
Quería ser sindicalista
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Llegamos a Villas Agrícolas en la activista y vigorosa década del setenta del siglo pasado, barrio caliente de la «parte norte» de la capital, como titulaban algunos periódicos vespertinos de la época cuando reseñaban jornadas de protestas durante los fatídicos 12 años del «padre de la democracia», doctor Joaquín Balaguer.
Ya el profesor Juan Bosch se había marchado del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y decidió formar una agrupación de liberación nacional, inspirado en organizaciones militares y religiosas que se caracterizan por su disciplina e integridad de sus miembros.
En esa década la radio, la televisión y los periódicos comenzaban a reseñar a un joven negro de vigorosa oratoria que hablaba de líderes internacionales que militaban en la Internacional Socialista.
Estamos hablando del doctor José Francisco Peña Gómez, un maestro de escuela rural, que se había doctorado en derecho y había estudiado fuera del país. Con el éxodo del maestro Juan Bosch dejó que su luz, dones y talentos para la oratoria florecieran. Ante el éxito del líder de masas se dice que el autor de Cuentos escritos en el exilio decía «Eso es lo que le gusta a Peña».
En fin: junto con el ascenso del liderazgo político de Peña Gómez, era una época de esplendor de los sindicatos. El Nacional, La Noticia y Ultima Hora (un periódico para popis, intelectuales y conservadores) resaltaban la lucha de las centrales sindicales. Se destacaban sindicalistas como: Julio de Peña Valdez, Gabriel del Río, Jacinto de los Santos, Rafael Santos, Francisco de los Santos y Barbarín Mojica. Don Guillermo Lacrepeaux era un sempiterno luchador por los derechos de los artistas a través de Amucaba.
Este primero de mayo, Día Internacional del Trabajo, tres importantes sindicalistas de vieja data (o de la vieja guardia) anuncian una serie de actividades reivindicativas como en los viejos tiempo. Piden una modificación al actual Código de Trabajo, etc.
Ahora que soy «vino añejo», recuerdo que cuando vivíamos en Villas Agrícolas conocía a dos hermanas, que vivían en la calle Ernesto Gómez. Y mi curiosidad de adolescente me llevó a preguntarles por el destino de su padre porque nunca estaba en la casa. Me respondieron: tanto Roselina (popularmente «La Gutavita») como Titi que su padre estaba exiliado por el doctor Joaquín Balaguer por ser sindicalista.
Cuando fui creciendo, estudiando ya en el Liceo Unión Panamericana, anhelaba convertirme en un íntegro, combativo sindicalista. y terminé estudiando derecho, amando la radio y la televisión.
Posdata: Una estrofa para mis ídolos de las centrales sindicales: «Pablo Pueblo hijo del grito y la calle, del callejón y la pena».