
El reto de saber elegir
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A propósito del escándalo que ha levantado el recién electo congresista republicano de Nueva York, George Santos, quien confesó haber «embellecido» su currículum para conquistar los votos que necesitaba para ganar, utilizando como ardid algunas aseveraciones que, a la luz de las investigaciones que han realizado algunos medios estadounidense, son inciertas.
Necesitaba congraciarse con comunidades con una vasta legión como los gay y los judíos, pero además el embellecimiento –que no es más que falsear datos– lo llevó a afirmar que tenía un gran expertise profesional, que posteriormente y ante el escrutinio público, debió admitir que nunca se graduó de ninguna universidad, ni obtuvo un título en Baruch, como había asegurado.
«No me gradué de ninguna institución de educación superior. Estoy avergonzado y lo siento por haber embellecido mi currículum. Hacemos cosas estúpidas en la vida», admitió ante los medios.
Interesante es ver con la calma que sale a dar la cara el joven político, que con apenas 34, ya tiene un historial sumamente interesante como para que no consiga el apoyo de un solo republicano en su carrera política y con el mismo descaro que utilizó para mentir en torno a su hoja de vida, dejó a muchos pasmados al afirmar que no renunciará a la posición que recién conquistó.
Y pese a que los medios pusieron al descubierto a Santos, él tuvo la gallardía de reiterar a sus votantes que «no soy un fraude. No soy un criminal que estafó a todo el país e inventó este personaje ficticio y se postuló para el Congreso».
Lo sucedido con Santos abre una brecha a la reflexión sobre el compromiso de la ciudadanía a la hora de elegir a quienes nos representan en todos los niveles. Nadie más que el pueblo, es quien decide con el voto y escoge a los políticos que quiere que los represente.
Todo apunta a que hoy cuando debe existir mayor conciencia sobre el voto, que es un derecho fundamental, otros elementos inciden más, como sucedió con Santos, que fue capaz de persuadir a los votantes con mentiras ya descubiertas, agenciando con el triunfo.
Lo que debe decirnos claramente que de cara a las próximas contiendas en el país, tanto municipales como presidenciales, se hace necesario un mayor escrutinio no solo por los partidos, de los órganos establecidos para los fines electorales, como la propia Junta Central y Electoral, sino por la sociedad, que debe jugar un papel más activo, dejando de lado la indiferencia que ha existido en estos procesos, provocando que tengamos políticos y representantes que en lugar de enorgullecernos, nos avergüenzan, como poco, en otros casos, provocan un retroceso difícil de resarcir.
Más que estrategias mediáticas, palabras bonitas, el corte del momento, dientes impecables y un outfit impecable, el candidato a cualquiera de las posiciones electivas debería cumplir, en primer orden con una solvencia moral incuestionable junto a una hoja de vida capaz de ser refrendada con los hechos, lejos de discursos baladíes y bonanza económica.
Santos no debería ser el único sancionado. De igual manera debería extenderse cualquier tipo de amonestación que se desprenda de esta fraudulenta actuación, hasta el partido que representa y que lo escogió como candidato.
Es necesario fomentar la buena política de la que tanto hablan Opción Democrática y Alianza País, partidos con lineamientos claros en torno al papel que deben jugar los gobernantes y los políticos que nos representan.
En la práctica, queremos políticos serios, pero no votamos por ellos, queremos cero impunidad y corrupción, pero votamos por el que más dinero maneja.
De cara al proceso que se avecina, tenemos una gran oportunidad, o seguir apostando a quienes como George Santos juegan a ser políticos de mentira, y al final no sabemos ni quiénes son, o de una vez por todas aprendemos a elegir a quienes queremos que nos representen y lo harán bien.
Claudio Martínez, un poeta y dramaturgo argentino, en su obra El testamento Gaucho, hace una recomendación que tiene mucho sentido: «Tenga presente que en ese papel que usted marca deja lo más sagrado, lo más sublime que el ser humano tiene: su honor, su libertad y su conciencia». Aprendamos a votar, aprendamos a elegir a quienes nos representan con honor y conciencia, todo lo demás no debe encontrar espacio en el espectro político nacional.