Gioconda Belli: «La memoria tiene un peso y Daniel Ortega no puede destruir eso»
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Nadie ha podido quitarle la alegría a Gioconda Belli. Si bien todos sabemos que tiene para la tristeza motivos de sobra, esa misma energía que alimentaría su llanto es la que le sirve para fomentar la esperanza, exhumar optimismo y cantar a la vida a través de su verdad, que es tan pura como su propia poesía, su narrativa o los testimonios sobre sí misma, lo cual es a su vez sobre todas las mujeres y los oprimidos.
Gioconda Belli (Managua, 1948), nos viene de muy lejos, porque su historia es vieja y su obra muy conocida, aplaudida, llena de victorias, retrato de testimonio de sus luchas: por la igualdad de género, por una vida más digna, una democracia más auténtica y menos representativa y sobre todas combatir autoritarismo y derribar dictaduras.
El destino, su literatura y su poesía la hicieron una consuetudinaria visitante de nuestro país en el 2023. Vino con su compatriota y homólogo Sergio Ramírez a la primera realización de «Centroamérica Cuenta», luego fue invitada por el también escritor José Manuel Fajardo, a la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo y regresó finalizando octubre a recibir el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña, que el país entrega a destacadas trayectorias como las de Eduardo Galeano, Ernesto Cardenal o Mario Vargas Llosa. Este premio recayó en ella y también en Sergio Ramírez, compañero de letras y de errancia emocional desde qu el régimen dictatorial que encabeza Daniel Ortega y su esposa los despojaron de su ciudadanía, ya que no hay ley, decreto o edicto que pueda deshacer el hecho de que alguien nació en una fecha y lugar específicos, lo que junto a otros condicionantes que les son naturales, convierte en irrisoria y petulante la citada decisión.
Testimonio viviente de resistencia, resiliencia y coherencia, Gioconda Belli es ahora hija de todas las patrias de América, protegida por demás por la tierra que nos inoculó el tesoro que nos vincula: nuestra lengua. Su palabra, que es vocera a la vez de su opinión, su rebeldía, sus novelas, su poesía y la humanidad que expande, es una especie de patria mayor que excede a todas las fronteras del «danielorteguismo» que nos pasó con mediana transición del sueño a la pesadilla.
La época fundacional
Tuvimos la oportunidad de conversar con ella en las dos últimas ocasiones que estuvo en el país. En el hotel, en la feria, en nuestra casa, todo muy informalmente y en un afamado restaurante donde pedimos permiso para sostener el diálogo para esta entrevista con País Político.
Gioconda estudió publicidad y periodismo y a través de esas carreras inducida por un novio poeta que fue «muy importante en mi vida», tuvo la oportunidad de «entrar en contacto con gente que estaba con los artistas. Que eran antisomocistas, que estaban tratando de quebrar las convenciones. Habían escritores también, era una juventud muy militante… Militante, aunque todo era clandestino. Pero hacíamos cosas públicas como exposiciones, recitales de poesías, así me metí en ese mundo».
¿Y ahí fue que llegó la poesía, o ya estaba de antes?
No fue en ese espacio donde yo empecé a sentir esa influencia. A leer otras cosas porque ellos me ponían a leer otra cosa. Yo había leído mucho en mi vida pero había leído como literatura europea, literatura clásica.
No habías entrado el mundo de las ideas, por decirlo de alguna manera, los libros como quiera siempre traen ideas pero…
No había entrado el mundo latinoamericano. A la visión, por ejemplo, de lo que significó la colonia, a las raíces de nuestra situación…Y entonces cuando yo me percato, al leer Los condenados de la tierra, por ejemplo para mí un libro fundamental. Yo leí muchísimo. Y, además en ese momento, era la gran oposición a la guerra del Vietnam y estaban emergiendo los movimientos feministas.
Los elementos y condiciones sobraban entonces…
Fue una tormenta perfecta. Nunca me acuerdo haber tenido más sensación de felicidad. Yo me acuerdo que caminaba en la calle y sentía que la piel no me alcanzaba a cubrir.
Como si tuvieras alas literal.
Tenía tanto por dentro, y además me enamoré de este poeta.
Además descubrió la piel.
Exacto.
¿No le temió?
Para nada, al contrario, fue como que se me abrieron todos los ojos del cuerpo. Entonces para mí fue un despertar y yo introducirme a un mundo donde yo sentí esto: ‘si me gusta esta vida así’; esto es lo que le da sentido a la vida. Luego de ahí, me metí a leer filosofía. Si hay algo que se puede decir del movimiento revolucionario de Nicaragua, fue que nos educó. O sea había una conciencia de la necesidad de la conciencia, de crear una conciencia bien asentada, sobre, digamos, la historia, análisis político. Fuimos bien privilegiados en ese sentido, los de esa generación estudiamos los círculos de estudio eran fundamentales. Yo estudié filosofía, o sea, era una muchachita católica, pero nunca fui muy piadosa. Me separé de la Iglesia Católica porque un día me fui a confesar por no haber ido a misa el domingo anterior. Y un cura empezó a preguntarme cosas íntimas. Si estaba casada, que si mi marido me tocaba, o sea, y yo me levanté del confesionario y dije nunca más en mi vida vuelvo aquí. Y hasta ahí llegó.
Hasta el sol de hoy, como dicen…
«Y hasta el día de hoy, pero fueron realmente los libros los que me hicieron entender la idea materialista y la diferencia entre idealismo y materialismo. El materialismo me pareció muy coherente y mucho más científico que esa fantasía de la religión.
Por aportar sobre esos monstruos políticos a los cuales hay que de alguna manera enfrentarse y que creo que toda Latinoamérica en su momento los enfrentó a través del arte, de la pintura, el poema, a través del conocimiento, Y sobre todo a través de fomentar además de la militancia activa un pensamiento crítico.
O sea, nosotros fuimos todos seducidos por la idea socialista, fuimos seducidos y realmente parecía que tenía sentido todo eso que ahora odio y que me parece atroz.
A mí me tocó algo de eso. Cuando digo los 70 estoy hablando quizás finales o principios de los 80. Recuerdo que nosotros vivíamos los 12 años de Balaguer, la denominada dictadura blanda de Balaguer y de alguna manera toda la sociedad pensante se envolvió en ese proceso de resistencia que estaba viviendo América Latina, porque todos lo estaban viviendo, dictaduras civiles y militares, la persecución de las ideologías socialistas denominadas comunistas. Aquí se hizo oposición a través de clubes culturales donde íbamos a jugar voleibol, a aprender teatro, hacíamos poesía colectiva (coreada) etc, Lo cual me marcó mucho, por ejemplo mi relación con la poesía, mayor fascinación fue con la poesía social…
Pedro Mir.
Exacto, el canto de Pablo Neruda. Entonces la poesía era como un arma que cobraba sentido con las ideas de ese momento…
Exactamente, pero ahora que lo dices, tienes toda la razón, de cómo funcionó ese espíritu revolucionario. Vivió también a través de la música. Había gente maravillosa, como la Violeta Parra, Mercedes Sosa, gente extraordinaria.
Nosotros teníamos a Sonia Silvestre, a Víctor Víctor, Claudio Cohén, a Luis Días, Ramón Leonardo, a muchos.
Pero además ustedes oían a todos los demás…
Por supuesto.
Por supuesto, uno no sabía lo que estaba oyendo necesariamente pero estabas en esa sopa.
Exactamente.
En esa sopa que se estaba cociendo y que estaba cociendo lo que todos pensábamos, que iba a haber un nuevo amanecer. Y por eso creo que es tristísimo que la revolución nicaragüense se haya convertido en eso que es lo contrario a la revolución que sucedió. Era como decir bueno todo esto que soñamos ahora sucedió.
Dos cosas que nosotros vivimos con la misma intensidad, el caso de Nicaragua y el caso de Chile. Para nosotros era nuestro. Todos nos sentimos identificados y sufrimos la derrota y su triunfo era el nuestro y eso era como decir waooo… ¡se puede!
Pero eso es lo que yo digo muchas veces, que yo siento que fui muy afortunada. Que vi un sueño cumplido, no te puedes imaginar lo que es eso. O sea, tampoco la gente vive eso aunque haya pasado todo lo que haya pasado. Nadie me quita esa experiencia. He recuperado mi patria, he recuperado toda esa sangre que he visto caer, porque yo he visto morir tanta gente. Éramos 10, quedamos dos. O sea, era que se iba la gente un viernes y el lunes la mataban. Entonces de repente estás ahí y dices se cumplió, se hizo. Fue posible, eso tiene un poder extraordinario. Y ahora, Daniel Ortega no puede destruir eso, no puede, porque la memoria tiene un peso, una resiliencia y nosotros tenemos esa memoria. Sabes lo que yo veo lindo es que eso vive o si no vive en mí va a vivir en mucha gente que experimentó eso, y que reclama, y no reclama solamente por lo de Nicaragua sino por sus sueños. Reclama por sus esperanzas.
Y reclamamos porque la mayoría nos sentimos burlados…
Claro, es que están burlados, fueron burlados…
Entonces, ¿en ese contexto fue que empezaron los primeros cantos patrióticos, las primeras poesías pistolas?
Mira yo escogí mi rebelión y mi rebelión fue ser mujer, porque yo no podía escribir nada públicamente de la patria y de todo eso, porque yo era una persona que estaba ilegal, estaba clandestina, yo me movía en la sociedad, yo recogía información, hacía un montón de cosas porque tenía una tapada legal. Entonces yo no podía escribir nada hasta que me fui al exilio fue que pude dejar salir mis sentimientos revolucionario-patriótico. Mientras tanto, el único poema así que puedes decir que, digamos, preconizaba lo que yo iba a decir después, fue el último poema que salió publicado, se llamaba «Amo los hombres y les canto». Y hago toda una lista y una enumeración caótica de gente. Y después digo vámonos, vámonos que todo esto cambie, empecemos a caminar…
Quiero llevaros a recorrer los caminos
Por donde avanza –inexorable– la Historia.
Porque los amo, quiero llevarlos de frente a la nueva mañana,
Mañana lavada de pesar que habremos construido todos.
Vámonos y que nadie se quede a la zaga,
Que nadie perezoso, amedrentado, tibio, habite la faz de la tierra
Para que este amor tenga la fuerza de los terremotos,
De los maremotos,
De los ciclones, de los huracanes
Y todo lo que nos aprisione vuele convertido en desecho
Mientras hombres y mujeres nuevos
Van naciendo erguidos
Luminosos
Como volcanes…
¡Vámonos,
Vámonos,
Vámonos!
«Estábamos hablando de la excitación que vivimos la gente de mi generación, de los setentas. De toda esa época tan fantástica, vos no viviste los setentas fue algo impactante… Imagínate que América Latina era una cosa… que había una energía increíble.
Bueno, uno termina tal y como tú dices, contextualizando, analizando y poniendo cada cosa en su puesto, en la medida qué uno va viendo todo a la distancia y en su órbita.
Es un milagro bien escrito Gioconda. Su ser y su pensamiento está en sus novelas, en sus poemas, ensayos, entrevistas y testimonios, en fin en su propia vida.