
Pablo McKinney: «Soy un militante de la democracia imperfecta»
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Pablo McKinney reparte su agenda profesional entre la comunicación, el periodismo d interpretación, opinión y análisis y el ejercicio de la escritura. El precio de vencer es su libro más reciente, en el que aborda la derrota sufrida por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en las elecciones del 2020. Cree que se necesita una armadura humana para ejercer la crónica política, prefiere un buen libro de filosofía antes de irse a la cama y cuando va de viaje recorre las librerías, las calles, las cafeterías y los bares. Contrario a los catastróficos pronósticos de muchos cree que el periódico impreso sobrevivirá. Con él conversamos sobre política, comunicación, ocio y, naturalmente, su nuevo libro.
¿Se necesita de una armadura para escribir crónica política?
Por supuesto. Se necesita una armadura humana, intelectual y periodística, y una lucha constante por lograr combinar la experiencia y la formación con una guía moral y conceptual, con un visión de patria y sobre todo mucha, mucha tolerancia, paciencia, mucha inteligencia emocional, como se dice ahora; y es que si la primera víctima de una guerra es la verdad, la primera víctima de un ejercicio periodístico sin ataduras ni compromisos es el respeto, y así habrá que acostumbrarse a tolerar el irrespeto mediático, sabido como se sabe que quien no tiene argumentos siempre tendrá a manos el insulto y el irrespeto, más aún en un país y en un tiempo donde existe total y absoluta libertad de difamación, al punto de que abundan en las redes personas que exigen y defienden «su derecho» a insultar.
Cada día se hace más inevitable que a los analistas le atribuyan favoritismo por algún partido o algún político, ¿cómo se puede convivir con eso?
Dice el refranero popular que «quien por su gusto navega no debe temerle al mar». Esas acusaciones son inevitables, son parte del ejercicio del periodismo de interpretación, de opinión y análisis. Y es más inevitable mientras mayor sea tu nivel de independencia de partidos o políticos, pues cada vez que Ud. es crítico de las decisiones de un partido, el argumento más fácil ante la falta de argumentos es acusarte de intentar favorecer a los adversarios de ese partido. Esto es más grave para los que opinamos en varios medios a la vez. Yo lo hago en el Listín Diario, en ZOL 106.5 FM, en Color Visión, en mis redes, lo que significa que quien me leyó o escuchó criticando alguna novatada del actual gobierno o la vocación fratricida que el Partido Revolucionario Moderno (PRM) heredó del Revolucionario Dominicano (PRD), posiblemente no escuchó ni leyó mi reconocimiento reiterado al gobierno por su manejo del coronavirus, la exitosa campaña de vacunación, por permitir la relativa independencia del Ministerio Público, por la salvación del año escolar durante la pandemia, o por la recuperación del turismo y las zonas francas. Eso mismo se da con los dos Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en morado o en verde y sus dirigentes.
Pero la percepción, es que usted tiene muy buenas relaciones con casi todos los actores del espectro político. ¿Es así?
Así es. Por lo menos con los principales líderes, y hablo de Abinader, de Danilo, de Margarita, de Don Hipólito, e incluso de Leonel Fernández, que es el presidente y líder único indiscutible e indiscutido del partido del que más insultos y abusos –incluso de tipo familiar– he recibido en toda mi vida. Con Leonel siempre tuvimos una excelente relación de respeto y admiración hasta que en 2019 sus huestes mediáticas consideraron imperdonable que yo definiera como un grave error político de su parte que después de que Danilo Medina estuvo dispuesto a que ambos negociaran y Margarita Cedeño pudiera ser la candidata en 2020 con el apoyo de ambos, él decidiera abandonar el PLD. Esa crítica exclusivamente política y nada personal fue suficiente para que esas huestes o jaurías no respetaran ni siquiera a mi familia, y los temas del honor de las mujeres de tu familia no se resuelven en los tribunales. Tengo entendido que Fernández no participó en esas maquinaciones, pero durante tres años ha estado enterado de cada afrenta y no ha hecho nada para evitarlo. De qué le sirve entonces, su personal y reconocido don de gentes y su decencia, si entre su equipo de comunicación mantiene unos señores que son la negación de todo lo que él ha representado como ciudadano.
Fuera este lamentable paréntesis, tengo buenas relaciones –de amistad o por lo menos de mutuo respeto– con todos los demás. ¿Por qué? Porque en la vida tarde o temprano uno cosecha lo que ha sembrado. Es difícil e incómodo hablar de uno mismo, pero a mí se me reconoce como alguien que argumenta y contra argumenta pero nunca/jamás insulta. Y quienes han sido mis compañeros en «Uno + Uno», en «Hoy Mismo», «Hola meridiano», «El bulevar con Pablo en CDN», o en los Soles de la emisora Zol (106.5 FM) de RCC Media lo saben.
Entonces, amigo Máximo, las buenas relaciones y el respeto de los que disfruto de parte de la mayoría de los líderes políticos no son el fruto de amar la poesía ni ser mediamente influyente en el debate político, ni conducir un programa de entrevistas de cierta importancia en el principal canal de televisión del país, sino de mi comportamiento, y esa sí es mi gran riqueza, la que no se obtiene en bancos ni financieras. El asunto es sencillo. Quien te compra te pagará sonriente, y puede que en la entrega hasta se brinde buen vino, pero quien te compra jamás te respetará.

¿Por qué El precio de vencer, el título de su libro más reciente?
Porque en él cuento la manera en que finalmente el PLD pagó «el precio de vencer», el precio de sus errores que tanto uno le advirtió; el precio de haber vencido al PRD gracias al apoyo del Dr. Balaguer, que entonces, era 1996, representaba la negación de todo lo que en ese momento era el PLD y representaba el profesor Juan Bosh. El PLD debió atraer a la ideología y a la ética boschista a los seguidores del Dr. Balaguer pero ocurrió justo y lo contrario y finalmente entró el mar.
¿Son ingratos nuestros políticos?
Son seres humanos, con la misma grandeza y las mismas miserias de los periodistas, los ingenieros y hasta de las abogadas tiernas de corazón cruel [risas\, no sé si me explico.
¿Trata que a través de sus libros los políticos aprendan a no tropezar con la misma piedra?
Todos mis libros, hasta los de amorosa prosa periodística tienen mucho de eso. Creo que tiene que ver con una vocación innata de mediador, de orientador y consejero. Y es que, a pesar de mi trabajo de analista de la actualidad y especialmente de la política, siempre he sido conciliador, el que evita hasta el último minuto la confrontación. Sólo reacciono en defensa propia, y cuando lo hago es solo después de que se ha llegado a un extremo inaceptable, que es lo que ha ocurrido con la jauría mediática del Partido La Fuerza del Pueblo contra mi familia, que es lo que traspasa el límite de la sensatez y la vocación pacífica de cualquier ser humano.
Escribo colocando siempre el proyecto país por encima de proyectos políticos o personales, lo que quizás heredo de mis padres y de mi abuelo, maestros todos ellos. Soy un militante de la democracia imperfecta porque es el único sistema político perfectible que a través de la historia ha sido capaz de reinventarse, y en eso está actualmente frente a su grave crisis.
Además, soy un convencido de que el periodismo es un instrumento de servicio social, de ayudar a la gente a entender el país el mundo, el país en que vive, de ayudarlas a conocer lo que necesitan para poder tomar sus decisiones, no por algo se ha dicho siempre que la información es poder.
Entre otras funciones, el periodismo tiene la tarea de, a través de la información, empoderar al ciudadano. Hay una función social del periodismo o del trabajo intelectual que deberíamos tener más presente.
Si nuestros partidos funcionan mejor, funcionará mejor la democracia. Lo mismo ocurre con los ciudadanos. No tiene sentido criticar ni intentar cambiar el mundo, el país, el pueblo, el barrio, sin antes esforzarse por cambiar uno mismo, y ahora recuerdo a Krishnamurti que siempre dijo que la primera revolución es revolucionarse, o a mi dilecto Cabral que tomándolo del budismo nos advertía que para vivir mejor debemos ser mejores.
¿Cuáles libros se leyó en el proceso de escritura?
Hubo libros que me acompañaron en todo el proceso, incluido los de mi autoría como Elogio de la derrota, sobre la crisis en las primarias del PLD en 1999, o El peligro de vivir los años, que analiza las acciones y decisiones del gobierno peledeísta de 2004 a 2008 que encabezó Leonel Fernández. Además de los libros imprescindibles del profesor Bosch sobre el PLD y nuestro historia política y nuestro sistema de partidos; el ya clásico de Moisés Naim sobre El fin del poder, y varias obras de obligada consulta como El informe de la Comisión Internacional para el Desarrollo Estratégico de la República Dominicana 2010-2020, conocido como el Informe Attali, y La Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-2030, una especie de oda a lo que si afecta a los poderes fácticos del país nunca ocurrirá. En esa misma línea está Gazebo por un sueño país, que es una especie de gran plan de gobierno con una visión holística de los problemas nacionales y sus posibles soluciones, de la autoría de Xavier Sala-i- Martin, Peter Prazmowski y Enrique Darwin Caraballo y con el patrocinio del Grupo para la productividad y la competitividad nacional, autodenominado Gazebo.

Escritor, analista, comunicador ¿en cuál se siente como pez en el agua?
Gracias a Dios, desde muy joven supe que lo mío era la comunicación en todas sus facetas. A los 13 años ya yo escribía notas periodísticas sobre los partidos de beisbol dominicales del equipo de Baní. Recuerdo que don Virgilio Ortiz Bosch, hermano de doña Milagros, me hacía el favor de traerlas al Listín Diario que las publicaba, muy pequeñitas, pero las publicaba. Lo mío siempre ha sido contar y analizar, desde cierta lógica y cierta racionalidad, algo que creo que adquirí y desarrollé en mis años de estudio de sociología y ciencias políticas. Cada bulevar, cada columna periodística, (ya van más de seis mil desde 1995 hasta hoy), cada comentario es una especie de ensayo o atención de lo que luego se convertirá en un libro. Claro, eso no incluye mi devoción por la prosa poética y los buenos poetas.
¿Cómo asume eso que hoy llaman influencer?
Ellos son el producto de estos nuevos tiempos y estas nuevas reglas de juego que ha traído la revolución digital, que ha hecho horizontal (ahora se dice “horizontalizado”) la información y permite que cada quien pueda, desde sus luces o sus limitaciones, enviar sus mensajes y participar en el nuevo ecosistema digital de la información.
Los influencers son una realidad indetenible. Pienso que con el paso del tiempo, irán mejorando los contenidos, y se equilibrarán las aguas.
Tanto los periodistas como los políticos tenemos mucho que aprender del talento creativo de muchos influencer que logran llamar la atención y conectar con los públicos, y no hablo de los que se apoyan en el morbo, el insulto o la pornografía verbal, sino los que han abrazado ese oficio con dedicación y profesionalidad. Mi dilecta y siempre admirada Miralba Ruíz, (que dice ser aguilucha para evitar ser perfecta) es el mejor ejemplo de lo que se puede lograr con talento, trabajo, formación y simpatía. Ella sola, con sus redes, llega a más personas y tiene tanto o mayor influencia en las audiencias que muchos medios reconocidos. Y lo hace siempre en condición de dama, de ciudadana responsable, frontal pero respetuosa. Ella es un ejemplo.
Hace poco estuvo en Pamplona, España, ¿qué es lo que más le gusta cuando viaja?
Las librerías, las calles, las cafeterías y los bares, aunque estos últimos cada vez menos. Salgo a caminar sin rumbo y sin planes, y cada 30 minutos me detengo a tomar un café, y a ponerle conversación al dependiente. Las ciudades se conocen hablando con la gente, caminando sus calles y tomando café, si es banilejo mucho mejor, aunque en Pamplona, cerca de la Universidad de Navarra encontré un lugar especializado en las variedades de café de casi todo el mundo, lamentablemente no había café Santo Domingo, prometí hacerle llegar varias muestras.
¿Compró algunos libros?
Inevitable. En especial de comunicación política, sobre el tema reputacional de las empresas en este siglo XXI, sobre la crisis de la democracia liberal, y varias joyas de la filosofía estoica que es la filosofía que prefiero para sobrevivir a estos tiempos donde todo es líquido, cambiable, donde hasta el cambio está cambiando y hasta la crisis está en crisis.
¿Cuál autor le gusta leer antes de irse a dormir?
Nunca política. Evito las redes sociales que con su capacidad de informar en microsegundos todas las desgracias del mundo, nos transmiten la percepción de que estos son «los finales», cuando tan solo es el principio de un nuevo mundo que no es ya el nuestro, el de nuestra generación. Tengo libros de cabecera que me acompañan siempre. Filosofía, psicología, literatura, poesía, pero nunca política y jamás actualidad.

¿Es de los que todavía lee el periódico impreso en la mañana, o lee en plataformas digitales?
Es un lujo que los mayores aún podemos darnos. Repasar los diarios impresos nacionales acompañado de la segunda taza de café. La primera colada la hago a las cinco con el repaso de los digitales de los principales diarios locales y globales. Pero siempre vuelvo a impreso que llega después de las seis. El ser humano es un animal de costumbres.
A propósito, ¿crees que desaparecerá el periódico impreso?
Pienso que al igual que ocurrió con la aparición de la radio luego de la televisión, la Internet y ahora las redes sociales, el periódico impreso sobrevivirá. Solo que será un impreso adaptado a la nueva realidad de un mundo fundamentalmente audiovisual y donde la horizontalidad de la información es una exigencia de los nuevos tiempos. Si en las redes sociales, en los digitales, aparece la noticia, el impreso tiene la encomienda de ofrecer el contexto, contar mucho más allá de lo que responde la «pirámide invertida», ahí entran los periodistas de fuste y los expertos que cada diario debe contactar como colaboradores para que expliquen a profundidad los hechos.
La permanencia o la desaparición de los medios impresos va a depender de los periodistas y los dueños de esos medios y muy especialmente de que ellos sean capaces de mantener y aumentar su credibilidad. Como ocurre con los periodistas, la gran fortuna de un periódico es su credibilidad, lo que queda evidenciado por el hecho de que cuando recibes una información a través de Twitter, por ejemplo, inmediatamente vas a tu diario de confianza para confirmarlo.
¿Sigues yendo al cine o le basta con Netflix?
Solía ir, preferiblemente solo, cualquier día y a cualquier hora, pero las salas de cine son parte de lo que el Covid se llevó, por lo menos para nuestra generación. Tendré que preguntarle a mis Paola para saber si su generación asiste.
¿De qué le gustaría escribir en su próximo libro?
Como El precio de vencer es un libro eminentemente político (aunque todos mis libros tiene pinceladas inevitables de poesía y literatura), ahora puedo terminar el próximo que está a tiro de corrección final y diagramación, y es un libro de pura prosa poética y periodismo literario, dedicado a la nostalgia de los lugares que habitamos, las personas que amamos, los amores que perdimos o peor, a esos que nunca tuvimos, pues a casi todos la vida nos ha enseñado que nada dura tanto y es tan difícil de olvidar como un amor imposible, que nunca fue, y permíteme terminar esta conversación citando a mi dilecto Joaquín: «No hay nostalgia mayor, que añorar lo que nunca jamás sucedió».