
Debatir mejora la política
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El plan de trabajo que sustenta una campaña política se ejecuta sobre la base de ejecutorias que se mantienen prácticamente invariables, con excepción de los cambios que imponen las nuevas tecnologías o plataformas de comunicación a través de las cuales se amplifica el discurso electoral. Sin embargo, no podríamos afirmar del todo, que en República Dominicana el ejercicio político no ha evolucionado, o que el panorama y el comportamiento de la ciudadanía sigue siendo el mismo hoy que hace 30 años.
Un ejemplo: la incontrolable gestión propagandística que antes inundaba las calles con la colocación indiscriminada de vallas y pancartas, hoy es cosa del pasado, gracias a una gestión efectiva para erradicar la contaminación visual, que inició en el Distrito Nacional durante la administración del alcalde Roberto Salcedo (2002-2016) y que, en el tiempo, se extendió a todo el país.
En el país político dominicano, hay un aspecto al que la mayoría de sus practicantes le huye como el diablo a la cruz. Hablamos del debate. Parecería un tema sin importancia, y lo seguirá siendo para la gran mayoría, si la ciudadanía se queda de brazos cruzados, indiferente ante la indiferencia de los profesionales de la rama que no están dispuestos a ponerse frente al micrófono, en las campañas electorales, para debatir sobre sus propuestas, su plan de trabajo, su visión a mediano plazo para trabajar en pos de mejorar la calidad de vida de su gente.
En las elecciones municipales del 2020, se llevaron a cabo iniciativas casi imperceptibles –solo algunas rondas se celebraron en el Distrito Nacional– en el que participaron actores convencidos de la importancia que tiene este recurso para ganarse el voto en una demarcación con un electorado con un nivel intelectual aceptable.
Arturo Feliz Camilo, profesor de historia y ciencias sociales que desde hace diez años se desempeña como Debate Head Coach del Colegio Bilingüe New Horizons, aborda con sentido crítico el rechazo al debate de la clase política dominicana. Para el head coach prevalece en el país una cultura en la que el votante elige a un candidato porque pertence a un partido tal, no por sus posiciones sobre los temas transversales de una sociedad.
«Los partidos dominicanos no tienen posiciones ideológicas», se lamenta Feliz Camilo, «las organizaciones son una marca, entonces la gente debate –les llamo «debate de colmadón»– o discute en base a quién roba, quién roba menos. Ese tipo de debate revalen el nivel educativo que tiene el dominicano promedio.
No es tan complicado, saber porqué a los políticos no les gusta debatir. Tenemos representantes políticos que saben leer y escribir a mucho esfuerzo, también políticos que no tienen capacidad de analizar un proyecto de ley que tiene mil, mil doscientas páginas que luego ni siquiera lo estudian y votan por eso. Tenemos legisladores que públicamente han reconocido que aprobaron algo que no conocían. Eso solamente debería ser una cosa de descalificación absoluta para ocupar un puesto legislativo, de por vida».
El estamento político debe seguir unificando la implementación de regulaciones que contribuyan a robustecer los procesos de conformación de las boletas electorales, por un lado; que a posteriori se traduzcan en candidaturas idóneas para un ejercicio político-gerencial pulcro, institucional y eficiente. El debate puede ser un recurso que contribuya a que el elector pueda tener una decisión más crítica y exigente cuando vaya a marcar la boleta.