
El cuestionante imaginario de Jorge Pineda, que se nos fue…
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Tal vez un ser de luz, solo sea esto: su biblioteca y el espacio que crea para ser. Si Jorge Pineda se convirtió en el artista que llegó a ser, no fue solo por sus tantos estudios, sino porque leyó y llevó el paisaje mental de la infancia como un tesoro a resguardar.
Tal vez alguien es cuando tiene un lugar donde conversar con los suyos. Una mesa llena de libros, nuevos, viejos y sin abrir, resumen de apetencias e inquietudes, revelando sus intereses espirituales y certificando su condición intelectual.
No es el estante lleno de libros, son los títulos de esos libros, los autores, la belleza de sus portadas, la conexión de sus contenidos con la preocupación o disfrute que esos textos le provocan. Estas reflexiones surgen observando el espacio de amor que compartió con Henry Mercedes. Allí no está su cuerpo, pero está todo lo que fue y también todo lo que deja. Un bosque en el V piso. Libros y revistas, paquitos de la Pequeña Lulú y libretas muy ordenados.
Publicaciones en español, francés e inglés. Diccionarios de símbolos, novelas, poesía, filosofía, reflexiones sobre las sociedades actuales: del Aleph de Borges, a las No-cosas de Byung-Chul o la visión de Yuval Noah Harari.
Libros de arte, de moda, los Taschen amontonados con su diversidad de miradas al quehacer artístico. Toni Morrison, Eckart Tolle, Luis Canitzer, García Márquez, Rita Indiana, Chiqui Vicioso, Foucault, Pedro Mir, Camila y Pedro Henríquez… Freud y Jung… Y una biografía del silencio del sacerdote Pablo D’Ors. Sabemos las preguntas que hizo, pero no las respuestas.
Pineda es imprescindible. Su incursión en el arte contemporáneo, tras superar las artes tradicionales (pintura y escultura) predominantes entonces en la escena local, fue un paso gigantesco al asumir estética símbolos y lenguaje del arte conceptual (instalaciones y otros recursos) que le ganaron como parte de su práctica artística.
Para María Elena Ditrén la apertura política de los años 80 y la consolidación de la democracia en Latinoamérica y el país impuso un «gran flujo de artistas; un ir y venir que devino en nuevos repertorios e itinerarios que nos condujeron de lleno al epicentro del llamado arte social».
«Este interés por lo social, de corte humanista ha generado, en el caso de Jorge Pineda, una multitud de obras que denuncian el abuso infantil, físico y psicológico, problemas ecológicos, de género y la migración. Asimismo encontramos en su producción obras que nos hablan del amor, la obsesión, la felicidad, la banalidad de la sociedad de hoy en día, de temas políticos y del mestizaje entre otros tantos en los que indaga y reflexiona críticamente…», explica Ditrén.

Una de sus mejores compañeras de viaje, en el tema de la curación de sus muestras y en la reflexión en torno a su arte es la destacada crítica Sarah Hermann anota que el trabajo de Jorge «conmueve profundamente a los espacios participantes, porque los atrae a un ámbito excepcional donde se truecan las dimensiones lúdicas y mordaces».
Tocar o ser tocado por la mentalidad de un artista que no se puede atrapar en ningún ismo es toda una confrontación que hace que su obra mueva cimientos personales, internos y políticos. Pineda asumió su talento y humanidad con un compromiso artístico y social que trascendió toda ideología. El arte lo usó para mostrar la fragilidad humana y promover el respeto a la integridad del otro.
El crítico de arte español, Fernando de Castro, sostiene que las obras de Pineda «despiertan en el ánimo del espectador, el sentimiento de lo inhóspito, no hay en ellas ningún tono decorativo. Antes, al contrario, ponen en todos los sentidos, ciertos fantasmas al desnudo, particularmente nos provocan con la idea de una infancia vulnerada».
En una entrevista realizada en el 2019 al artista sobre una tesis del pelo en relación a la identidad dominicana, la cual consideró como un aporte en una sociedad que requiere cuestionarse e investigarse más: «Uno habla de lo que uno conoce. Uno habla de lo que uno es. Si Almodóvar no habla de La Movida y lo que fue y la secuela que dejó en su generación y en la España de hoy, él no fuera Almodóvar, es decir un artista del campo que sea, si no habla con honestidad absoluta sobre su verdad es imposible que hable y cuando digo que hable sobre su verdad no significa que hable necesariamente de temas sociales, puede hablar de un tema muy personal, muy interno, muy espiritual, muy metafísico. Puede hablar de temas que le preocupen, del color, pero ese color en referencia no tanto a lo que hizo Malevich, cuando hicieron Los suprematistas, o lo que hicieron los impresionistas, sino en relación a la verdad del color en el Caribe. Si se trata del color, no es que tiene que etiquetarlo, ni que tú tienes que forzarte a hablar del Caribe, no, no. Tú no tienes que hablar del Caribe, tú tienes que hablar de tu verdad y resulta que tu verdad está en el Caribe, pues tú vas a hablar del Caribe sin tener que forzarte».
Eso hizo la obra de Jorge Pineda, que habló de todos sin decir que nos estaba representando en los principales eventos de Arte del mundo, en los grandes museos y exquisitas galerías. Madrid, París, Venecia, Boston, Buenos Aires, Lima, La Habana, São Paulo…
La próxima edición de la Bienal Nacional se le dedica. El viceministro de patrimonio, Gamal Michelén, dice que esto se mantendrá, mientras el Centro León (Santiago) tiene abierta su última exposición en vida, inaugurada el 17 de diciembre de 2022 y estará disponible hasta junio 2023. Ojalá el país vaya a ver en su espejo, su reflejo. Jorge, descansa en paz, ¡tu obra se mantendrá viva!