
Una vieja utopía que nos dejó peinando canas
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Un amigo que residía en Estados Unidos me pidió un favor, que grabara una unión matrimonial, en la ciudad de La Vega. Había olvidado que un colectivo de organizaciones había convocado a una huelga nacional. La vocera de ese paro era una frágil mujer, que puse en el mapa periodístico a una comunidad llamada Pizarrete, de la provincia de Peravia. Recuerdo que después de la boda nos fuimos a bailar para la impresionante discoteca Astromundo. El lunes, la autopista Duarte estaba desolada. Un paro total. No había un alma.
Virtudes Alvarez eclipsó el escenario político nacional con su articulado discurso cargado de reivindicaciones sociales y sus paralizaciones. El mismo chamán de la política criolla, Joaquín Balaguer, la definió como una especie singular como dirían los cubanos.
El mayor esplendor de su liderazgo ocurrió a principios de la década de los noventa, promovida por los camaradas del Partido Comunista del Trabajo. Esa plataforma política logró un acuerdo político electoral con el recién formado Movimiento Independiente Unidad Capitaleña (MIUCA).
Recuerdo que el MIUCA presentó una boleta formidable de hombres y mujeres progresistas con una amplia trayectoria social y política. Virtudes Alvarez aspiraba a una diputación por la vieja capital mientras que presentó al sindicalista Efraín Sánchez Soriano (Pocholo) a la senaduría de Santo Domingo. Fue un intento fallido.
Virtudes y el MIUCA lograron sumar voluntades de la construcción de una nueva mayoría política en la República Dominicana. Un grupo de jóvenes sin partidos hicieron causa común con esa propuesta la cual se desvaneció en el primer intento.
Muchos jóvenes de aquella utopía hoy «peinamos canas» y seguimos aspirando al surgimiento de una nueva mayoría política, rica en valores éticos y de cara a la real transformación del Estado dominicano con actores y gestores íntegros, cualidades ausentes en viejos y nuevos actores portadores del anhelado cambio que desea el pueblo dominicano.