
Carlos Veitía: «Me honra representar la danza clásica en Premio Soberano»
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«Carlos Veitía tiene una carrera que ha servido de referencia para las nuevas generaciones en el campo clásico», comentó Emelyn Baldera, presidente de la Asociación de Cronistas de Arte al anunciar que el Comité Ejecutivo que lidera decidió otorgarle el Premio Soberano a las Artes Escénicas y que este le será entregado en la 38 ceremonia de gala que organiza junto a la Cervecería Nacional Dominicana.
El reconocido bailarín y coreógrafo clásico recibirá este galardón por una carrera que inició apenas a los 8 años de manos de la excelsa bailarina y maestra Clara Elena Ramírez alcanzando grandes logros nacionales e internacionales que él mismo cita en la entrevista que le da sustentación a este artículo.
Carlos Veitía actualmente es el director general del Teatro Nacional, espacio donde se desarrollarán los premios este 22 de marzo y desde donde ha hecho brillar su talento y el de otros artistas.
Este premio a la trayectoria de los protagonistas de las artes Escénicas nació bajo el mandato de Emelyn Baldera en su gestión 2017-2019 y le ha sido recibido por Cecilia García, Franklin Domínguez, María Castillo y la Orquesta Sinfónica Nacional. Con esta entrega a Carlos Veitía, sería la primera vez que él mismo se le concede a alguien que pertenece a la danza clásica.
Este premio a su trayectoria, ¿qué le significa?
Significa una gran satisfacción personal que los responsables de elegir a los artistas con mérito hayan escogido una persona de la danza clásica para destacar su labor en la profesionalización y la creación artística. Para mí es un honor recibir un reconocimiento de esta magnitud.
Ponerse en este punto de pensar en todo lo que ha hecho ¿qué le produce?
Me produce un sentido de responsabilidad para las generaciones que vienen en relevo. Estoy convencido de que, a través de la danza clásica, el país no solamente tendrá y tiene buenos embajadores pues es una fuente de trabajo potencial y una manera de seguir buscando la superación como artistas y como dominicanos.
Bailar, ¿fue un hecho espontáneo en usted?
Si, así fue desde pequeño. La música me inspiraba a moverme y me «hablaba» interpretando los sonidos que recibía. Pensaba en lo que los compositores hicieron sentir a la gente.
¿Como no todo el mundo tiene el privilegio de ser hijo de Clara Elena Ramírez, le preguntamos qué significó eso?
Bueno, sí. Mi madre era un espíritu muy influyente en la vida de todos los que la conocieron. Tenía mucha fuerza y ella no lo sabía. Poseía mucha convicción en lo que ella creía y en lo importante de la existencia. Transmitía las virtudes del arte con claridad.
¿Cuáles fueron sus mayores enseñanzas al hijo y al artista?
Entre sus mayores enseñanzas fue darme libertad de vivir las experiencias y aprender de mis errores. Mi madre enseñaba no solo el mundo académico de la danza sino también el mundo cultural que venía con esta.
El cuerpo como medio de experiencia danzaría ¿cómo lo define?
En mi etapa de bailarín, como todos los que ejercemos esa profesión, la disciplina y el entrenamiento diario son parte de la cotidianidad. Es muy riguroso. Luego, se transforma como maestro y coreógrafo, en un trabajo más intelectual.
Pasar de ser cuerpo que baila a ser quien crea para otros cuerpos, eso se hace a partir de la experiencia de lo que hizo o desde lo que se quiso hacer?
Siempre quise ser coreógrafo. Siempre me gustó crear, pues es la sensación de comunicar. A través de la música y los movimientos el lenguaje se torna infinito y más elocuente para trascender culturalmente.
Como artista, coreógrafo, productor y gestor, ¿podría contarnos sus mejores momentos, los que más atesora?
Los ballets que he creado y que me han llenado de satisfacción por el reconocimiento del público y la crítica especializada tanto aquí como en el extranjero. Los premios que he recibido, entre ellos El Dorado, Premios Talía de Plata, Premios Casandra, el Círculo Supremo de Plata Jaycee’s 72, los Premios Soberano, finalista en el Concurso de Coreografía Diaghilev y muy especialmente, ser reconocido y galardonado como Coreógrafo de las Américas en el Kennedy Center de Washington, entre otros. Además, exponer las creaciones coreográficas en países como Estados Unidos, México, Panamá, Puerto Rico, Martinica, Colombia, Haití, Cuba, Grecia, Polonia, entre otros.
¿Se valora la danza en el país?
Hay público que sigue la danza clásica y los artistas del ballet son profesionales dedicados y entrenados. Se busca la excelencia. El nivel de compromiso para patrocinar la danza en el país, desde ambos sectores, público y privado, debe seguir creciendo si queremos gozar de tener un buen ballet con temporadas fijas. Las naciones se distinguen por la admiración que provocan sus artistas y representantes.
En el pasado había muchos estigmas relacionados con el hecho de que los varones fueran bailarines, ¿superamos eso?
Cada vez hay más y mejores bailarines. El público que sigue la danza los conoce y admira. En todas las artes es necesario incentivar a la gente a descubrir sus exponentes nacionales y que la gente aprenda el valor del arte masculino.
¿Le pasó algo doloroso durante su formación por estudiar ballet?
Sí, una época difícil económicamente hasta que logré estabilizarme y desarrollar una Academia de prestigio.
¿Qué recomienda se haga en relación con la misma?
Trabajar sin dudar.
¿Qué le falta a usted en lo personal y en lo profesional por hacer?
Ayudar a difundir aún más el valor de las artes escénicas y su necesidad cultural en nuestra nación.
De lo que se siente más orgulloso y que quisiera ser recordado por esto?
Por mis creaciones coreográficas y por mi trabajo en la creación del Ballet Concierto Dominicano y el Ballet Nacional.