De la euforia al desencanto
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Cuando Javier Milei irrumpió en la política argentina fue como un un tornado que terminó siendo lo que en nuestro país llamamos «un ciclón batatero», un terremoto que remenió los cimientos del establishment político.
La profunda crisis de los gobiernos del peronismo, sobre todo del presidente Alberto Fernández, puso alfombra roja al discurso franco, espontáneo e irascible de un personaje que se amamantó de la televisión y las redes sociales, logrando la atención de muchos argentinos cansados de la retórica tradicional.
Su promesa de cambios radicales, desde la dolarización de la economía hasta la eliminación del Banco Central y la reducción drástica del gasto público, desafiando las convenciones y proponiendo una visión ultraliberal y antisistema que resonó en un sector significativo de la sociedad.
Habiendo ganado una diputación en las elecciones de medio término de 2021, Milei se alzó con la presidencia de la República tras vencer a Sergio Massa (candidato de Unión por la Patria) en el balotaje del 19 de noviembre pasado.
La alta votación del autodefinido «libertario y anarcocapitalista» dividió en dos a los argentinos [y al mundo también], los aliviados por el triunfo de propuestas no convencionales, y otros, preocupados precisamente ante la posibilidad de que se cumplan esas mismas propuestas.
De noviembre a esta parte, esa euforia inicial se ha transformado rápidamente y sostenidamente en desilusión. A medida que avanza su gestión, los argentinos comienzan a percibir los efectos concretos de las políticas implementadas por Milei y su equipo. El ajuste aplicado ha golpeado duramente al nivel económico de la sociedad, dejando a muchos ciudadanos en una situación precaria y preocupante.
Las encuestas muestran un importante desgaste en la imagen del presidente, semana a semana, y reflejan un creciente descontento y pesimismo entre la población.
Según los números revelados por la encuestadora Zuban Córdoba, si bien una parte de la población aún respalda las políticas del gobierno, la mayoría de los argentinos considera que el ajuste lo están pagando el pueblo, no solo la supuesta «casta política» que señaló Milei en sus promesas de campaña. Esta percepción se ha vuelto aún más fuerte en los últimos meses, erosionando su principal eslogan de campaña y generando un clima de incertidumbre y malestar generalizado.
Desencanto e incertidumbre
Los ajustes liderados por Milei y su equipo se dejan sentir en todos los ámbitos de la vida cotidiana. El aumento de la inflación ha afectado el poder adquisitivo de la gente, mientras que el temor a perder el empleo se ha vuelto una preocupación constante para muchas familias.
La incertidumbre inunda a la clase media que ahora se ve amenazada en su posibilidad de acceso a servicios y niveles de consumo que hace poco consideraban propios del primer mundo.
El desasosiego y la desesperanza avanzan a pisadas de monstruo, y aunque algunos dicen que aún es muy pronto para pedir resultados, son muchos los que ya no culpan al expresidente Fernández de la crisis. Ahora culpan a Milei.
En este complejo contexto, las promesas de cambio y renovación que Milei ofrecía en su campaña electoral parecen cada vez más lejanas. La realidad se impone, y los argentinos se enfrentan a las duras consecuencias de las decisiones políticas tomadas por el gobierno. La indignación crece entre aquellos que, ilusionados con la posibilidad de un cambio, se encuentran ahora en una situación económica y social precaria.
El desencanto no es exclusivo de quienes no votaron a Milei, va en aumento entre los votan tes del presidente. Aquellos que vieron en él la posibilidad de un cambio radical ahora empiezan a cuestionar sus decisiones, confrontados con una realidad que dista mucho de las promesas de campaña.
Ahora la figura de Milei se enfrenta a un desafío inaplazable: demostrar que es capaz de gobernar para todos los argentinos, no solo para una parte de la sociedad. Se hace urgente para el populista mandatario argentino moderar su discurso incendiario, que en campaña tanta plusvalía le dio, y en cambio, priorizar el diálogo y el consenso y la colaboración de todos los sectores del entramado nacional. No hacer una parada correctiva lo podría convertir, muy pronto, en un líder incapaz de conducir al país hacia un futuro mejor.
En nuestro país, como en muchos otros, el surgimiento y la victoria de Milei animó a muchos políticos, algunos oportunistas sin futuro, a ver en la figura del «león» argentino un faro que voltee la mirada, que ponga oido a su canto de sirena. Para esos políticos y para aquellos que, incautos u oportunistas, se han llenado de esperanzas, el fenómeno Milei está allí, como muestra contundente todo lo que se esconde detrás de la promesa populista de los autodenominados «libertarios de nueva derecha».