
¿Acostumbrarse a las fake news?
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El uso de fake news en campaña electoral constituye un recurso pernicioso para el desempeño de un plan de comunicación que se considere mínimamente apegado a las normas que rigen la comunicación política y la ética.
No solo es la falta ética que en sí misma resulta la vulgar práctica de mentir con el propósito de obtener resultados políticos, sino el nivel de riesgo a que expone la imagen del candidato, y la alta posibilidad de constituirse en una especie de búmeran del que no se sabe en qué momento y con cuál fuerza destructora pueda regresar para golpear y afectar lo construido.
Los ejemplos sobran, dentro y fuera de nuestro país. Para algunos, la estrategia parece funcionar a perfección. De hecho, con el surgimiento de las redes sociales y el predominio que han tenido en el consumo masivo de información, han surgido «expertos en campañas sucias», una especie de consultores capaces de crear fake news, de mezclar verdades con mentiras para engañar y confundir al electorado con fines de beneficiar a un candidato determinado.
Pero siempre es oportuno recordar que no es cierto que en política todo vale. Una candidatura que debe recurrir a fake news es un proyecto que chapalea en el lodo de la inseguridad, y por mucho que lo intente, no logrará otra cosa que hundirse en la barahúnda de las mismas mentiras en que se sostiene.
Muchos recuerdan la campaña electoral de 2000, en que la campaña de Danilo Medina usó a medios de comunicación para alterar y manipular los resultados de encuestas que supuestamente colocaban esa candidatura por encima de la de Hipólito Mejía. Al final, ante la implacable evidencia de los números reales, días antes de las elecciones de mayo de 2000, connotados dirigentes de la campaña de Medina salían de un salón de un medio de comunicación frustrados, y más de uno con los ojos llenos de lágrimas. El daño infligido a la imagen del candidato llevó 12 años repararlo, nunca del todo.
En los últimos días de diciembre recién pasado, circuló con profusión un bulo en el que se pretendía hacer creer que el reputado periódico estadounidense The New York Times había escogido al virtual candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana como «Político del Año» en nuestro país. Otra pieza de fake news presentó una supuesta portada de la revista Forbes, con una foto de Abel Martínez y un burdo texto que también «reconocía» al líder santiaguero como «Personaje político del año». Resultado: centenares de comentarios desfavorables, y aunque es claro que la bellaquería no provino de la Campaña de Abel, en lugar de «sumarle votos» como aseguró un dirigente peledeísta que promovió el bulo en cuestión, más bien provocó dudas y cuestionamientos innecesarios a la candidatura que se pretendía beneficiar.
Ojalá no sea necesario acostumbrarse a las fake news como recurso de campaña electoral, pues el sistema de partidos criollo poco necesita de recursos que desacrediten más el ejercicio político en nuestro país.