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Abinader, te propongo una verdadera reforma fiscal ¿Te atreves?
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La reforma fiscal es el tema del momento. Sin conocer aún el contenido y los alcances de la carga que nos presentará Abinader ya todos los sectores comienzan a prepararse para que el golpe duela menos en sus áreas. Desde tácticas sabichosas de amortiguamiento como el aumento subrepticio de los servicios financieros de la mayoría de los bancos comerciales de RD, las sutiles campañas mediáticas de las casas licoreras para que no graven más el ron y las cervezas, hasta el discreto grito del cartel del cine procurando que no desmonten sus exenciones, cada quien trabaja en que la cruz de los impuestos visite la casa ajena y no la suya.
Mientras cada quien anda con el modo “sálvese quien pueda” encendido, estamos perdiendo de vista las razones de fondo para que la reforma sea hoy una necesidad y más aún cómo convertirla en motor del desarrollo económico y social de la República Dominicana.
La raíz del problema del déficit fiscal dominicano es que nuestros gobiernos no procuran ser sostenibles, de hecho, ni siquiera el doctor Joaquin Balaguer a quien todos tienen como el gobernante con mayor disciplina en el gasto pudo escapar a la tentación de gastar más de lo que ingresaba. En su caso, el líder reformista cubría el déficit de sus gestiones emitiendo dinero inorgánico, lo cual terminó impactando siempre en el índice de inflación. No en vano, los periodos de más alta inflación de nuestra economía en el siglo pasado ocurrieron durante las gestiones balagueristas.
Así como Balaguer cubría sus déficits emitiendo dinero inorgánico, Leonel capitalizando empresas estatales, Hipólito emitiendo bonos soberanos, Danilo contratando deuda para obras de infraestructura, Abinader inauguró una nueva fórmula que, además de perniciosa, golpea silenciosa pero mortalmente la salud macroeconómica de la República Dominicana: tomar dinero prestado a altos intereses para pagar gasto corriente. La conducta derrochadora del gobierno es tan evidente que en toda nuestra historia solo una vez hemos tenido un presupuesto cercano al equilibrio fiscal: en el año 2015, durante el gobierno de Danilo Medina, cuando el déficit fue de apenas el 0.3% del PIB esto en gran medida debido al acuerdo mediante el cual vendimos nuestras acciones en PDVSA.
Mientras no tengamos un gobierno que procure la sostenibilidad fiscal ante todo, cada cierto tiempo vamos a requerir más impuestos para cubrir los déficits. Por eso es vital que el debate, en vez de centrarse en cuáles sectores vamos a gravar, debería estar enfocado en cómo hacer para que el gasto público, en especial el corriente, se achique y empecemos a propiciar presupuestos equilibrados fiscalmente.
Atención especial merece el déficit del sector eléctrico que durante esta gestión se ha casi cuadruplicado. Creo que este es el momento en que debemos asumir responsablemente un mecanismo para que el sistema eléctrico sea enteramente privado y buscar fórmulas inteligentes para que cada dominicano pueda tener una energía limpia, 24 horas, a costos razonables. Si las telecomunicaciones, tan estratégicas como la electricidad, funcionan en un esquema privado ¿por qué no puede hacerlo el sector eléctrico?
El déficit fiscal alcanza un 3% del PIB, lo cual implica que una reforma fiscal estará buscando cerrar esa brecha equivalente a unos US$3,630 millones de dólares, de los cuales US$1,600 millones corresponden al sector eléctrico. Eso sin contar con el déficit cuasi fiscal, una carga derivada de la quiebra bancaria provocada por la primera gestión de gobierno del PRM en el año 2003 liderada por Hipólito Mejia, pero eso tiene otras complejidades que no son materia de este artículo.
La tarea de la reforma fiscal es delicada y debe requerir el mayor sacrificio en el gobierno, pero no en la gente. Por eso pensamos que tenemos que obligar a Abinader a que discipline el gasto para que la mayor parte de ese déficit sea cubierto por ahorros internos por parte del gobierno central, es en ese orden que propongo aquí cinco medidas racionales al alcance del presidente para que la gente asuma de buena gana la carga que le corresponde:
1ero. Eliminar el gasto en publicidad oficial, tanto en medios de comunicación convencionales como en digitales, durante los próximos cinco años y que se comprometa a promover una ley que establezca un tope de 0.10% de los ingresos fiscales para esos fines a partir de 2030.
2do. Disponer que el gasto en la nómina del gobierno central y entidades descentralizadas sea llevado a los niveles de 2015, con un ajuste por inflación anual a partir de 2030.
3ro. Revocar todas las pensiones otorgadas por decreto desde 2015 hasta la fecha.
4to. Eliminar el financiamiento a los partidos políticos hasta 2028 y reformar la ley para que aquellos partidos que se acojan a la contribución estatal no puedan recibir donaciones del sector privado.
5to. Reducir los beneficiarios de las ayudas sociales del gobierno a los niveles de 2019 y acogerse únicamente para esa distribución al mapa de la pobreza realizado por el PNUD.
Estas cinco medidas garantizan que se cubra un 80% del déficit fiscal y crea las condiciones para que el gobierno pueda diseñar una reforma fiscal que convierta a los impuestos en una verdadera herramienta para el desarrollo y además sienta las bases para que en el futuro nuestros gobernantes trabajen en función de presupuestos equilibrados orientados hacia el superávit fiscal e iniciar el camino hacia la necesaria dolarización formal de nuestra economía con lo cual daríamos un salto cuántico hacia las grandes ligas de las potencias económicas de la región.
Para eso hace falta carácter, visión y coraje cualidades de las que carece Abinader, lamentablemente.