
El consultor en comunicación política es estratega, y «sand bag» también
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El oficio del consultor es uno de los más comprometedores, y a la vez, de las posiciones que recibe más ofensiva de parte de muchos cuando al candidato o institución los resultados no les son favorables. Han escuchado las frases: «¿Y es que fulano o mengana no tiene asesor; esos asesores solo cobran y no hacen nada?
Como una si fuera una letanía lo escucho todo el tiempo, sobre todo de labios de gente que no tiene la más mínima idea de cómo se forma un consultor o asesor; de cuáles son sus funciones, el alcance e impacto de sus recomendaciones y hasta dónde permite llegar la ética profesional o el límite de su accionar.
Hay una costumbre generalizada de responsabilizar a los asesores cuando los asuntos no marchan bien; cuando el candidato, funcionario o político comete una atrocidad o una insensatez. Sin embargo, muchos de los que verbalizan o postean en redes sociales esta culpa al consultor conocen del comportamiento y la naturaleza del ser humano en cualquier ámbito, quien muchas veces toma decisiones, por supuesto de acuerdo a su «libre albedrío» y en ocasiones por encima de lo que manda el lineamiento o el juicio lógico responden a su yo.
Para ser consultor primero hay que formarse, no solo a nivel de las competencias técnicas y blandas para llevar a cabo la profesión, sino que debe combinarlo con una serie de conocimientos multidisciplinarios para que puedan perfilar al estratega que debe agregar valor desde la planificación de la estrategia, desde el la visión asertiva que denominan olfato y con el coaching o acompañamiento para que se pueda ejecutar lo propuesto de la manera oportuna. Que se obtengan las victorias o los mejores resultados.
Hacerse de consultor en comunicación política, marketing político, comunicación estratégica, incidencia pública y demás no es asumir este título y colocarse al lado de los homólogos. Es necesaria una sólida formación con el desarrollo de la visión proyectista por encima de lo que podría ponderar la media y tener las batallas ganadas como sustento de lo anterior. Es quien propone el ante, durante o después posicionando en los sitiales deseados al perfil político o la institución. No es Dios pero debe ayudar a los aspirantes o a los partidos políticos a conseguir sus anhelos.
Pero qué sucede: el consultor debe haber aprendido durante su formación a trabajar desde el momento de la aspiración en la construcción de marca política, el planteamiento programático y la formación del ente que se va a proyectar. Muchas veces hasta definiendo cuál es su inscripción filosófica en el marco de las corrientes políticas, ya que por diversas circunstancias hay candidatos que su nivel de formación política no les permite siquiera saber qué ideología le caracteriza debido a sus principios, valores y propuestas.
El consultor es el ente respetado o envidiado en el entorno del cliente, porque por el nivel de influencia o incidencia que debe ejercer muchos celan este «poder» relativo, que es necesario para que pueda ejecutarse el plan y obtener los indicadores necesarios. Y debe apuntar a conseguirlo a pesar de improvisaciones del receptor de sus labores, de los intereses que se interpongan o del entorno del aspirante o marca política.
Múltiples veces el consultor propone estrategias o tácticas asertivas, sin embargo, el cliente decide actuar por encima de lo planificado, pero al presentarse la consecuencia de las acciones desde cualquiera de los públicos de este se apunta satanizar al consultor, en un ejercicio por no incriminar directamente al responsable del acto ejecutado o de no confrontar con este.
El consultor planifica, prevé, advierte y ejerce el acompañamiento para los momentos cotidianos de la implementación de la planeación o para colocarse la capa de super héroe o heroína al momento de acudir en auxilio ante una situación adversa para el político o la política.
Los honorarios profesionales es otro aspecto que se suele cuestionar permanentemente a los que ejercen de consultores de políticos o instituciones públicas, como si fuera una labor de responsabilidad social que debe realizar este tipo de profesional.
Ya arriba relaté de manera muy resumida lo que debe exhibir un asesor para poder posicionarse y que lo elijan para estas funciones, entonces por qué ha de considerarse que debe cobrar tarifas por debajo de lo planteado. Hay que recordar que diferentes países entre los que se encuentra la República Dominicana, esta profesión está clasificada como liberal, es decir, que en un marco de libre mercado es independiente y en el contexto de su sector puede establecer la tarifa que considere a sus servicios laborales.
En el contexto de esa dinámica de permanente actualización teórica y práctica que debe incorporar un asesor, muchos consultores participamos en el XV Congreso Iberoamericano de Comunicación Política, realizado en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que coordinan colegas con mucho prestigio pertenecientes a Iberoamérica. Esa es una tarea que siempre debe hacer el consejero. Ir al abrevadero a artillarse de armamento para ensanchar la visión, afinar postulados, contrastar teorías e intercambiar mejores prácticas que le puedan resultar exitosas a los clientes.
Partiendo de esta implicación, cuando entre las primeras ideas que le lleguen sea criticar lo que gana un consultor, pregúntese eso en relación a otros ejercicios profesionales con alto impacto y mismos niveles de responsabilidad.