
«Hasta la victoria», Ángel Pichardo
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Ángel Pichardo Almonte era mi amigo. Se marchó la semana pasada un militante de la buena política del que me enorgullecía su amistad. Desde que El Doctor partió hay momentos de lluvias, de lágrimas que no se pueden contener.
Pichardo era un hombre fundamentalmente político, serio, congruente y, sus andanzas por este mundo siempre hablaron de transformaciones, de una forma de evolución permanente a un mundo mejor, con menos inequidades sociales, y que él llamaba revolución.
Se ha marchado mi amigo, ayudador, médico social, gestor cultural, que me dio el gran placer de estar cerca y lejos, cuando se candidateó a diputado en las elecciones del año 2020. Decidió dar un paso adelante y correr suerte por su predilecta circunscripción #3 del Distrito Nacional. Sí, la que abarca a sus consentidas barriadas Simón Bolívar, Capotillo, Ensanche Espaillat y Luperón.
El Doctor fue docente de la UASD por muchos años. Tuvo una militancia constante, un ser excepcional, nacido para luchar. Te hacía sentir algo así como dice un verso de la canción de Silvio Rodríguez, que pasa un ángel, se hace leyenda y se convierte en amor. Así apareció en la vida de cada uno, para tocarla y salpicarla de sus curaciones que venían convertidas en pócimas muy naturales, científicamente comprobadas, en píldoras con forma de palabras o en el abrazo como tranquilizador de la ansiedad.
Fue mi amigo leal, en el tiempo que fuimos cercanos, me demostró las formas contundentes de acompañar al amigo en los momentos más oscuros. Ahí estuvo, con la oración, a su modo y en el mío. Desde el primer día que Roldán Mármol nos conectó como paciente e integrante de la Fundación Cofradía, sabía que iba a ser una amistad indeleble.
Al ver su nivel adelantado de pensamiento político, reflexiones nada desconectadas de la realidad y su visión de compromiso con la gente, supe, y se lo dije, que se encantaría y sería un gran amigo de mi compañero, Yoni Cruz. Me emocionaba que pasaran horas hablando de temas y acontecimientos que ambos experimentaron en el movimiento estudiantil y en la izquierda; celebraba escuchar de los proyectos editoriales a los que El Doctor le pondría letra, y Yoni, colores, imágenes y dibujos.
Veía a dos seres fundamentales envueltos en lo que amaban, y así le presenté a Pichardo a muchos amigos, para que él los curara; lo hice como esas joyas que muestras mofándote de su grandeza. Y cuando lo hacía, acontecía algo parecido a lo que pasó con Yoni, mis amigos se lo quedaban, aunque me lo devolvían, y era tan grande su capacidad de multiplicar y dar, que asimismo, pasaba a ser parte admirada de aquellos que se iban sumando.
Admito que no hay forma de despedirlo, su ausencia duele más con los días. Pero también admito que su vida, corta, aportó tanto que nos queda como consuelo saber que él se ha marchado con la sonrisa que siempre nos regaló a todos, «esa que pasa, besa y abraza, Ángel para un final».