
El Alvarito que conocí en Televida
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Había pasado la agitación y efervescencia de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América. La primera vez que escuchamos que la Iglesia Católica tendría un canal de TV, lo escuchamos del cineasta Ileo Cruz. Esa información activó nuestros deseos de formar parte de un canal con esas naturalezas, con una programación amigable para la familia dominicana. Una contradicción en nosotros porque para entonces nos vinculábamos a algunas de las actividades del Colectivo de Organizaciones Populares, que tenía como principal vocero al agrónomo Ramón Almánzar.
El Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez y el siempre recordado obispo de Barahona, monseñor Fabio Mamerto Rivas, fueron dos artífices para la creación y fundación de Televida, «El canal de la familia».
La inauguración de ese canal, cuya sede principal fue instalada en la calle Paraguay esquina V Centenario de Villa Juana. Estábamos hablando del año 1995. Se reclutó a un grupo de comunicadores vinculados al catolicismo. Entre ellos destacaban Miguel Franjul, Josefina Navarro, Juan Antonio Cruz Trifolio y Alvarito Arvelo hijo.
Los ejecutivos de ese canal adquirieron los derechos de una programación similar de un canal católico de Venezuela. Además, enviaron a esa nación a un grupo de profesionales a formarse en la producción de televisión. Entre ellos recuerdo a la colega Ingrid Modeste y al fallecido y famoso camarógrafo John González.
En su génesis, «Dialogo libre» (conducido por Alvarito Arvelo) fue uno de los programas más populares de Televida por donde desfilaban la crema y nata de la ciencia e intelectualidad dominicana. Cada noche, Alvarito daba cátedras de su extraordinaria técnica para entrevistar. Había que estar bien preparado y documentando para sentarse a conversar sobre cualquier tema con el prestigioso periodista que hasta entonces no se había convertido en una celebridad de la radio. Durante su trayectoria en Televida nunca usaba palabras ofensivas contra sus invitados o televidentes. Recuerdo que entre lunes y martes grababa cuatro programas consecutivos y repetía uno de ellos, los viernes.
Lo admiraba mucho. Esa admiración comenzó a través de sus columnas sobre cine, deportes y temas culturales. En esa época estudiábamos comunicación social en la universidad estatal. Y desde entonces nació nuestra costumbre de caminar frecuentemente por la calle El Conde. Hubo un tiempo que cada tarde Alvarito Arvelo se reunía, en una especie de peña, en una esquina de la tienda Flomar.
Una vez, en la postrimería de su estadía en Televida, Alvarito solicitó sus vacaciones por quince días para viajar al exterior. Consultó a su productora Olga Sánchez para buscar a un sustituto para la conducción temporal de su exigente y famoso programa. Ponderaron varios nombres y el famoso comunicador escogió al conductor de un programa interactivo del propio canal para sustituirlo. Recuerdo que puso como condición que «el sustituto» podía entrevistar a políticos. Fue tremendo gesto y reconocimiento para ese joven periodista que iniciaba su carrera en los medios de comunicación. La mejor versión de Alvarito como figura mediática, absolutamente, fue su paso por Televida, el canal de la familia.