
Político sin incidencia, político de hojarasca
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No ha sido fácil que los actores vinculados lo entiendan, sin embargo, los resultados tangibles al implementar la comunicación política y el marketingpolítico combinados, han logrado que muchos políticos de América Latina, y algunos en el país, entiendan que a diferencia del siglo IXX y gran parte del XX, ahora son otras las competencias que hacen ganador a un candidato o candidata, y que sin esta alineación, aunque haya una victoria coyuntural, no se alcanzaría la gran habilidad denominada incidencia.
Desde aquellos tiempos entre la década de los años 40 y 50 del pasado siglo, cuando Harold Lasswell y Paul Lazarsfeld perfeccionaron las metodologías al realizar estudios de audiencias, se tiene claro que quien desee adquirir niveles de liderazgo más relevantes tiene que construir relacionamiento (engagement) con los diferentes entes legítimos de su territorio, y así obtener el posicionamiento en el tiempo.
A pesar de que hay una marcada tendencia a generar la visibilidad y sostenerla a toda costa como una manera de adquirir el posicionamiento entre los públicos, lo cierto es que siempre resultará más fácil si la imagen es gestionada en función de que pueda sumar a otros actores a la consecución de sus propósitos. Así podrá realizarlos de manera más viable, y cumplir la deuda adquirida con ellos en base a promesas y el necesario programa de campaña.
Si el candidato vuelca la mayor parte del trabajo político solo a obtener visibildiad y exposición, requerirá de mayor inversión económica, con una probabilidad alta de riesgo negativo. Y el caso suele complicarse cuando se trabaja con una marca política con dificultades para ganar admiración de manera natural, por lo que se recomienda acompañar la estrategia con una batería de herramientas probadas con el objetivo de que incida, y no solo se conozca.
Una persona con la intención de convertirse en marca política, con buena reputación e incidencia entre los poderes fácticos en su perímetro, necesitará invertir en una gestión que estratégicamente le concite alianzas para obtener los productos que les vendió a los públicos a través de su Programa de campaña, sobre todo por el hecho de que en estas tierras nunca hay presupuesto suficiente para desarrollar siquiera lo prioritario a nivel de la gestión pública.
La inversión del componente de comunicación y marketing político digital es una necesidad, sin embargo, muchas propuestas apuestan por encima de todo a la utilización del «debate», la generación de las tendencias o la colocación del mensaje por medio de recursos como los bots, sin entender que estas son acciones coyunturales que devienen de una estrategia dimensionada, por lo tanto, esto no debe verse como el componente más importante de ese mix de gestión.
Ahora hay que incidir, de la palabra (advocacy) en inglés, lograr la incidencia que se traduce en poder de persuasión, procurar el convencimiento por medio de técnicas legítimas, buscando la integración, articulación, conquistando la adhesión y cohesión de los sectores para establecer políticas públicas que traigan como resultado la ejecución de proyectos y con ellos ganar credibilidad, confianza y posicionamiento necesarios para ser un político orgánico, no esa figura hueca, impuesta sobre ejecución de mega impulsos publicitarios virtuales, campaña sucia o las tradicionales y ya consabidas formas de obtener la intención del electorado a través de recursos del populismo o el clientelismo.
Si el político o la política genera incidencia es más fácil propiciar, incluso, la escalada de este a peldaños o estamentos que se haya planteado en su plan de marketing político. Es mejor lograr la notoriedad alineda con la gestión estratégica de la incidencia, que por el contrario, cimentada en unos resultados cortoplacistas sustentados en la sola inversión en publicidad y/o viralización digital de los mensajes o generación de tendencias.
(La autora es periodista, experta en comunicación estratégica y docente de grado y postgrado en PUCMM.)