El «biberón» del tránsito
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EL PROBLEMA.– En los últimos días ha brotado un descontento casi generalizado por las condiciones del tránsito en la República Dominicana, específicamente en el Gran Santo Domingo. Desde políticos, medios y comunicadores, hasta usuarios de redes, influencers y ciudadanos comunes se han hecho eco de una situación que afecta tanto en pérdida de tiempo, dinero y salud mental, como lamentablemente de vidas. Acto seguido emergen las críticas contra el gobierno, que más que contra esta administración, sería contra el de turno, porque, sin hacernos los indios o los suecos, el tema del tránsito en nuestro país no obedece al monopolio exclusivo de la actualidad, sino que viene gestándose desde hace mucho.
Y culturalmente, que es lo serio. En ese contexto, para plantear el problema con objetividad y realismo político, y así poder llegar a soluciones, es preciso diseccionar algunos aspectos importantes fuera del absolutismo de las banderías cromáticas. Es una situación que nos atañe a todos, y frente a la que todos debemos estar conscientes y prestos a aportar una cuota de responsabilidad social, sin que esto signifique que los políticos de ayer, de hoy y de mañana, los del gobierno y los de la oposición, también asuman lo que nos corresponde…
LAS PARTES.– El tema del tránsito tiene dos aristas: la sobrepoblación vehicular que produce «tapones» y la falta de cumplimiento de las normas. La primera tiene que ver con el modelo de transporte público que hemos tenido (y que ha ido cambiando), pero también con el modelo de sociedad. Puede que una cosa vaya de la mano de la otra, pero no se puede ser tan reduccionista. En República Dominicana es un aspiracional tener carro propio. Por las condiciones del transporte público que data desde los tiempos de los «conchos» y las «banderitas» (aunque no se puede negar que, con el Metro, las OMSAS, los teleféricos… hemos avanzado mucho en ese aspecto), hasta por la concepción de que el vehículo posicionaría el estatus de una persona.
Así las cosas, desde que un ciudadano puede, compra uno, y mientras más grande mejor. Eso conlleva a la sobrepoblación de calles que no fueron diseñadas para tantos carros. La otra arista tiene que ver con regulación. La gente conduce como si no hubiera ley. Incluso muchos de los que se quejan no están exentos de «haberse robado un pedacito», o cosas similares. También los grandes males: en estos días Antonio Marte dijo que sus choferes ya no usan drogas, y hubo gente que lo tomó a chiste o barrabasada. Parece ignoran que muchos utilizan o utilizaban sustancias para «estimularse» en los viajes de largas distancias, nocturnos o no. Y no solo en las «guaguas». En algunos privados también…
¿SOLUCIONES?.– Para la sobrepoblación vehicular y los «tapones» lo primero que debemos hacer es aterrizar. Es una realidad. Va de la mano con el crecimiento de las ciudades. Sin que sirva como «consuelo de tontos», New York, Miami, Buenos Aires, Bogotá, México (D.F.) … están ahí. La diferencia es que hay más orden. ¿Y las medidas alternativas? ¿Como ciudadanos estamos dispuestos a adoptarlas? ¿Si alternamos los días de tránsito de los vehículos por el terminal de las placas, la clase media, media alta y alta utilizaría la OMSA, el Metro, Uber, bicicletas, patinetas?…
Se habla de mayor control en las vías, y es cierto, no podemos permitirnos un accidente más por imprudencias, pero cuando la DIGESETT arrecia, ¿no son muchos los que salen a hablar de abuso de autoridad?… Como país tenemos que seguir eficientizando el sistema de transporte público, y regular más, mucho más, en cuanto al tránsito vehicular respecta… de «guaguas», motocicletas, vehículos privados… pero también debemos autorregularnos y dejar regular. Es un trabajo en conjunto… No echemos todo al gobierno… Y algún día habría consciencia o miedo de manejar borracho, entre otras cosas que lucen falsamente más inofensivas…