El día que puedas, asiste a un concierto de Emmanuel
Comparte Este Artículo
El célebre artista mexicano Emmanuel cierra los ojos la mayor parte del tiempo cuando interpreta sus canciones más emotivas. Casi su repertorio en pleno es una selección que toca la nostalgia, el romanticismo que estuvo tan presente en casi todos los géneros musicales de los 80 y principios de los 90. Él y sus piezas más populares pertenecen a esa época, a Dios las gracias.
A Manuel Alejandro y Ana Magdalena –dupla que parió composiciones maravillosas de los años dorados de la balada pop– pertenece ese inolvidable Pobre diablo con la que el intérprete logró que el público, en un Teatro Nacional a casa llena, se pusiera de pie por vez primera, otorgándole una ovación que literalmente lo frizó en el escenario por un buen rato, sobrecogido por la emoción que supone, aún tantos años después, sentirse vivo.
Un set up a la altura de cualquier artista que se respete –y respete al público–, una portentosa banda de trece músicos y cuatro coristas, Emmanuel salió al escenario a las 9:24 de la noche, luego de un intro vibrante para cantar su primer medley con Corazón de melao y Tengo. Antecedió a Pobre diablo el tema Seguía lloviendo afuera, y siguió en esa línea con Quiero dormir cansado y Detenedla ya.
Con siete canciones y 17 minutos de música, el concierto apenas empezaba a tomar forma. Formal y en su punto son sus primeras palabras para el auditorio. Como todos esos grandes intérpretes de México, sabe conectar y tocar con un buen sentido del humor, en esta etapa de una carrera admirable, para quien lo logró todo y no tiene nada que demostrar.
Tuvo generosas palabras para el músico, compositor y arreglista dominicano Manuel Tejada, sentado en primera fila, de quien pocos recuerdan que en el 1994 trabajó junto a Víctor Víctor en su álbum Esta aventura, canciones en su mayoría compuestas por el intérprete de Mesita de noche, tres de ellas con créditos compartidos con Tejada.
En la primera parte del concierto, Emmanuel aglutina muchos de sus éxitos de oro: Bella señora, El rey azul y Terco corazón. Vaya que si Manuel Alejandro lograron lo impensable en esos años. Tantas melodías antológicas, líricas que pocos consiguen en estos tiempos, artistas que se consagraron en esos tiempos, aún arrancan ovaciones como solo lo puede quien una vez pudo y hoy todavía puede cautivar como el primer día.
Antes de volver al camerino para regresar con su primer cambio de atuendo, deleitó con Esta triste guitarra, Tengo mucho que aprender de ti, Es mi miujer y Sentirme vivo. En medio de este puñado de temas, cantó Quieren que la olvide, un experimento extraño (y prescindible) en el que mezcla la bachata con el regional mexicano. Más contemporáneo es Sentirme vivo, composición de Juan Marco Zignago, una canción súper emotiva y alentadora con la que el artista invitó al público a ponerse de pie y cantara al unísono como una sola voz.
En su grandioso concierto, una producción ejecutiva del empresario César Suárez Jr. (mister octubre-noviembre, ahora le llaman, por la gran cantidad de shows exitosos que ha presentado en el país en los últimos años para esta época), no podían quedarse otros emblemáticos éxitos: No he podido verte, que le escribiera el célebre cantautor dominicano Juan Luis Guerra; No hay que arrimar el alma, Todo se derrumbó, Bella y, naturalmente, Tú y yo.
Con arreglos renovados, entre medleys y repasando cada una de sus etapas más importantes, el artista demostró que sigue siendo una estrella de la música latinoamericana. El público mantuvo en alto el entusiasmo, con casi dos horas enriqueciendo el alma gracias a su insuperable repertorio. Partió al camerino antes de partir, salió vestido con un traje rojo estampado, le puso aun mas ganas a sus últimas interpretaciones: Chica de humo, Toda la vida y La última luna. Cuando salimos del teatro, miramos al cielo y comprobamos que la Luna estaba en fase de Cuarto Creciente. Partimos, sobrecogidos por la emoción que provoca sentirse vivo.