El ciclo de la paz y la prosperidad
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LA ETAPA.– En el año 1996, de la mano del doctor Joaquín Balaguer y del profesor Juan Bosch, el otrora joven político Leonel Fernández Reina y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) alcanzaron el poder en República Dominicana. Era el fin de la transición democrática lidereada principalmente por Bosh, Balaguer y Peña Gómez, y se abría una nueva etapa a la que he llamado el ciclo de la democracia formal –formal porque como país todavía no hemos llegado a la calidad esperada de la misma–. Ese grupo, primordialmente compuesto por jóvenes de alta preparación académica, llegaron a Palacio cargados de sueños y buenas intenciones.
Con ellos una parte importante de una generación. Tras el ínterin de un mandato presidencial, regresaron nuevamente y gobernaron durante cuatro períodos más. Su influencia fue evidente en casi todos los sectores organizados de la sociedad. No obstante, por situaciones endógenas y exógenas, el electorado entendió que su ciclo había terminado y decidió favorecer con la conducción de los destinos nacionales al Partido Revolucionario Moderno (PRM) y aliados, de la mano del presidente Luis Rodolfo Abinader Corona, dando apertura a una nueva fase…
PRESENTE.– Hoy como ayer, en su mayoría, los que gobiernan son jóvenes preparados intelectualmente, y cargados de anhelos y esperanzas; y, aunque relativamente ha pasado poco tiempo, hay señales fuertes de que han cautivado la atención del electorado y de las denominadas «fuerzas vivas» de la nación. Por ende, me atrevo a decir que tendrían sobre sus hombros la responsabilidad de liderear este nuevo ciclo en los próximos cuatrienios.
De ahí que sea útil, así como uno mira el retrovisor, breve segundos, antes de hacer un rebase, otear la historia para seguir construyendo un futuro cada día mejor y más promisorio; tomando y mejorando los aciertos, y evitando las cosas que se pueden superar. Concomitantemente, la oposición tiene el reto de seguir reorganizándose y ejercer su rol, que algunos de los sectores se han tomado en serio, y, viéndolo desde sus perspectivas, hacen un esfuerzo loable. Según anunció el presidente Abinader, de ser electo para un próximo período –que estoy convencido de que va a ocurrir–, se enfocará en hacer un gobierno de unidad nacional, cosa que entre todos debemos ir labrando desde ahora…
PELIGRO.– Cuando uno estudia los países de la región, puede observar ejemplos en los que, si bien las instituciones funcionan, lo hacen en medio de un clima político de alta animadversión. Los desencuentros son tan virulentos, sea por ideologías o por meros intereses, que la violencia verbal, y hasta física, se ha normalizado y hecho costumbre. Es difícil gobernar para todo un país, en medio de divisiones pasionales de esa índole.
Los debates deben ser racionales, para lograr resultados de bien para la colectividad, aun en medio de las ejecutorias, propuestas, críticas y contra críticas propias del quehacer político. Debemos evitar la producción de hechos sangrientos como los acaecidos en los últimos días, y ligados, de una forma u otra, a varios partidos del sistema; independientemente de las circunstancias en las que se hayan desarrollado. Para eso, el liderazgo político nacional debe convocar a la paz, y asumir un discurso en tal sentido, sin que ninguno de los sectores tenga que claudicar en sus esfuerzos por comunicar sus ideas al electorado.
Casi todo puede decirse, pero con respeto, sin entrar en ámbitos personales y sin mancillar honras licenciosamente. Es loable la actitud de los funcionarios del gobierno que se expresan siempre dentro del ámbito de la mesura y la consideración, así como de algunos sectores de la oposición cuyas interacciones son acorde a los buenos modales. De esa forma, entre todos, cada quien, desde su parcela, contribuiríamos a que este sea un ciclo político de paz, en el que, como dijo Joaquín Balaguer, se creen riquezas y se distribuyan riquezas. Y alcancemos, como país, cada vez más prosperidad. ¡Estamos a tiempo!…