Milly Quezada: «Estoy en pie de guerra en términos musicales; soy una mujer bendecida»
Comparte Este Artículo
Para 1955, en un barrio populoso de este país nacía una niña, a quien sus familiares bautizaron con el apodo «la cuquita», por su gracia y agilidad, que sorprendía a todos. Llegó para llenar de alegría al matrimonio de Australia y Rafael, dos jóvenes pobres que tenían lo que a su entender era lo más importante: el amor y la fe para echar adelante.
Les tocó recibir en brazos a su primera hija, ya antes, se habían estrenado como padres de un varón a quien bautizaron con el nombre de Rafael.
Mientras «Cuquita», que era nada más y nada menos que Milagros Quezada Borbón, conocida como Milly Quezada, fue recibida en este mundo en medio de precariedades y estrecheces habituales de una familia pobre, el país se preparaba para impactar al mundo con la organización de la Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre, que dicho sea de paso, de libre no tenía nada.
Se trató de una exposición internacional que se llevó a cabo en Santo Domingo –entonces Ciudad Trujillo–, con la intención de exhibir las riquezas agropecuarias, industrial y comercial del país, en lo que hoy se conoce como el Centro de los Héroes.
Fue una recomendación de los asesores del dictador para avivar el sentimiento trujillista. En esta feria Angelita Trujillo, hija predilecta del Rafael Leonidas, fue nombrada la reina de la Feria, y para la ocasión exhibió un costoso vestido valorado en unos US$80 mil dólares. Todo esto ocurría mientras Australia y Rafael, padres de Milly Quezada y su abuela Edelmira, luchaban por echar adelante a este segundo miembro de la familia que apenas tenía 7 meses para ese momento.
«Éramos extremadamente pobres, ahora lo puedo describir pero en ese momento no nos dimos por enterados. Usábamos la imaginación, jugábamos en el patio de la casa, hacíamos un cuadro en el piso, y eso era un hotel, o nos subíamos a un árbol y eso era un avión y Rafelito, mi hermano mayor, era el piloto y yo era la aeromoza. No había bloqueo mental para la imaginación», nos cuenta la reina del merengue, quien tuvo una niñez especial, de la que recuerda algunas cosas, pero sobre todo, recuerda el amor y la dedicación de sus padres y su abuela, porque ella y sus hermanos tuvieran lo necesario para vivir, aunque no tuvieran la posibilidad de tener en la mesa carne todos los días.
Alimentos para el alma
Viviendo en la Zona Colonial, le tocó muy pequeñita acompañar a su madre a buscar leche en un lugar donde regalaban el alimento, para eso debía levantarse a las 5:00 a.m. «Yo encontraba que la caminata era eterna, pero ahora veo que seguro era porque era muy chiquita. Ese olor a café eso no se me olvida, había que ir a un sitio lejos, a buscar leche que regalaban en un bidón, y mi madre me llevaba, me decía cuquita vamos a buscar la leche».
Nació en Santo Domingo, aunque sus padres eran cibaeños y su abuela de Esperanza. Edelmira es la que ciertamente trazó de alguna manera el destino de Quezada Borbón. Salió de Esperanza, en medio de dificultades y llegó a Santiago, para luego cumplir la meta de llegar a Santo Domingo, donde todo se suponía se haría más fácil.
Esos recuerdos de la infancia que siguen intactos en su recuerdo y en el corazón, hacen que Milly Quezada piense lo bueno que sería que nuestros líderes del mundo y políticos, puedan resolver las cosas como lo hacen los niños.
«Los niños resuelven muchos problemas, sin mayor situación.
Qué bueno sería que nuestro liderazgo a nivel mundial, pudieran hacer lo mismo. Los niños no hacen excepciones, ellos no distinguen ricos, pobres, resuelven cualquier problema en grupo, qué bueno sería que el mundo fuera así», reitera la artista que hoy acumula más de 45 años de carrera y ha recorrido el mundo llevando el sabor del contagioso merengue y el estilo que por años cultivó la orquesta Milly, Jocelyn y Los Vecinos.
«Vamos ya por 45 años de carrera, hemos recorrido muchos países llevando este merengue por el mundo, llevando inspiración. Encuentro inspiración primero en Dios, porque es un don que viene de arriba, esto no se hace, uno viene con eso como de paquete, de caja, y recibir ese don, y encontrar el deleite en poder hacerlo, es una doble bendición», sostiene la merenguera, que ha salido adelante pese a los golpes que ha recibido a lo largo de su vida, como la pérdida de su esposo, de su hermano y también de su cuñado.
La pobreza los arropó
Aunque la pobreza los arropó, eran «extremadamente pobres, ahora lo puedo describir pero en ese momento no nos dimos cuenta», la artista dice porque para todo lo demás no había MasterCard, sino la imaginación y la ayuda de los vecinitos que les prestaban sus juguetes, como bicicletas y demás.
«Usábamos la imaginación, y jugábamos en el patio de la casa hacíamos un cuadro en el piso, y eso era un hotel, o nos subíamos a un árbol y eso era un avión y Rafelito –el hermano mayor– era el piloto y yo era la aeromoza. No había bloqueo mental para la imaginación».
De esa constante búsqueda de creatividad para hacer de la niñez una etapa más placentera, nació el sonido que luego conocimos como Milly, Jocelyn y los Vecinos, así lo confirma en una entrevista telefónica desde New Jersey para el programa especial de Navidad de Mujeres que Inspiran que se transmite los martes como parte del contenido de «Nosotros con Alfredo Paredes», por Vida 105.7 FM.
«Esa etapa de la vida nos abrió la creatividad, nos permitió crecer y nos ayudó hasta para hacer la misma música que luego creamos, esa creatividad musical con la que más tarde cuando formamos la agrupación nos distinguimos», sostiene la artista.
La figura de la abuela, Edelmira Gómez jugó un rol importante en su formación. Ella debió cuidarlos para que sus padres pudieran ir a trabajar. Su papá Rafael planchaba en una lavandería, mientras su madre, Australia era dependiente de una tienda famosa para la época, la Casa Sander. Pese a todo lo vivido en esos días de infancia, de carencias y vicisitudes, «la infancia de nosotros fue feliz, recuerdo, discusiones, carencias, preocupaciones. Teníamos muchas carencias. Fue feliz porque la abuela nos daba el cuidado necesario, nos llevaba a la escuela».
Hoy cuando se acercan los días de Navidad, recuerda esa época del año, viviendo en el barrio, antes de irse a vivir a Washington Heights con sus padres y su abuela, un total de ocho personas debían dormir en dos habitaciones de un pequeño apartamento.
Era una época esperada, porque de no tener la capacidad de comprar carne todos los días, el día de Noche Buena, en la mesa aparecía un festín, donde había pollo, telera, arroz. Hoy ella se pregunta cómo sus padres lo podían hacer.
Recuerda la música de la época, la música típica y El martiniqueño, era la que le recordaba que ya llegó la Navidad, así como el olor de las uvas y las manzanas, que sólo la miraban y apreciaban su olor puesto que no podían comprarla.
«Lo que tengo en mi memoria de la Noche Buena es una noche esplendorosa. Nosotros en ese momento, no entendíamos el concepto de la pobreza, pero sabía que había algo en eso que no era bueno, pero ya».
Sin embargo, nada de los sufrido o vivido merecía guardarse como un recuerdo negativo, ella lo cuenta con nostalgia y los describe como momentos felices de una época «que esperábamos con ansias locas, porque sabíamos que íbamos a ir con abuelita a la avenida del Conde a ver los tres Reyes Magos desfilar».
Lo que les ayudó a enfrentar el día a día y las vicisitudes de una familia propiamente pobre, sin mayores recursos, fue el amor a Dios que les inculcó su abuela, «esa fe inquebrantable, de una mujer que enviudó joven a los 30 años y al año siguiente perdió su único hijo y sólo le quedaron sus dos hembras, entre esas mi madre».
Ni la pobreza ni la escasez impiden tener valores
Quezada para las familias en estas navidades?
Las familias jóvenes de este tiempo están criando niños en una sociedad cada vez más atacada por todos lados. Hay que decir que la gente cree que el demonio atacará con un tridente, eso no es así, es ese mar de emociones negativas que viene de todas partes, la meta del demonio es destruir la familia, porque al destruirla destruye al mundo. Las familias jóvenes que están con sus hijos que están en la escuela y más pequeños, escuchando mi historia, ni la pobreza ni la escasez nos impiden tener valores que se conviertan en armas poderosas que puedan entregar a nuestros niños y luego hacer uso de ello cuando lo necesiten.
A mí me ha ayudado eso que nos sembraron nuestros padres, la fortaleza espiritual, denle a sus hijos una definición y valores espirituales que les pueda servir. Hay quienes tienen abundancia económica pero tienen carencias espirituales.
Sin importar tus carencias y vivencias, eso que le das a tus hijos como ejemplo, en solidaridad, en el amor, en la fe y el amor a Dios son los ejemplos que usarán tus hijos para salir adelante, en un mundo que cada día mas va en decadencia.
Hoy tenemos crisis climática, política, guerras, sus hijos buscarán en su interior, y solo en la medida que depositen esos valores, que a nosotros nos depositaron nuestros padres, ellos podrán triunfar.
Ya son casi 50 años de legado musical…
Pestaño tres veces y encuentro que no sólo hice una vida de 20 años, hasta que el Señor quiso que Rafael fuera a su lado, y luego regresó con aspiraciones de hacer un par de años y conectándome con la gente que sorpresivamente estaba pidiendo que volviera. Pestaño tres veces más y han pasado 25 años. Yo le decía a Pedrito Núñez [su manager] que soy la primera agradecida de que pudiera hacer esto.
Tu música ha trascendido generaciones.
Soy de las primeras sorprendidas, estoy hábil, dispuesta, conectada con la juventud, con los nietos y nietas con los compañeros de edad que ahora llevan a sus hijos e hijas a verme, viendo estos cambios de guardia. Ahora retoma la juventud las canciones que voy cantando. Es un don que se multiplica para todos, estoy más que agradecida. Yo soy una mujer bendecida.
¿Cómo evalúas este año que casi termina?
Este año 2023, con tantas cosas que están pasando, estoy de pie, en pie de guerra musicalmente hablando, haciendo lo que me gusta hacer, viajando a esta edad. Aunque no vamos a decirla, pero por Dios.
¿Dónde nace esa abundancia pese a toda la escasez que vivían? ¿Cómo resolvían los problemas del día a día?
Creo que nacían del corazón de mi madre, que era una eterna enamorada. Nacía de ese amor que se prodigaban y esa colaboración de mis padres para trabajar por su familia y echar para adelante. La fe que depositó nuestra abuelita en nuestros corazones, de ir a la iglesia.