
Hormonas y poder; genes y liderazgo
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De hecho, los neurólogos afirman también que la alta testosterona se asocia con una más acentuada necesidad de dominar al prójimo, y que quienes la tienen son más extrovertidos, más sociables, más impulsivos, más ambiciosos, más espontáneos y más emocionales.
Incluso, yéndonos más lejos, hay investigaciones acerca del origen de esas actitudes en la constitución hormonal prenatal, y entonces se piensa en que aproximadamente el 30% de las cualidades de liderazgo parecen estar ya en los genes, como explican algunos estudios realizados con hermanos gemelos.
Los tamaños y la magnificencia de las oficinas y los palacios, toda la parafernalia de los salones, el ritual de las preferencias y las referencias en el protocolo, el número de escoltas, de acompañantes, las puertas por las que se entra o se sale, y otras señales buscan y definen estatus social, nivel de autoridad, y poder.
Hay una base biológica en esa trivial vanidad humana, similar a la de otros muchos animales, de querer aparentar ser más alto, por ejemplo. En el caso de los nuestros, con banquetas, tarimas o alzas en los zapatos. Los grandes suelen ser más poderosos en el reino animal, y también en nuestra especie: los líderes suelen tener una estatura superior a la media de sus súbditos, y hay una cierta relación entre la altura física y la victoria electoral. La talla media de los presidentes de Estados Unidos es casi cinco centímetros superior a la media de la población adulta masculina.
Desde que se popularizó la televisión en las campañas en Estados Unidos, en las elecciones Nixon-Kennedy de 1960, el candidato más alto ha ganado ocho veces y el más bajo sólo cuatro, motivo por el cual cuando hay debates electorales los candidatos bajos quieren debatir sentados y los altos de pie.
En otro orden, los lobos aúllan por las tardes para prepararse para la caza, y también por la mañana, para preparar el día. Aúllan proclamando su poder. Los aullidos de los lobos poderosos son seguidos por el resto, pero no así los de otros lobos de estatus inferior. Los humanos también ajustan su voz en función del estatus. La voz es un fuerte indicador de jerarquía social, tal y como indican diversos estudios, como el de Stanford Gregory. ¿Quién ajusta el tono: usted a su interlocutor, o al revés? En un debate, por citar un caso, lleva las de ganar quien mantiene el dominio de su timbre de voz frente a su contrincante.
Como los monos y otros animales, cuando un humano ocupa más espacio en su pequeño entorno en la interacción con otros, extendiendo los brazos, ocupando la mesa con sus papeles oponiéndose a una altura mayor, está lanzando una poderosa señal de dominio que los demás perciben, y de ahí el tamaño de los despachos u oficinas siendo proporcional a la posición jerárquica que se ocupa. Si el líder gesticula como líder, es probable que los demás se moderen en los gestos. Si el líder se modera en los gestos, es probable que los demás sean más expresivos con su actitud gestual.
Los códigos del poder señalan quién es el macho alfa o, con menos frecuencia, la hembra alfa. La transmisión en directo de la llegada a la luna y por lo tanto de quién ganó la carrera espacial, o la victoria de un país es un Campeonato Mundial de Fútbol son códigos de poder. Hay un asertivo comportamiento alfa, con importantes dosis de testosterona haciendo efecto, en cada una de esas muestras de fuerza y orgullo colectivo.
Finalmente, y volviendo a la testosterona, se sabe que es una hormona necesaria en la política. Quien no tiene, no aguanta. No obstante, presenta un lado oscuro: tenerla en demasía lleva a la competitividad. Hay estudios que señalan que incluso a la corrupción. A más testosterona, más conductas antisociales, así que OJO. La testosterona alta en hombres provoca cambios en el ánimo y el humor, con tendencia a la agresividad y la violencia. ¿Estás viendo un candidato así? Es probable que necesite examinar los niveles de esta hormona en su cuerpo.