
Santiago Sepúlveda analiza caos que impera en Haití en su nuevo libro
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El maestro Santiago Sepúlveda Solano (1953) analiza al detalle el problema que históricamente mantiene a Haití sumido en la pobreza, el caos y la delincuencia, en varios artículos publicados originalmente en el diario digital PhotoNews.do, los cuales revisó y editó para darle forma al libro «Haití: trauma de un proceso de colonización fracasado», que puso a circular el pasado jueves 20 de octubre en la Librería Cuesta. Reproducidos, por considerarlo de gran interés y actualidad, el texto de la presentación del escritor.
Para abordar el tema haitiano, en la situación actual y aun en el pasado, habría que entrar en una cuidadosa verificación del término amigo. Si alcanzamos a definirla como una relación, entre dos o más personas, en la que priman valores como; la lealtad, el amor, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso. Al final habría que concluir que … el amigo no es aquel que ensalza, resaltando solo las luces, el verdadero amigo, señala, también las sombras, para que estas se vean cada vez más claras.
Por esa razón, creo que buena parte de las personas que se declaran amigos de Haití, están errando el tiro. Para ser amigo de ese pueblo no basta con acojinar la estadía de una parte de este, en la República Dominicana. Siempre habrá un mayor número en su tierra que sufre, víctima del desastre y el vacío institucional.
Entonces, el verdadero amigo debe mirar a la realidad vivida en su suelo patrio. Es allí donde están las causas del problema, que obliga a la escapada de los haitianos, de manera desesperada.
Cabe preguntarse, ¿somos amigos del pueblo haitiano o somos amigos de algunos haitianos? Si el caso es el último, es suficiente con traer a sus amigos y hacerle un espacio, en República Dominicana. Por esa ruta, Haití ha visto perdidos a sus mejores talentos científicos y religiosos.
Pero si por ventura su caso, es el primero o sea es un amigo del pueblo haitiano. Está obligado a mirar las causas que generan la actual situación, aunque para eso se vea obligado a declarar verdades dolorosas. Es ahí donde comienzan a vislumbrarse las sombras….
Para evadir la tradicional discusión, que puede dar pie a la acusación de que algunos viven atados al pasado histórico, obviaremos, intencionalmente, los hechos que marcaron la relación de Haití y la República Dominicana, los primeros 60 años del siglo XIX. Para la situación actual, ese aspecto no es relevante.
Haití cuenta con el pecado histórico de no respetar sus instituciones políticas y sociales. Aun siendo el segundo Estado americano, en proclamar su independencia. El Estado haitiano políticamente surtiría sus efectos, por el apoyo militar con que contaron, los primeros mandatarios de ese país. Pero socialmente, no ocurre así. La familia haitiana, bajo el control de padre y madre, es tan joven, como el mismo Estado independiente.
Siendo la familia la principal célula de la sociedad y siendo tan joven como la libertad de Haití, era una institución débil y no contó con los aprestos necesarios, para que sobre ella se erigieran, los valores que aseguraran la convivencia pacífica, el respeto, el amor, la razón y la solidaridad.
La otra institución, que tuvo mucho peso, en el espectro de la conformación de los demás Estado americanos, fue la iglesia cristiana. Haití no pudo contar con el apoyo de esa institución, en su versión católica, para el fomento la convivencia pacífica, el respeto, la razón, la solidaridad y mucho menos para el amor.
Durante la esclavitud, porque lo objetaba el amo, al que la iglesia católica apoyó, en todos sus desatinos. Fue mucho más grave, durante los primeros 60 años de la vida independiente, dado que, el vaticano no reconoció al Estado Haitiano, más bien le declaró un cisma, en represalia a la suerte corrida por los sacerdotes, residentes en la colonia al momento de proclamarse la independencia.
El intento del cristianismo de mantenerse vigente, en Haití, a través de la iglesia protestante, dada la ausencia de la iglesia católica, fue un fracaso. Los misioneros, la mayoría negros libertos norteamericano, tuvieron que ser protegidos por el gobierno militar haitiano, en su escapada. Debido al rechazo de que fueron objeto, de parte de los haitianos
En cuanto a la escuela como institución generadora de valores sociales, entre ellos el respeto; a la llegada de los norteamericanos, en 1915, transcurridos 111 años de la independencia, Haití, contaba con solo 730 escuelas, la mayoría en los centros urbanos.
En cuanto a este aspecto, arroja luces, James Leyburn, un investigador social que acompañaba a la misión de ocupación norteamericana de 1915 a1934. De su libro titulado; El pueblo haitiano, citamos en la página 333, del libro que hoy presentamos, donde afirma:

Para iniciar siquiera, la obra de la educación general, (en Haití) se requerirían cinco mil hombres y mujeres con consagración de misioneros. Un problema prácticamente insoluble, dadas las actitudes corrientes, es el idioma que ha de usarse en las escuelas rurales, suponiendo que estas se construyan. El único idioma oficial de Haití es el francés, y el únicoidioma que entienden las masas es el criollo, el cual, no obstante, su origen francés, es tan distinto de esta lengua como el holandés del alemán.
Vista esa situación y aun con la dificultad del idioma, los norteamericanos, intentaron crear modificaciones al sistema educativo haitiano; recibiendo la rotunda negativa de la clase dominante, bajo el argumento de que los hijos de los ricos, no podían formarse en las mismas escuelas, en que se formaban los pobres.
Al final del periodo ocupacional, norteamericano en 1931, se realizó una investigación, a lo interno de las escuelas haitianas, en que se pudo determinar, entre otras cosas, según Leyburn, que; el 68% de las escuelas, no tenía mobiliario, el 72% de los profesores no sabían leer y la asistencia escolar era de apenas un 23% de los inscritos.
Con ese cuadro es evidente que la escuela haitiana, como formadora de los actores sociales, respetuosos de las instituciones y, por ende, del Estado haitiano, era en extremo, deficiente.
Arribamos a la conclusión de que, con una familia débil y de reciente definición, con una iglesia casi ausente y una escuela entrampada por el idioma y el elitismo de la clase dominante; el desarrollo social de Haití, que asegurase una convivencia pacífica y el respeto a las instituciones que deben regir la nación, no se logró.
Por ser así, es la fuerza lo que media en cada acción del ciudadano haitiano, en vez de la razón, mediante el dialogo.
Desde 1805 la vida institucional de Haití, deja ver de manera recurrente, que la aspiración de alcanzar la presidencia de la república, ha estado marcado por el desorden. De 43 lideres que han arribado al poder, en sus 218 años de vida independiente, 30 han sido derrocados. El 75% de las sucesiones gubernamentales, en Haití, están marcadas por la violencia.
El último presidente electo, fue asesinado, en su propia residencia, en junio del 2021.
En Haití, en cada caso, un líder y sus asociados, se convierte en criminal o al menos, en ser el ejecutor de un atentado criminal, con el fin de ascender al poder. El uso de la fuerza, en la mayoría de los escenarios, se sobrepone a la conciliación política.
El respeto al poder, en algunos casos legalmente constituido, no ha sido la norma a seguir por los haitianos.
Este modelo de sucesión en el poder político, en Haití durante el siglo XX, fue detenido solo en tres momentos. Con la ocupación militar norteamericana, de 1915 a 1934, con el ascenso al poder de François Duvalier, quien instauró una dictadura criminal, que, con el relevo de su hijo, Jean-Claude, totalizó 29 años y al final de siglo, por las ocupaciones sucesivas, de la ONU, que impusieron la paz forzada.
Es penoso admitir que, solo las ocupaciones militares y las dictaduras, han asegurado la aparente paz y orden en el pueblo haitiano, desde los días de su independencia, hace ya 218 años.
Los componentes visibles, ante este fenómeno, son la preferencia de relacionarse por medio de la fuerza que produce; guerras, movilizaciones, destrucción de la propiedad pública y privada, asesinatos, secuestros y no la relación por medio de la razón que produce; diálogos, consenso, respeto y fortalecimiento de las instituciones, respeto a la vida y respeto a la propiedad, tanto pública, como privada.
Es una terrible confusión, entre el miedo, que produce la fuerza y el respeto que produce la razón. El miedo solo tiene vigencia, mientras se ejerce la fuerza. El respeto generado por la razón, se hace perenne.
Esa distorsión, por más de 200 años, albergada en la psiquis haitiana, ha confundido a todas las misiones de la ONU, de finales de siglo XX e inicio del siglo XXI. Su pobre desempeño ha estado marcado por la fuerza y no por la razón. Por eso existe la falsa percepción, de que, sin la ONU, no hay Haití.
En este tramo es válido, citar a Ricardo Seitenfus, un especialista de origen brasileño, que estuvo en Haití, al servicio de la OEA, desde los años noventa, del pasado siglo, hasta la primera década, del presente siglo. En el libro titulado; “Reconstruir Haití, entre la esperanza y el tridente imperial” afirma: El sistema de prevención de litigios, mayormente el de Naciones Unidas, no es el adecuado a las necesidades y al contexto haitiano. ¿Cómo explicar sino por la inadaptabilidad sistémica, que haya sido necesario, en el plazo de una década, hacer que la ONU retornase a Haití en seis ocasiones con misiones de diferente naturaleza? La respuesta al afamado especialista, es que el intento de solución a las crisis, para las que fueron llamado, se basó en la fuerza y no en la razón, el dialogo.
El fenómeno claro a observar, en estas experiencias, es que las misiones, de la ONU, no han aprendido nada de Haití y que tampoco Haití ha aprendido de las misiones. No ha habido comunicación, en todo ese tiempo de establecidas las relaciones. No se verifica ningún cambio en Haití, ni en el más leve de los aspectos.
Las fuerzas de paz, han hecho lo que por naturaleza hacen en todos los lugares donde actúan, ejercer fuerza para conseguir la paz, una paz que solo se mantendría mientras se ejerza la fuerza. Por esa razón, sus visitas sucesivas a ese territorio.
En el Haití de hoy, ese modelo de actuación, significaría el aniquilamiento físico, de los miembros de las bandas. Sin antes escuchar sus razones y sin darle oportunidad al arrepentimiento. Es posible que hasta presentarse la propuesta del posible dialogo, ellos no conocieran otra forma de expresión, que el desorden, el secuestro y el saqueo.
Es posible que ese capital social, que por su forma de expresión se convierte en un pasivo para la sociedad. Al cambiar de actitud, se constituya en un capital social activo y de ahí salgan los consejos de desarrollo provinciales, municipales, barriales, etc.… La realidad es que hay que escuchar a todos, tomar sus planteamientos en cuenta y convencer, con argumentos a los equivocados. El dialogo es la única vía; como escuela para el futuro.
El verdadero orden, es el que surge de un acuerdo, de una negociación, con todos los actuantes. Cosa que nunca ha ocurrido en Haití. No ha ocurrido, porque para esto, es necesario que los acordantes entiendan los términos de tales acuerdos, los términos de la negociación que les comprometen, a la vez que les protegen.
En el modelo de actuación de la ONU, de sus intervenciones pasadas, en Haití, se ha estado hablando de todos los haitianos, con una parte de ellos. Los excluidos del dialogo, siempre terminan en las calles, a más tardar, en dos años.
Lo que se impone, hoy, es que se abra un gran dialogo nacional, en Haití, del que sean partes importantes, los lideres de las bandas. Sin que pese sobre ellos, ningún tipo de represalia, por los hechos recientes. Como ellos, todos los haitianos y sus amigos, interesados en el tema; residentes o no, en Haití.
El tema del dialogo, no puede ser otro que la reconstrucción del Estado haitiano. Visto, institución, por institución. Si hay un Estado con instituciones bien definida e instalada en la mente de cada haitiano, se puede hablar de un gobierno, para este país. En caso contrario, no tiene sentido.
El acogimiento de la participación de las delegaciones, representantes de las bandas, en una mesa de dialogo, se otorga a condición de que, mientras acreditan su participación y se desarrolla el dialogo, como muestra de confianza y responsabilidad patriótica, se faciliten las siguientes situaciones:
Restablecimiento de la seguridad, en las vías de comunicación, rural y urbana.
Desbloqueo de las vías de acceso al suministro de combustibles.
Garantías de seguridad para la reapertura de las escuelas.
Garantías de seguridad para la reapertura y normal funcionamiento de los hospitales.
Mientras se desarrolla el dialogo, los especialistas de la ONU, podrían hacer reparaciones de las averías en carreteras, calles, acueductos, servicio eléctrico, escuelas hospitales, etc.…
De una consulta de tal nivel, el dialogo tras la búsqueda del consenso, queda establecida en la mente de cada ciudadano haitiano como una institución sólida.