Un viaje sin regreso al 40 aniversario de una carrera admirable
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Santiago de los Caballeros.– Cuatro décadas es tiempo suficiente para forjar un legado que perdure en el tiempo. Que sirva de referencia para las nuevas generaciones que aspiran a concebir una obra con características similares. Es lo que pudo lograr Bonny Cepeda, una de las figuras de alto perfil de esa incomparable era de los años dorados del merengue.
Para la ocasión, tan especial para él como para su hermano Richie y su fanaticada incondicional –como lo es todo fan con afición a la calidad, a lo bueno y a lo perdurable– Cepeda se fue a Santiago, al Gran Teatro del Cibao, la provincia que lo vio nacer.
Con una producción artística básica, el primer merenguero dominicano en la historia en lograr en 1986 una nominación al Grammy con su álbum Noche de Discotheque, convocó al escenario a una considerable de invitados –entre ellos algunos que en algún momento perteneció a su orquesta y otros amigos cercanos con incidencia en su trayectoria– estuvo respaldado por una alineación de músicos veteranos, que estuvieron a la altura de la ocasión, bajo la dirección de Deivit Landestoy y producción artística de José Capellán.
No es casual que Bonny siga vigente a 40 años de trayectoria, y eso se lo debe una discografía de éxitos envidiable, que siempre apostó a la evolución con el cambio de gusto del público, pero también sin claudicar a los niveles de calidad que siempre le ha caracterizado. Como indicara Ramón Orlando, uno de sus invitados, el intérprete del hit La fotografía puede presumir que es dueño de las cinco coronas que solo tienen los artistas completos: compositor, arreglista, productor, pianista y cantante.
Como manda el libro, el primer «invitado» del festejado fue su hermano Richie, que mantiene una voz saludable, potente como en sus mejores tiempos, para cantar Qué caliente estoy y Me tiene chivo. Y detrás siguieron otros intérpretes, unos no muy conocidos en este mercado, como Yovaldo Ordóñez, que cantó El africano y el venezolano Omar Enrique, uno de los embajadores del merengue en esa nación.
A Bonny no le pareció suficiente con esa discografía de grandes éxitos que ha producido a lo largo de 40 años, aprobó que muchos de sus invitados (como Ramón Orlando, Fernandito Villalona, Félix Manuel y Carlos Manuel El Zafiro) cantarán una canción de sus respectivos repertorios. Y en el caso de El Zafiro fue una de las sorpresas más agradables de la noche. El público aplaudió su presencia, que cantó también con una voz aunque no con los registros de sus mejores tiempos, pudo cumplir con efectividad su compromiso de la noche.
Otro protagonista fue Carlos David, que en algún momento perteneció a la orquesta de Bonny Cepeda, otra de las figuras emblemáticas de los años 80, que conserva su figura y su voz como en sus mejores tiempos. El ex integrante de La Orquesta Liberación interpretó Todo me gusta de ti; luego se sumó July para cantar Cuarto de hotel y Henry Castro, otro ex compañero de Cepeda, que hizo Quisiera ser.
Gran dominio escénico, con una actuación impecable, tuvieron el venezolano Omar Enrique –hizo Nadie como tú, de The New York Band– y Henry Trinidad, de la legendaria agrupación Rikarena: ¡qué voz! Un artista impactante en el escenario, que recibió una ovación que honró su participación. Cantó Cuando el amor se daña, tema al que Bonny trabajó los arreglos y es compositor.
No podía faltar Fernandito Villalona, que en sus años de Los Hijos del Rey contó con el talento de un Bonny Cepeda iniciándose en el ámbito merenguero. Y Ramón Orlando que tocó solo a piano su insuperable balada Mil maneras y luego pasó al merengue con el hit No hay nadie más.
El teatro vibró con el abrazador sonido de los tambores de la Yucahu Band, momento en que la orquesta hizo un popurrí instrumental de varios éxitos del artista y ellos iban acompañando con sus timbales. Espectacular este número. Minutos de grandes emociones mientras estuvieron en escena.
El preludio de la despedida reservó un momento especial para los dos hermanos: «participación» de su madre Anan Cepeda, recreada con inteligencia artificial, que los invitó a cantar juntos el tema Salomé. Después salió con su flow el gran Krisppy, probablemente el cantante del merengue típico más completo, para animar al público con su vibrante tema Cuándo volverás y luego cantó El maíz, uno de los hits del momento.
Tito Kenton fue convocado para cantar dos canciones, La política compay y Es cuestión de papeleta. Recreó junto a otros dos bailarines esos inolvidables pasos impactantes que caracterizaba aLos Kenton.
Y la noche se hizo larga. Bonny estuvo en escena por casi tres horas –mucho tiempo para un concierto en teatro– pero todo aceptable para una velada que solo sucede una vez en la vida, y la vida artística de este gran talento de la música merece una, dos, tres o cuatro horas para cantar una y otra vez merengues de esa época dorada, que también es la suya.