
Baja calidad
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Podría decirse que aún es temprano para hablar de calidad de la campaña electoral de caras a las elecciones del próximo año.
Sin embargo, el trillo recorrido en el último años nos muestra sin velos lo que será en los siguientes meses, incluso cuando se inicie formalmente la campaña.
La falta de propuestas, las negociaciones a lo interno de las cúpulas partidistas y el transfuguismo no es nada nuevo en nuestra escena. Pero sí una práctica que ha sido criticada y que muchos aspiramos a que cambie, en beneficio de una campaña propositiva, en donde el debate de ideas y programas de gobierno se impongan a la politiquería y al mercantilismo imperante, que obstaculiza las posibilidades a lo mejor de las organizaciones, invisibilizando a quienes osan hacer política en base a propuestas de solución a los males que imperan en nuestra sociedad.
Lo cierto es que, a pesar de los discursos, de poco ha servido tener una ley de partidos, cuando esta debe garantizar no solo un marco jurídico claro para el ejercicio político, sino la calidad del ejercicio mismo, de manera que quien violente la Ley reciba las consecuencias, sin importar el número en que haya quedado en la lista de votación de los pasados comicios. Lamentablemente, aún no sabemos a qué distancia del tiempo estamos para que la Ley de Partidos tenga la suficiente fuerza para garantizar que la campaña electoral no sea burlada, como siempre, sin consecuencias.
Lejos parece el día en que los partidos se vean obligados, todos, a ejercer la política con los suficientes niveles éticos y propositivos para que el ciudadano debe escoger entre lo mejor, y no entre lo menos malo, que parece es la única opción que nos dejan.