
El arte como aporte a la cultura
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En una reciente entrevista que me hiciera la periodista y comunicadora Colombia Alcántara me preguntaba mi opinión como artista y profesora sobre el crecimiento y aceptación del movimiento de cantantes urbanos de nuestro país.
Mi respuesta por la que pido que me excusen los aludidos (porque luego recordé que el maestro Yaqui Núñez del Risco una vez me señaló que hay mil formas de decir las cosas y que la comunicación que resultare hiriente no es buena ni para el receptor ni para el emisor) «solo nos queda esperar que la basura pase», respondió mi impotencia. Aun así, entiendo que existe una enorme complejidad en el tema como para responder de manera apresurada y con pocas palabras.
Mucha gente suele comentar en su defensa que esos muchachos crean desde sus vivencias, su realidad a lo que doy un porcentaje válido, pero partiendo de que la salvación es individual y de que cada cual construye la propia, esta pudiera ser diferente con la ayuda de una educación integral y correccional desde el núcleo de los hogares y por supuesto de los organismos reguladores correspondientes.
Otra opinión muy aceptada se refiere a que el asunto es generacional basándose en que en todos los tiempos ha existido misoneísmo (rechazo, oposición a las nuevas corrientes) tomando por ejemplo casi siempre el rock.
A propósito de rock, el pasado mes de febrero se celebró el 50 aniversario del álbum The Dark Side of The Moon, de la emblemática banda británica Pink Floyd, intérprete de rock experimental, sinfónico, progresivo, álbum que disfruté desde mis 13 años por ser uno de los preferidos de mis hermanos mayores.
Música, intérpretes que permanecerán en mi espíritu por su genialidad, creatividad y calidad. Recuerdo y aprecio los mensajes a través de sus liricas las que se paseaban desde los social a la conciencia espiritual, recuerdo escuchar por primera vez dentro de la música magistrales efectos y sonidos integrados como el de un helicóptero en vuelo, una caja registradora como es el caso en el tema Money en donde también se escucha la grosera expresión bull shit (pura mierda) está dentro de un contexto social que no es lo mismo que llenar un tema de vulgaridades para sociabilizar.
Soy consciente de la desigualdad que nos invade de que no todos tenemos las mismas oportunidades que existen factores como geográfico, cultural, económico, determinantes en la creación, realización y mercadeo de una buena grabación. Sin embargo, hoy día existen herramientas que antes no, entre ellas el privilegio de escuchar emisoras de cualquier país del mundo de lugares que hasta ignorábamos su existencia, esto nos brinda la gran oportunidad de ampliar nuestra cultura musical, elemento influyente a la hora de crear en ese entonces, ¿por qué involucionar? El interés también cuenta y al parecer es punto muerto en muchos de los jóvenes intérpretes del género hoy día.
Es tiempo de reflexionar y elegir hacer trabajos que valgan la pena recordarlos. Muchachos artistas, mi humilde consejo es que, al crear, al trabajar la música tengan presente cual es el aporte que sumara a su carrera y a la sociedad, piensen lo que desean lograr, si el objetivo es ser parte del modelo que motive admiración y orgullo o repudio en la historia de la música dominicana y del mundo sin importar el género.
El arte es un regalo de Dios que no todos recibimos. Úsalo con agradecimiento porque para ser vulgar no se necesita talento.