Luisito, Abinader, Chiquito
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He hurgado en la historia de los imperios romano, otomano, persa, japonés, en la dinastía Ming durante los tiempos de mando de los Habsburgo, pasando por el tercer Reich, las dos guerras mundiales, la guerra fría; en fin, he estudiado a fondo en los últimos dos meses la historia de la humanidad, releo con lupa Auge y caída de las grandes potencias (Paul Kennedy), Colapso (Jared Diamond), Historia de las civilizaciones (Toynbee) y no encuentro precedentes.
Nunca antes un pueblo había perdido por tanto tiempo su capacidad de reacción. Las crisis económica, energética, migratoria, de seguridad y en los servicios públicos que padecemos los dominicanos desde agosto del 2020, empieza ya a amenazar seriamente nuestra convivencia pacífica y la propia supervivencia de la nación, ante la mirada impávida de toda la sociedad, sin que ningún sector alerte siquiera sobre el proceso de degradación que estamos presenciando.
Esta abulia colectiva es el resultado de la convergencia de todas las crisis en una más grande y peligrosa: la crisis del sentido común. Mientras Abinader y compartes están desbordados por los grandes problemas nacionales, los medios de comunicación, los líderes empresariales y la clase media informada dan la espalda y hacen caso omiso a todo aquello cuya revelación o crítica pueda poner en peligro los contratos de publicidad oficial, los negocios con el Estado o su pedazo en el presupuesto.
La crisis del sentido común se expresa en la banalización del crimen y el delito que se ha extendido por todo el cuerpo social de la República Dominicana. Evidencia de ello es el tratamiento que le han dado los medios de comunicación al delincuente denominado «Chiquito» a quien luego de su condena resaltan como el «nuevo sex symbol nacional», en vez de convertir su caso en pieza de reflexión sobre el estado moral de nuestra juventud y el auge de la criminalidad en el país.
Mientras Chiquito es tema de conversación por su atractivo físico, en vez de motivo de repulsa social por su conducta delincuencial, ningún medio ha tenido la iniciativa de preguntarle al locuaz presidente Abinader ¿por qué su partido tiene nueve legisladores vinculados, procesados o condenados por narcotráfico? ¿Por qué los únicos políticos dominicanos condenados por narcotráfico pertenecen al PRM? ¿Por que todos los perremeistas envueltos en el negocio de la droga fueron candidatos a cargos electivos justo en los procesos electorales (2016 y 2020) en que el actual presidente lo fue?
Cual es la razón por la que ningún director de medios ha gestionado una invitación a LA Semanal para preguntarle a Abinader cuánto dinero recibió su campaña de Miguel Gutiérrez, Yamil Abreu y Micky López, si la proliferación de personas vinculadas al narco en la boleta del PRM obedeció a una infeliz coincidencia o si hubo algún trato con ellos de cualquier índole.
Deberíamos exigirle respuestas a Abinader sobre la razón por la cual en la República Dominicana, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el consumo de drogas se ha triplicado de 2020 a la fecha y si eso tiene alguna conexión con la comprobada entrada de confesos narcotraficantes a la boleta del PRM en las pasadas elecciones.
En Ecuador la aparición del presidente Lasso en los Pandora Papers con dinero en paraísos fiscales fue el inicio del fin de su mandato, sin embargo en la República Dominicana nadie parece reaccionar ante la mención de Abinader en ese mismo escándalo bochornoso. Habría sido un maravilloso ejercicio de ciudadanía responsable si algún comunicador o medio de comunicación exigiera a Abinader que explicara en detalle al pueblo la cantidad de dinero que tiene en paraísos fiscales, desde que fecha, cuál es su origen y, sobretodo, por que no traer esos recursos al país, pagar los correspondientes impuestos y ponerlos a crear riqueza entre los dominicanos.
Nada de esto parece inquietar a nadie, en especial a los medios de comunicación (convencionales o no). Narcotizados por los 36 millones de pesos diarios en publicidad oficial los dominicanos, distraídos con las delaciones de Luisito, las manipulaciones de Abinader y los bíceps de Chiquito, cada día damos un paso más hacia el precipicio. Ojalá que cuando despertemos no nos encontremos en el fondo del abismo.
De esta crisis solo se sale agarrando el toro por los cuernos. Apurando a la gente a reaccionar vigorosamente ante Abinader que, en aras de saciar sus ambiciones de poder, es capaz de cualquier cosa incluso evitar darle la cara al país ante hechos tan vergonzosos como la vinculación de narcotraficantes en una campaña electoral y tener dinero en paraísos fiscales. Esto solo puede lograrse con un liderazgo imbuido de sentido común, el gran ausente en estos días.