
Ibeth Guzmán, nuevos aires en la Academia de la Lengua
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El pasado sábado en medio de los arreglos de la calle Mercedes, un grupo de notables se reunió en la Casa de las Academias para ser testigo del ingreso como miembros de número de dos nuevos guardianes de la lengua: Miguel Ángel Durán e Ibeth Guzmán, escritora, maestra e investigadora, quien es la directora del Departamento de Lenguas de la Pontificia Universidad Madre y Maestra.
No recordamos haber visto por estos lares la investidura de una académica tan joven, ¿lo esperaba?
Era algo que, desde que estudiaba en la UASD Centro Mao, sabía que era una altísima distinción. De algún modo, estaba en mi lista de deseos, más no dentro de mis certezas. El día que Rita Díaz me lo comentó y luego Don Bruno me lo ratificó fue una emoción tan grande que me descolocó de la realidad por unos segundos. De pronto regresé a esos salones de clase, recordé a cada uno de mis maestros y le dije a aquella adolescente: estoy orgullosa de ti. No, claro que no me lo esperaba.
¿Qué imagen tenía cuando desde su pueblo natal escuchaba la palabra academia de la lengua.
Recuerdo que en casa había un diccionario de lo que en ese entonces se llamaba Real Academia de Lengua. Y yo, cuando iba a buscar el significado de una palabra, me entretenía leyendo otras. Te juro que podía pasar mucho rato leyendo las rarezas del idioma. Era como un TikTok prehistórico. De modo que sabía cosas del diccionario, sabía los nombres de los créditos, año de impresión, ciudad… Informaciones que en ese momento no me servían para nada, pero que de alguna manera alimentaron una ficción que no sabía cómo se concretaría en la realidad.
La lengua, el idioma y sus derivados parecen ser cosas que usamos, pero sobre las cuáles no pensamos ni reflexionamos, ¿es así?
Pienso que, ¡ciertamente! Tenemos una idea instrumentalista de la lengua. La usamos para interpretar y solucionar la vida. Incluso cuando la pensamos, lo hacemos a través de ella. Por eso creo cuando asumimos que un problema es de la lengua casi siempre ese problema está sólo usándola como espejo.
Cuando pensamos en el español dominicano en la lengua de la cual hacemos uso, ¿qué deberíamos tener en cuenta?
De que dice mucho más de nosotros de lo que pensamos, que no debemos menospreciar nuestra variedad lingüística, pues es un reflejo de nuestra historia y de nuestra identidad. Debemos considerar que nuestros giros, vocabulario, construcciones sintácticas son parte de la enorme riqueza que tiene nuestro idioma.

Existe un complejo generalizado en la población en general según el cual no hacemos un uso adecuado de la lengua, ¿por qué nos pasa?
Es un problema que está en la lengua y fuera de ella. Sentimos que hablamos mal porque también sentimos disminuido nuestro orgullo nacional. Es un reflejo del pesimismo dominicano, producto de una realidad y de una historia que nos ha sacudido con mucha vehemencia.
¿Qué deberíamos hacer para entenderlo?
Apreciarnos como lo que somos. Dejar de medirnos en el ojo del otro. Aquí llega un inmigrante cualquiera y puede denostar nuestra dominicanidad tranquilamente sin que lo evitemos. Valorar lo que somos más allá de los símbolos con autocrítica, pero con amor en el trato discursivo que le damos a lo que somos y lo que representamos.
Una escritora, crítica, académica y maestra tan joven como usted, tiene varios años con uno de los proyectos más importantes del conocimiento, que es reflexionar sobre aspectos importantes de la educación y la sociedad, ¿cómo surgieron los Diálogos Académicos?
Siempre he creído que se puede hablar estando en desacuerdo. Podemos escuchar argumentos y reflexiones contrarias a las nuestras sin agredir al depositario de ellas. Es más, considero que es saludable exponerse a miradas sobre la vida que difieren de las nuestra. Pero siempre desde el respeto y el conocimiento.
¿Cuáles son los frutos más evidentes de esta iniciativa?
El cariño de mucha gente buena. De personas que también quieren explicar el mundo desde una habilidad, una visión. No creo que haya podido aprender tanto en tan poco tiempo. Además de sentir que hay personas que lo disfrutan me eleva el sentido de servicio.
Su vida transcurre entre el oficio de enseñar, de promover el pensamiento y de crear y compartir su literatura, ¿cómo estos quehaceres la representan o por qué los representa a ellos?
Porque son parte de lo mismo. Si leo una novela, me sirve para analizar técnica, para enseñar en mis clases y para disfrutar. Entonces enseñar, gestar cultura y crear literatura son para mí filones de mi propia personalidad.
Estos parecen ser malos tiempos para nuestra sociedad, que anda con espíritu apocalíptico, existe una creencia generalizada de que la juventud está perdida, desde su experiencia como educadora, ¿qué le responde?
Hay mucho desencanto, no te lo voy a negar. Pero también hay, aunque menos, mucha esperanza y deseos de superación. Nuestras universidades están llenas de estudiantes en su gran mayoría jóvenes y eso es buen augurio. Creo que puede haber tanto jóvenes como adultos perdidos, pero también debemos nosotros aprender a creer un poco más, a escuchar un poco más y a desmontarnos de nuestros prejuicios para entender lo que viven, lo que persiguen de la vida. Todos fuimos jóvenes, sabemos lo difícil que es mantenerse firme ante las nebulosas de la inmediatez y el estímulo constante. Si somos pacientes y limpiamos el cristal de los espejuelos encontraremos la esperanza, que siempre ha estado esperando nuestros ojos.
Más claro no canta un gallo… Es una verdadera defensora de nuestra identidad lingüística…
Ibeth Guzmán
(Cruce de Guayacanes, 1983). Narradora, ensayista, docente e investigadora universitaria. Doctorada en Estudios del Español, Lingüística y Literatura en la PUCMM. Maestría en la Enseñanza del Español en la Universidad de Alcalá de Henares. Autora de los libros de microrrelatos: Tierra de cocodrilos (Isla Negra, 2012), Yerba mala (Hojarasca, 2015) y «Tiempo de pecar» (Isla Negra, 2017. Columnista de comentarios críticos de literatura en el Listín Diario.
1 Comentario
Sugel De la cruz
¡Excelente!
Felicitaciones Ibeth Guzmán,
gracias Maribel Contreras.