¿Cuestión de honor?
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Los procesos internos en los partidos mayoritarios se llevan acabo en un terreno empapado de combustible donde cualquier chispa puede desatar incendios muy difíciles de sofocar. Período delicado al que termina acotumbrándose la plana mayor de estas organizaciones, mas para aquella de turno en el Palacio Nacional. No importa el método, cada cuatro años cuando se cumple este ciclo, los partidos maniobran para sobrepasar sus elecciones de la manera más pacífica posible, sobre todo tratando de preservar a sus mayores activos electorales.
Para quienes estas votaciones significan un hecho de vida o muerte, que casi a unanimidad el espectro político nacional haya optado por las encuestas como método de elección ha significado que se produzcan reacciones de rechazo a los números que no les favorecen. A mayor investidura de las aspiraciones, en esas mismas proporciones se producen los conflictos internos que empiezan a aflorar con mayor incidencia en el Partido Revolucionario Moderno (PRM). Pero eso sucedió antes en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) cuando también estaba en el gobierno.
Las voces altisonantes de los que no llegaron a oponerse a las encuestas, previo a su aplicación y que ahora sí se oponen a los resultados –naturalmente, porque no lograron sus candidaturas– son cada vez más fuertes. La política viene convirtiéndose en un mercado persa, en el que pesa más el peso que el voto. Es cierto que la encuesta es un método que se presta para el juego caprichoso de quienes gobiernan los procesos internos. Pero al mismo tiempo, aunque hay quienes sostienen que es una herramienta que resulta muy costosa, podría ser uno de los modelos más baratos para su democracia interna, si es que se le puede calificar de tal.
Los partidos están obligados a frenar el éxodo de esos aspirantes disgustados que tendrán las puertas abiertas para donde quiera que vayan. Al PRM se le acaban las opciones para colocar a esa gran cantidad de militantes que se creen ganadores de una causa que «oficialmente» ya perdieron. Esta es una fase casi inédita de la política dominicana: desde los últimos cuatro años se ha producido un alucinante proceso de renuncias que terminan en juramentaciones y juramentaciones que desembocan en el mar infinito de la desfachatez y la ingratitud.
Todavía faltan cosas por ver. Lo que resta de esta campaña nos convocará a sentarnos en primera fila para que la sociedad sea testigo de un nuevo capítulo, del ejercicio de una profesión que va en caída libre.