
Faride Raful frente a los designios de la reelección
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Faride Raful tiene una envidiable hoja de vida en la política. Su figura emergió como resultado de la necesidad de relevo para un electorado con deseo de elegir nuevos rostros en los diferentes estamentos de poder. Montada en la ola del cambio, primero ganó en el 2016 como diputada del emergente Partido Revolucionario Moderno (PRM), estructura con apenas dos años de fundación. Su frescura, inteligencia, arrojo y un discurso de confrontación y aguerrido desde la oposición, inspiraron a un grupo importante de jóvenes que –quizás indirectamente– se lanzaron al ruedo en el 2020, momento de una coyuntura muy especial que favoreció el triunfo de Bolívar Valera, José Horacio Rodríguez, Omar Fernández y Orlando Jorge Villegas, todos ellos diputados, con aspiraciones de seguir avanzando hacia otras posiciones electivas.
Con 37 años, el 16 de agosto de 2016 juró como diputada, y a los 41 subió un importantísimo peldaño como senadora del Distrito Nacional, ungida por una relevante valoración. Faride es Faride. Una fiel representante del exigente votante de la circunscripción uno, en su mayoría con un alto perfil económico, social y cultural. Para las elecciones pasadas desarrolló una campaña cuasi personal, sustentada en promover su figura, su discurso, sus propios colores y sellos distintivos que subliminalmente la desmarcaban del PRM. Ella era una voz.
Faride fue la pesadilla del debutante Rafael Paz, candidato en la misma demarcación por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y el azote de Vinicio Castillo –el más veterano de todos–, en la boleta del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC). Su voz era su arma, como comunicadora abrazó el discurso «por un país productivo, transparente y para todos», desfiló por la alfombra roja de espacios de gran penetración y ofensiva discursiva, como «Esta noche Mariasela», «Oye país», «Enfoque matinal» y «Voces propias» de La Z-101 FM.
La senadora por el Distrito Nacional es uno de los bastiones del partido de Gobierno que se mueve con un grado considerable de independencia. El suyo no es caso único. Faride, con el voto en sus bolsillos, ha asumido con algunos temas posiciones frontales en contraposición de las directrices institucionales, sobre todo desde la poderosa e influyente tribuna de su curul. Como vocera del PRM en el Senado logra una notoriedad importante, una vigencia mediática –que maneja como pocos de sus compañeros– que le permite conservar su aura de actriz de primer orden a tomar en cuenta cuando se empiecen a definir las candidaturas en este mismo 2022.
En las redes sociales, esa masa amorfa, impredecible y cambiante que tanto le favoreció en el 2020, no la trata con la misma deferencia de entonces. Críticas antes de menor importancia, suelen acentuarse a partir de quienes concluyen que «su voz» cambió con el Cambio. Hoy se le escucha menos, con un discurso más en sintonía con la política general del Gobierno, el suyo, (y eso era de esperarse), pero desde las aguerridas trincheras de las redes poco se entiende y se le perdona que apruebe o desapruebe un tema en cuestión.

Faride es Faride, pero quizás no es la misma de antes. Por lo menos, no para todo aquel que le votó en el 2016 y luego en el 2020. De momentos se le ve apartada, transitando por caminos pedregosos en solitario, cuyo peso político real se determinará para el 2024, cuando se prevé la celebración de unas elecciones menos coyunturales, en un escenario liberado de la pandemia y un PRM en el Gobierno bajo el implacable escrutinio de la población.
El tema de la definición de las candidaturas, obviamente, no se resolverá en el mismo clima de cierta tranquilidad que caracterizó este proceso para el 2020 cuando los perremeístas estaban fuera del Gobierno. De hecho, empiezan a escucharse voces inconformes entre algunos diputados del partido con intenciones de hacerse con la candidatura a la senaduría, tanto por el Distrito Nacional como para la provincia Santo Domingo.
Que se creen ahora con mayores posibilidades de triunfo, alimenta el deseo de una competencia más descarnada. Pero lograr la candidatura en el partido no es que garantizará una victoria en las urnas, cuando se vislumbra a una oposición que empieza a sacar pecho, advirtiendo que es posible replicar la fórmula de un fuerte bloque integrado por candidaturas aliadas entre Fuerza del Pueblo y el Partido de la Liberación Dominicana, como sucedió con el primero y el PRM en el pasado electoral reciente.
Pero todavía falta para saber si el elector –el que ella sabe que tiene en sus bolsillos– sigue confiando, y por eso la legisladora da una respuesta ambigua cuando se le preguntó el 16 de mayo en una entrevista en el programa «El rumbo de la mañana» (98.5 FM) si buscaría la reelección: «Soy senadora a mucho orgullo, de la capital, amo mi trabajo, creo que estoy haciendo un buen trabajo, honesto trabajo, digno trabajo».
No quepa duda que Faride Raful tiene un espacio ganado a pulso de sus éxitos y su capacidad de liderazgo. La incertidumbre que podría estarle carcomiendo la tranquilidad, desaparecerá con la capacidad de negociación en la ejecución del Presidente Luis Abinader para mantener a los suyos en calma y en obediencia. Hasta ahora ha podido cumplir satisfactoriamente con esa misión. Pero en esta ocasión, la voz de la senadora poco tendrá que ver cuando se escuche la última palabra.