
Haití pretende arrancarnos el río Masacre
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La situación haitiana es el cuento de nunca acabar. Mientras República Dominicana se preocupa y ocupa buscando una solución a los conflictos que vive en materia política, social, económica, humanitaria y de seguridad; crisis que permitió el incremento de pandillas y que la delincuencia tome el control de su territorio –prácticamente– perpetuando la ingobernabilidad de sus autoridades y que su gente abandone sus tierras en busca de paz y tranquilidad en otras naciones. Desde Haití se violenta el artículo 10 del Tratado Bilateral de 1929, al desviar, de forma unilateral, el curso del río Dajabón o Masacre con la construcción del canal que extravía el agua para su beneficio.
Nadie puede negar el derecho que tienen a utilizar ese recurso hídrico compartido, siempre que no causen daños a los cursos del agua transfronterizos como pretenden hacer con la construcción, de manera unilateral e inconsulta, del canal.
Con esta acción, Haití viola las normas del Derecho Internacional y el Tratado Bilateral de 1929, y a su vez, constituye una provocación ante la cual el Consejo Nacional de Seguridad que encabeza el Presidente Luis Abinader actuó con madurez y firmeza al ordenar el cierre total de todas las vías de comunicación con las fronteras, tras continuar la construcción del canal que desvía a río haitiano el cauce del río Dajabón o Masacre, provocando daño ambiental a futuro.
La actuación de las autoridades no fue enigmática o contradictoria, sino basada en lo que establece la Constitución dominicana y las normas diplomáticas.
Si bien es cierto que en Haití existen constantes violaciones a los derechos humanos, que pandillas intensifican su control sobre áreas estratégicas, falta de acceso a combustible que afecta severamente el comercio, escuelas, hospitales y genera escasez de productos y servicios básicos. Además, más del 42 % de la población necesita asistencia humanitaria y hasta el 40 % experimenta una situación de inseguridad alimentaria grave, como afirmó la ONU; no es una justificación para que sus autoridades dejen de cumplir los acuerdos arribados por ambos países.
República Dominicana entiende las terribles condiciones que se encuentra sumergido y su falta de jurisdicción, pero también está obligada a tomar decisiones humanamente dolorosas, aunque constitucionalmente correctas. Lo conveniente para Haití es parar de inmediato esta construcción y volver a la mesa del diálogo y concertación por el bien de las partes.
Cooperar de buena fe y realizar consulta para llegar a un acuerdo, es la vía de entendimiento, Haití debe interpretar el mensaje, pues el Estado dominicano muestra la firmeza que ningún gobierno de los últimos tiempos había exhibido, al tomar posiciones tan decisivas para defender el interés nacional, ante el creciente peligro que representa la ingobernabilidad haitiana.
Como protección al beneficio nacional se pueden destacar: cierre total de la frontera, negarse a la instalación de campamentos para refugiados pese a las presiones internacionales, cerrarse ante las pretensiones del gobiernos de Estados Unidos de paralizar las repatriaciones de inmigrantes ilegales, la construcción del muro fronterizo, colocación de la fuerza de seguridad y orden, constante patrullaje y presencia de soldados dominicanos en la frontera y plantear claro en los cónclaves multinacionales que RD no puede cargar sóla con la situación haitiana e instar a la comunidad internacional que asuma sus responsabilidades ante Haití.
Y aunque en estos momentos la administración dominicana carece de interlocutores legítimos en Haití, dada las limitaciones efectivas del gobierno del Consejo de Transición y su ministro Ariel Henry, donde bandas armadas actúan a sus anchas en regiones enteras, empresarios interesados y –probablemente– algunos representantes políticos dispuestos a desafiar la autoridad y pescar en río revuelto tanto como les sea posible en medio del desorden. Es importante que se mantenga el diálogo, la cordura y tolerancia pues –en este momento– están sumergidos en un campo minado, en donde la pasión y el odio no son buenos consejeros, conservar la tranquilidad y moderación sirve de mucho en un ambiente emocionalmente cargado.
Tampoco es conveniente que las autoridades haitianas permanezcan en silencio cómplice ante esta situación, sino que deben asumir una postura firme y zanjada como lo hizo el gobierno dominicano, pues si se rompe el diálogo, el entendimiento y la relación ambos países perderán…y mucho.