El peso de la razón política
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En The Diplomat, la serie de Netflix protagonizada por la talentosa actriz Keri Russell y Rufus Sewell, una diplomática de los Estados Unidos en Londres, Inglaterra, maniobra para evitar una guerra entre las potencias, tratando al mismo tiempo sobrevivir al impecable filo de la navaja política, en manos de un liderazgo masculino. En «Keep Your Enemies Closer», algo así en español como mantener siempre cerca al enemigo, penúltimo capítulo de la primera temporada de la exitosa serie –ya se confirmó la serie temporada– la embajadora Kate Wyler tiene que viajar a la Casa Blanca para informar al presidente sobre el caso en cuestión, y se ve en la oficina oval arropada por un staff predominantemente masculino, que apenas le permite abrir la boca.
Wyler, en su relampaguente regreso a Londres, vuelve decepcionada, impotente, con el aliento cortado, convencida de lo implacable que puede ser la caballería política en el tablero del poder mundial. La escena de la Casa Blanca –sin duda el mejor capítulo de la primera temporada de esta serie ligeramente sobrevalorada– es una representación fiel de las barreras que aun tiene que derribar la mujer en los ámbitos de la política. Pienso de repente en la senadora en el Distrito Nacional por el Partido Revolucionario Moderno. A la mente me asalta el nombre de la hija del expresidente de la República, Hipólito Mejía, Carolina, alcaldesa del Distrito Nacional. En Margarita, sobre todo.
Un factor elemental que la clase política femenina se ha saltado de manera olímpica es entender el peso de las estructuras –la caballería, podría decirse– en las formaciones partidarias. La diplomática que encarna Keri Russell en la serie dramática expone de manera muy detallada el trasfondo de las decisiones que emana el círculo de poder que suele poner a un lado el cacareado discurso de la equidad de género. La hija de Papá acude a las urnas por segunda ocasión de manera consecutiva con el corazón en las manos. Las variables «extraoficiales» de las que dependen una eventual victoria para continuar al frente de la alcaldía del Distrito Nacional ponen los pelos de punta.
Aún en contra de su voluntad, Carolina corre riesgos políticos que en cualquier escenario pudieran frizar su primoroso ciclo en las filas de un PRM en el cual logró, incluso, echarse en los bolsillos la secretaría general en la conveniente distribución de los puestos institucionales clave entre el presidente Luis Abinader e Hipólito Mejía, el segundo a bordo en el liderazgo que domina en la organización.
En La diplomática, Keri Russell trabaja a las sombras de su esposo, hombre de Estado que mueve los hilos para que se tomen las decisiones de la Casa Blanca. En el centro de una crisis internacional a gran escala, se puede apreciar cómo el juego político se desarrolla de una manera debajo del foco mediático, y de otra en los despachos a los que sólo tienen acceso quienes ostentan el poder para ejecutar las disposiciones. La diplomática representa aquí tan solo el medio a través del cual se puede alcanzar (o materializar) el fin.
En la política el peso de la razón es muy liviano. Es lo que todavía no logran entender quienes tratan de subir en la escalera que lleva a los ámbitos de poder. No es fortuito que algunos de los que sí están conscientes de la naturaleza del oficio, hacen lo que les permitirá en este 2024 poder aspirar en el 2028. «No hay 2028 sin 2024». El desempeño en las urnas el próximo domingo servirá de termómetro para medir la salud –o el poder real– de las tendencias perremeístas en un partido en el que se han desatado los demonios que sometieron a un PLD que se creía invencible.