
Vida y muerte de los partidos políticos
Comparte Este Artículo
Los principales partidos políticos como garantes de la democracia y del sistema de partidos, para sobrevivir se apoyan en la ciudadanía, quien es responsable de mantener el regimen. El pueblo define su permanencia o desaparición, al margen de otros aspectos que no vamos a evaluar en este momento. Lo que es un hecho, es que en los últimos años estas organizaciones partidarias en el país están desapareciendo al frente de sus dirigentes.
Vemos como dirigentes se mueven de una plaza política a otro, provocando la división o censura y un temor que puede desencadenar en la muerte del partido político, sin embargo, al hacer un juicio objetivo de la situación el problema radica en revisar lo hecho en su vida partidaria. Una primera observación evidencia que directivos de un mismo partido ejecutan acciones o líneas políticas disímiles en un igual proceso electoral, mostrando contradicciones entre las partes y falta de identidad partidaria. En ese sentido, sus seguidores podrán catalogar –al de su preferencia– como la mejor fuerza política, sin embargo, esta situación nos hace cuestionar su honestidad o si son responsables de obstruir los cambios que ofrecen las nuevas ofertas electorales.
Un ejemplo palpable es que los simpatizantes del Partido Reformista Social Cristiano hacen alardes de tener más tiempo al frente del Estado, con 22 años. El Partido de la Liberación Dominicana dice ser los únicos con 4 victorias electorales consecutivas. Y el Partido Revolucionario Dominicano no se queda atrás jactándose de ser la verdadera «fábrica de presidentes», pues esa organización tuvo a Juan Bosch (1963), Antonio Guzmán (1978), Jacobo Majluta (1982 tras la muerte de Guzmán), Salvador Jorge Blanco (1982) e Hipólito Mejía (2000).
Miembros y fanáticos de esos partidos tienen innumerables historias que contar, en especial de los años de esplendor y triunfos, sin embargo, estarían en la capacidad de reconocer qué hizo que dichos partidos pasarán de una vida plena a la inminente muerte.
Ego, megalomanía, o acaso el estribillo del popular merengue Ramón Orlando «no hay nadie más pa’ sustituirte», se apodera de su ser y prefieren la ruina del partido a que otro tome las riendas.
Ya sea falta de carisma o decisión del propio Joaquín Balaguer, en el PRSC no emergió una figura capaz de concitar el interés para llevar nuevamente ese partido al poder. Cuál hubiese sido el futuro reformista si Balaguer apoya a Jacinto Peinado, Fernando Álvarez Bogaert, Carlos Morales Troncoso o Guillermo Caram. Definitivamente «no hay nadie más pa’ sustituirte» es la norma del liderazgo dominicano.
El PRD ganó el poder en 2000 y para las elecciones de medio término barrió, obteniendo 29 de 32 senadurías y 73 de 150 diputados, luego de eso el partido del «jacho prendío», jamás se recuperó. Aunque se asocia a la crisis económica, en realidad volvió a predominar el estribillo del pegajoso merengue, la modificación Constitucional realizada por el Ing. Mejía, con fines de instaurar la reelección, borró de un plumazo 64 años de historia perredeísta. El anti reeleccionismo bandera levantada por Peña Gómez, impidió que Antonio Guzmán y Jorge Blanco se re postulen, pese a la Constitución permitirlo de manera continua e indefinida.
El PRD barrió en las elecciones del 2000 y 2002. El PLD de Danilo Medina en el 2016 no se quedó atrás cuando se cumplió su anhelada solicitud «yo necesito mi Congreso». ¡Presidencia, 29 senadores de 31 y 127 diputados de 190, nada mal!
Reformistas en el 1990 y perredeístas en el 2000 asistieron a su último baile presidencial, tal parece que será, el último de los peledeístas por las mismas razones que los otros partidos, sí, otra vez asomó el sepulturero «no hay nadie más pa’ sustituirte». Tras fracasar en modificar para el 2020 la Constitución para intentar seguir en el poder, eligió una figura de poco vuelo político y conocemos los resultados, división del partido y pérdida del poder.
Este panorama, evidencia que muchos dirigentes siguen atrapados en una lucha interna y no encuentran, una salida ideal y práctica que permita al partido seguir funcionando como una maquinaria electoral, que aunque podrían ganar nuevas elecciones, sus gobiernos no lograran el éxito si la organización no fragua líderes comprometidos con la renovación social y articula una doctrina que incluya planes para la transformación real.