Cuando todos «éramos camaradas»
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En el último quinquenio del siglo pasado, la fuente educativa dominicana se convirtió en un escenario de intensa confrontación y ferviente activismo. En medio de un clamor popular por una reforma educativa integral, la sociedad civil respaldaba la aprobación de una nueva ley para el sector, que incluía el ambicioso Plan Decenal.
Con Joaquín Balaguer en la presidencia y en los últimos compases de su década en el poder, se designó a la destacada reformadora educativa Jacqueline Malagón para liderar este proceso. La agitación social a favor de una reforma que abarcara la educación inicial, básica y media estaba en su punto álgido.
En ese contexto, el comité ejecutivo de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), uno de los gremios más influyentes del país, reflejaba la diversidad política de la nación. Con representantes de derecha, centro e izquierda, ideológicamente hablando, la ADP contaba con figuras destacadas como Nelly Amador, Sigfredo Cabral, Higinio Jáquez, Melanio Paredes, Radhamés Camacho y Roberto Fulcar, entre otros valiosos líderes gremiales. Tres de ellos posteriormente asumirían el cargo de ministros de Educación, aunque las deficiencias del sistema educativo persisten hasta nuestros días.
En aquellos tiempos, todos compartían un objetivo común: una educación de calidad para todos. Sus acciones y demandas reflejaban una genuina preocupación por el bienestar y el futuro de la juventud. Era una época de confrontación constructiva, donde el diálogo y la lucha se entrelazaban en busca de un bien mayor: la mejora del sistema educativo.
Sin embargo, como periodista que cubría estos eventos, reconozco que perdí el enfoque y me convertí en un promotor de las demandas de los profesores. Recuerdo vívidamente una interminable huelga de maestros que paralizó la nación, y cómo tuvimos que intervenir, incluso a nivel editorial, para facilitar el diálogo entre las partes.
En aquel entonces, el término «cabeza caliente» resonaba en los pasillos del poder, indicando a aquellos líderes gremiales que agitaban las aguas de la negociación. Sin embargo, a pesar de las tensiones, finalmente se alcanzaron acuerdos y el Congreso Nacional aprobó la tan esperada ley general para el sistema educativo, con su plan decenal incluido.
Hoy, en retrospectiva, es evidente que los tiempos han cambiado. El recurso de paralizar la docencia, una vez efectivo, ahora se considera obsoleto y perjudicial para el aprendizaje de los alumnos. Es hora de explorar nuevas estrategias de lucha, tal vez incluso consultando a la Inteligencia Artificial para encontrar enfoques más efectivos y menos disruptivos.
Los profesores, en sus reclamos, a veces parecen anclados en el pasado, especialmente cuando las movilizaciones se centran exclusivamente en demandas salariales. Como el sonido de un violín experto en comparación con el estruendo de un reguetón, es necesario encontrar la armonía entre la tradición y la innovación en la lucha por una educación de calidad en la República Dominicana.