
El futuro de los partidos
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Cuando la humanidad pensaba que iniciaba una marcha vigorosa hacia el futuro, llena de grandes innovaciones y solo pendiente de los desafíos que supone el desarrollo indetenible de la inteligencia artificial, la robotización del trabajo y la economía colaborativa, vino la pandemia de la Covid-19 y detuvo en seco a todo el planeta dejando un triste legado de pobreza y muerte a nivel global.
La tercera década del siglo XXI ha sido desafiante para todos, porque a los embates de la pandemia, se agrega la crisis post Covid, la ola inflacionaria, el conflicto Rusia-Ucrania y la tensión política y militar entre China y Taiwán. La combinación de todas estas situaciones han llenado de sobresalto al mundo que, a la histórica lucha frontal contra la pobreza, la desigualdad y el cambio climático, ha sumado ahora la tensión por la posibilidad cierta de un conflicto nuclear que amenazaría la supervivencia de nuestra especie.
A las amenazas derivadas de esta crisis múltiple y profunda, hay que agregarle el auge del populismo en todo el mundo, en especial de la región, que sustentado en el discurso de la anti política pone en riesgo a los partidos, a la democracia y a sus instituciones. Ciertamente, la poca capacidad que han exhibido los partidos para afrontar los problemas de la gente, ha alimentado el descrédito de la clase política, especialmente de los partidos.
Es en este contexto tan adverso que los partidos tienen la responsabilidad de conducir a la ciudadanía hacia el bienestar y la prosperidad por el sendero de la convivencia civilizada y el respeto por el ambiente. Más allá de los discursos o la simpatía que pueda desarrollar un partido político, la gente al final siempre termina evaluando a sus líderes por la marcha de la economía.
Una crisis como la que estamos viviendo puede ser vista de muchas maneras, unos pueden verla como el inicio del apocalipsis, otros como una ventana para el aprovechamiento propio a través de la especulación. Los partidos políticos en particular harían bien en visualizar esta crisis como una oportunidad para poner en práctica un nuevo modelo económico comprometido con la inclusión, la equidad, el respeto al medio ambiente y al estímulo del desarrollo tecnológico guiado por principios éticos de preservación de la naturaleza humana.
Ahora que estamos en medio de una ola inflacionaria en el precio de los alimentos y que la propia ONU ha advertido ante la posibilidad de una hambruna en el mundo el liderazgo político en el mundo y, en especial, el de la República Dominicana debería preguntarse ¿por qué no aprovechar esta coyuntura para estimular producción agrícola local procurando abaratar la estructura de costos para que además de la consecuente baja en los precios, también se multipliquen los empleos dignos y productivos? Unos podrían pensar que, en este caso, el camino fácil es abrir las puertas a la importación masiva, pero todos sabemos que a menudo este tipo de rutas no suelen llevar a ninguna parte.
Si la dependencia del petróleo y el gas natural, además de comprometer la salud del planeta agita nuestras economías con la inestabilidad en sus precios, ¿por qué no hacer una apuesta decidida por la movilidad eléctrica, el desarrollo del uso de paneles solares al menos a nivel doméstico y de pequeños negocios o crear las condiciones para que el sector de la construcción empiece a desarrollar proyectos inmobiliarios que utilicen de forma más eficiente la energía?
Obviamente, para poner en práctica una estrategia tan disruptiva como esta los partidos tendrán que armarse de un valor especial para enfrentar con inteligencia a los poderosos sectores económicos que obstaculizan con sutileza el desarrollo de energías renovables.
El deslumbrante desarrollo de la inteligencia artificial y la robótica también plantea una serie de cuestiones que los partidos tienen que empezar a abordar si quieren trascender más allá de este siglo.
Desde las maneras de relacionarse con los nativos digitales, hasta la redefinición de sus mecanismos internos exigirá a los partidos y a sus líderes salir del vetusto mundo industrial en el que se desarrollaron y hacer su entrada a la sociedad de las redes sociales y el metaverso en la cual podrían morir si no se adaptan con urgencia.
Ojo al Cristo que es de plata: la profunda metamorfosis del liderazgo político y los partidos que estoy planteando no se trata de tener líderes que cambien el saco y la corbata por la gorra y los tenis. Limitar la construcción de una forma de liderazgo que convierta en oportunidades los desafíos de estos tiempos, no solamente banaliza la política, sino que contribuye a la destrucción definitiva de los partidos.
Como podemos ver, el desafío que tienen nuestros partidos por delante es inmenso y complejo, va a requerir de nosotros muchas horas de trabajo para sacar adelante a nuestros pueblos en este contexto de crisis y además nos va a costar mucho más trabajo aún recuperar la confianza de la gente, porque la erosión de la credibilidad de los partidos es tan alta que ya empieza a comprometer seriamente a la propia democracia.