Política obsoleta
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¿Qué hacen los políticos para conquistar votos? Pasa el tiempo y de esa manera la forma y manera de interpretar o hacer política continúa en decadencia. Llama poderosamente la atención que en pleno siglo XXI aún hay «jóvenes» políticos con mentalidad de retroceso en cuanto a sus actividades políticas, proselitismo y conquista del voto en las calles.
Sabemos que somos un país con fuertes problemas básicos de educación a cualquier nivel, y cuando un prospecto candidato con aspiración a una posición electiva se lanza a las calles, es cuando usted puede ver y comprobar cuánto nos falta avanzar como sociedad, cuanto les queda a esos políticos del patio desarrollar e implementar ideas y ejecuciones más propias del siglo que les ha tocado vivir y no caer en el ridículo con posturas peores que las de aquellos años de las décadas de los 80 y 90.
Muchos de nuestros políticos, por no decir todos, abrazan el populismo y la demagogia como las únicas banderas para la promoción de sus intereses. Se adentran en barrios populares hacer «lo nunca hacen o han hecho» en sus vidas cotidianas: besan bebés, abrazan ancianas, levantan las manos de señoras con redecillas o rolos que vociferan sus nombres, bailan cualquier ritmo musical y si hay que lavar la cabeza de alguien con una manguera en plena calle, lo hacen sin reparos ni vergüenza. Esa es la forma de expresión de la política vernácula. Sin olvidar, por supuesto, las funditas de comida, el «caravaneo» absurdo y las promesas eternas incumplidas bajo eslóganes absurdos.
Son esos mismos políticos jóvenes y con experiencia que caen en esta forma barata y ridícula de promoción de sus intereses políticos en una población que observa con atención que los tiempos cambian, que las ideas innovadoras, la búsqueda de consensos frente a situaciones apremiantes, del debate que sume ideas, de diálogos abiertos e inclusivos no terminan de aterrizar en la parrilla programática de la política dominicana. Y menos aún, fomentar la creación de debates entre los mismos candidatos en medios masivos.
Es decir, hay fuertes fallos de asesores que se suponen deberían ser profesionales formados para estas situaciones y que están llamados a la implementación de nuevas corrientes políticas en la manera de captar votos. O en su defecto, será que en nuestro país, los políticos del patio continúan aferrados a la política facilona, barrial, de regalar «muñecas y bicicletas», salamis y pan y luego una vez en el poder, esos barrios ni los recuerdan. Posiblemente, como sociedad estamos dormidos, anquilosados con la desgastante política de 365 días al año y no exigimos a esos «servidores» públicos que den más de lo que sabemos pueden hacer. Nos hemos acostumbrado a la mediocridad de la política chatarra desde siempre. Nos acostumbramos al: «somos parte de los nuevos tiempos, ven conmigo por el nuevo camino, lo mejor que nos puede pasar, gobernaré para todos sin olvidarme de los míos», etc.
En ese sentido, ¿Qué sería de nuestra clase política si en vez de lavar cabezas, besar bebés en callejones, abrazar ancianos y mujeres en redecillas, convocaran al diálogo y debate de ideas para buscar soluciones a nuestros ancestrales males como sociedad atrasada que somos?
¿Nos cuesta tanto avanzar y cambiar en el manejo de una mejor política por parte de todos los involucrados que nos permita imitar a países de mayor tradición democrática donde el quehacer político dista años luz del nuestro?
Somos una sociedad sumergida en temas políticos desde que amanece. Un país presidencialista donde todo gira alrededor de esa misma política que drena los cimientos de un país que avanza en algunos temas, pero en otros, estamos obsoletos. Adolecemos de educación política que nos permita exigir a esos aspirantes a «servidores» públicos una mejor y mayor calidad de sus propuestas políticas. No es irse a barrios a «lavar cabezas» es lavar conciencias de una nación con reformas interesantes.