
Sentido y sensibilidad
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La fuerza inclemente de un fenómeno atmósferico suele recordarnos qué tan frágiles somos. El huracán Fiona, inesperado e inoportuno pasó por la región Este con la potencia suficiente para ahogar las esperanzas de una economía en franca recuperación en ese importantísimo polo turístico. Todavía es pronto para contabilizar los daños que causaron sus vientos y sus lluvias mientras se manifestaron en el tiempo que le tomó cruzar y azotar, principalmente, las provincias La Altagracia y El Seibo.
Con la economía lacerada, aún en recuperación tras los efectos de la pandemia y por las secuelas de la guerra entre Rusia y Ucrania, el huracán Fiona supone un nuevo desafío para el Presidente Luis Abinader y todo su gabinete, que afronta lo inevitable: el sorpresivo impacto de la madre naturaleza. Es de que todo gobernante quisiera librarse, y mal haríamos de politizar un tema como este. Las lluvias, según los últimos boletines de los servicios meteorológicos, continuarán. En República Dominicana aún prevalecen cantidades de zonas vulnerables que sufren las consecuencias solo cuando llueve con intensidad, y con estos fenómenos su situación, la de sus habitantes, queda al borde de la pérdida total de las cosas materiales y hasta de sus vidas.
Aspira la ciudadanía a que las autoridades actúen con rapidez y efectividad. Hasta el momento, el propio Presidente Abinader ha estado al frente del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), comandando ministerios, instituciones y direcciones que deben corresponder y accionar cuando suceden estos acontecimientos. El Presidente suspendió su viaje a Nueva York, donde tenía previsto participar de la asamblea anual de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para continuar supervisando de manera directa las labores de asistencia y reconstrucción de las zonas afectadas.
El Gobierno aspiraría a que la ciudadanía también contribuya con estas labores. El país, en estos tiempos extraordinarios en todos los sentidos, necesita del apoyo de su gente: mientras más rápido volvemos a la normalidad –y ojalá que las pérdidas solo sean materiales– más beneficioso es para todos. Que impere la cordura y solidaridad, sobre todo. El dominicano es consecuente por naturaleza, y con ese espíritu, logra superar desafíos impensables en otros ámbitos. Tenderle la mano al vecino que hoy vive tiempos adversos es un accionar que nos caracteriza como sociedad.
Nunca es oportuno pero ahora ha sido más inoportuno que nunca. El mundo, y la República también, vive tiempos difíciles. Dificultades mayores afronta ahora el Gobierno con los daños provocados por Fiona. La respuesta debe producirse en esa misma proporción. Que las autoridades trabajen con sentido y la ciudadanía se exprese con sensibilidad de cara a que juntos superemos con presteza estas adversidades.