Avanza con fuerza la ola de la izquierda latinoamericana
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El pasado domingo 19 de junio se repitió un patrón que se ha ido cumpliendo en muchos países de Latinoamérica. Los izquierdistas Gustavo Petro y Francia Márquez se alzaron con el poder al obtener el 50.48% de los votos en el balotaje que los enfrentó al empresario Rodolfo Hernández, el candidato de la derecha colombiana.
Es la primera vez en más de 200 años que un político izquierdista gobernará el país centroamericano, de larga tradición conservadora y tras una guerra que enfrentó al Estado colombiano con las guerrillas de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)por más de 50 años.
A esta victoria de la izquierda latinoamericana la preceden la de Gabriel Boric, ex dirigente estudiantil, que el 19 de diciembre de 2021 derrotó en segunda vuelta y con casi el 56% de los votos al derechista José Antonio Kast; Xiomara Castro, el pasado 8 de diciembre se convirtió en la primera mujer e izquierdista en ser electa presidenta de Honduras, mientras que en julio de ese año el maestro y dirigente izquierdista peruano Pedro Castillo ganó la Presidencia a Keiko Fujimori, representante de la derecha de ese país.
A estas victorias de la izquierda en Perú, Honduras, Chile y Colombia, hay que agregarles gobiernos de la misma tendencia en México, Argentina, Bolivia, así como los ya establecidos de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Esta nueva ola de la izquierda latinoamericana provoca en muchos la pregunta ¿por qué el giro en todos estos países? La respuesta no es simple. Fácil tampoco. La mayoría de los países de esta parte del mundo han estado gobernados, desde sus orígenes tras la independencia de las colonias españolas, por gobiernos conservadores, de derecha y sangrientos períodos de dictaduras.
La inequidad social y modelos políticos que no han dado solución a los problemas fundamentales de los pueblos latinoamericanos, y la irrupción del neoliberalismo han llenado de frustración a los votantes, que ahora ven en las propuestas de la izquierda una alternativa frente a la demagogia tradicional de la derecha, que desesperados y sin discurso no han podido reaccionar ante el empuje de la nueva ola progresista.
Sintomático es que en los casos de Chile, Perú y Colombia, a las victorias de la izquierda le precedieron grandes jornadas de protestas, enfrentadas desde el poder con violencia, dejando un importante saldo de muertos, heridos y apresados en los respectivos países.
Corrupción, impunidad, violencia, pobreza y el mal manejo de la pandemia de la Covid-19, son elementos primordiales que han socavado a los gobiernos conservadores y neoliberales derrotados.
La ola pareciera avanzar, quizás no con la terrorífica apariencia del fantasma del comunismo que se anunciara recorría a América en las primeras décadas del siglo pasado, sino con una propuesta de unidad y consenso, sin los radicalismos del pasado, pero sí con la carga de la esperanza de los votantes que quizás esperan más de lo que realmente es posible para un gobierno que asume en medio de una crisis global, y una oposición poderosa y rabiosa.
La ola avanza, y tiene proa puesta hacia Brasil, donde el expresidente y líder sindical minero Luiz Inácio Lula da Silva se perfila como el próximo presidente en las elecciones de octubre. Con una significativa diferencia porcentual sobre el gobernante ultraderechista Jair Bolsonaro no sería arriesgado predecir su victoria.
El histórico líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) remonta con dos antecedentes trascendentales: haber encabezado un gobierno que sacó de la pobreza a más de 50 millones de personas, crecimiento de la clase media y la creación de nuevos puestos de trabajo, entre otros importantes logros económicos y sociales en beneficio de las mayorías.
El otro aspecto a resaltar es el proceso judicial que se le siguió, acusado de actos de corrupción, debido a lo cual, estuvo en prisión preventiva durante 19 meses, siendo liberado después de una resolución de la Suprema Corte de Justicia que declaró irregular su prisión.
¿El pensamiento político de los votantes de cada país latinomericano se volvió marxista, izquierdista? No creo. Cada victoria de la izquierda en los diferentes países pareciera más el grito desesperado de la gente clamando por el fin de la impunidad, el imperio de la justicia y la redistribución justa de la riqueza. Luce que se aprovecha la apertura de la democracia, que a fuerza de mucha sangre y grandes sacrificios, ha permitido que se pueda elegir y ser elegido con cierto nivel de libertad, dejando cada vez más atrás el arraigado fraude electoral y la violencia política que impedía la participación democrática en los procesos.
El reto de los gobiernos resultantes de la nueva ola no es pequeño. El riesgo es alto. La suerte está echada, y no puede haber otra cosa que no sea el deseo y la esperanza de que los nuevos gobernantes hagan el mejor de los gobiernos posibles, en beneficio de sus pueblos, de todos.