentados por los observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la entidad de la sociedad civil, Participación Ciudadana, que tiene 11 entregas siendo parte de los certámenes electorales, ejerciendo un rol de veeduría de los mismos.
Los estrategas del Gobierno celebran, como es de justicia, mientras Leonel Fernández, actual candidato a presidente de la República por el partido la Fuerza del Pueblo, habla de la incidencia que tuvo en los números negativos la utilización de los recursos ilícitos, como la compra de votos.
Entre estas dos posturas pendula la democracia, sin plantear ningún espacio reflexivo para volcar sus incidencias a favor de disminuir esta práctica, que dicen los observadores, fue practicada por los diferentes partidos.
No hay reflexión en torno de lo problemático que resulta para el fortalecimiento de la democracia la compra de votos, por lo tanto, ninguno asume responsabilidad, lo que deja como resultado la persistencia en esta mala práctica y una creciente tendencia entre los votantes a la desmotivación, a dejar de importarle el más importante ejercicio democrático y en consecuencia, no acudir al proceso de legitimar con el voto las candidaturas que se convertirán en los funcionarios que nos debían representar en los estamentos de tomas de decisión.