
Ramón Leonardo, más allá de su voz
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Expresión Joven era un expresión auténtica de la música comprometida con la defensa de los desprotegidos. Ramón Leonardo, Puro Eduardo López, Manuel de Jesús y Chico González alzaron sus voces cuando a principios de los 70 en el país se vivía un clima de represión, esa oscura era de los Doce años de Balaguer, tiempos en que agentes de la Policía y el servicio secreto trataron sistemáticamente de silenciarle dentro y fuera de los escenarios.
Ya en el 1973, Ramón Leonardo era una figura conocida, con una calidad interpretativa que conectó con el público y Chico González que cautivó «con sus poemas sociales». A fuerza de talento, el líder del grupo posicionó en los primeros lugares canciones como Un gran amor y nada más o La distancia –que para septiembre de ese mismo año también se escuchaba en voz del puertorriqueño Danny Rivera–.
Ramón, que nació el 28 de febrero de 1948, era un artista consecuente con los necesitados, que atendía cuando le llamaban para participar de actividades para recaudar fondos, por ejemplo, para otros colegas necesitados, o que habían muerto y sus familiares carecían de dinero para atender necesidades inmediatas. Querido, admirado, aplaudido y acogido por los aficionados.
En diciembre de 1973, Expresión Joven grabó una canción sobre los presos políticos que no gustó a los balagueristas. Y la gracia de Ramón empezaba a ser una desgracia. En enero del año siguiente Yaqui Núñez del Risco, productor del programa «Nosotros a las 8», en una depuración de su elenco, decidió sacarlo de la rotación regular. Yaqui salió al frente de acusaciones de algunos periodistas que atribuyeron la decisión a «cuestiones políticas».
Pero el cantante continuó su curso. Poco después estrenó la canción La píldora, que salió a la venta en febrero con el respaldo del sello Karen de Bienvenido Rodríguez. Un tema muy distinto a lo que había grabado antes, que tuvo en el sector conservador a sus principales detractores. Vuelve a su esencia, musicalizó el poema Compadre Mon, de Manuel del Cabral, y acogió una composición del chileno Víctor Jara, A desalambrar.
Expresión Joven iba en franca armonía idílica de la mano de los aficionados. El ensordecedor aplauso del público irritaba cada vez más al sistema y sus presentaciones, sobre todo en el interior, se hacían con dificultades. En marzo de 1974, se le impidió actuar en San Juan de la Maguana, en un show que compartían agenda con Gloria Martí y en San Pedro de Macorís, poco después, se vieron forzados a salir despavoridos porque alguien amenazaba con terminar el concierto «a tiros».

Vendría un nuevo tema: Nunca supe más de ti y más después, Estos celos que me matan. Días de gloria. En junio el popular cuarteto salía a Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico para ofrecer varios conciertos, resguardados por su mánager Cholo Brenes. Esa felicidad grupal terminó con la separación de sus filas de Ramón Leonardo.
Su salida del grupo músico-vocal generó una ola de comentarios negativos de personas mal intencionadas «con una carga de rencor evidente en sus entrañas… personas o en alguna persona muy dolida por mi decisión», comentó el artista en una entrevista con Joseph Cáceres para su columna Arte Nacional. Le acusaban de «traidor y desertor» de la canción liberadora.
Nada de eso. En un show en septiembre de 1974, interpretó Francisco Alberto, caramba, que había sido prohíba por la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía, y allí estaban apostados agentes de la policía que se lo llevaron preso inmediatamente concluyó de cantar. Pasó por eso varios días en la cárcel, de la cual se libró por gestiones directas de Johnny Ventura. «Este es uno de los pocos píses donde se prohíbe y se reprime a los artistas que glorifican y exaltan a través del arte a quienes han caído por ideales contrarios al régimen de turno», escribió Cáceres en su columna del 29 de septiembre de 1974. Un mes después, en una actuación en Navarrete un grupo de personas entró a pedradas al local de un club donde éste actuaba.
Mientras Cuco Valoy escribía páginas gloriosas contra la represión política en los doce años de Balaguer, Ramón Leonardo pasaba el Niágara en bicicleta. Volvió a ser apresado mientras actuaba en un centro en Loma de Cabrera, y su situación iba de mal en peor, porque las autoridades se adelantaban para impedirle cantar en aquellos establecimientos donde se anunciaban sus conciertos. Pasó en Cotuí pasó en San Francisco de Macorís pasó en otras ciudades que fueron privadas de escuchar los éxitos de uno de sus intérpretes más populares.
Franqueado por otros artistas indignados por el calvario que afectaba su carrera, se gestaban acciones con miras a frenar esa ofensiva de los estamentos policiales y militares. Así se propusieron visitar al jefe de la Policía Nacional, y si la cosa no mejoraba ir donde el mismísimo Presidente de la República: todo por la Patria todo por la música. Y sus inspiraciones sintonizaban con sus vivencias. Es difícil cantar, Francisco Alberto, Ahora las rejas, sñor Gobierno, Sagrario y Yo te pregunto. ¡Vaya cancionero!
«Para nadie es un secreto que las actividades que realiza la cantante [Sonia Silvestre] en los grupos de Nueva Canción alientan hacia ella la animadversión de ciertos sectores políticos fanatizados. Y lo mismo sucede con Ramón Leonardo, Expresión Joven y todo cantante que encare el quehacer artístico desde otra perspectiva», se lamentaba Joseph Cáceres en Arte Nacional el 1ro. de mayo de 1975.
Las adversidades continuaban, pero así continuó su carrera, cantando y grabando. De Bernardo Palombo grabó el poema Canción por América dormida, otra dedicada al malogrado periodista Orlando Martínez, una dedicada a la revolución constitucionalista y otra a los hombres que machete en mano trabajaban en los cañaverales. Ramón Leonardo no se acobardó, anduvo de arresto en arresto, en penitencia carcelaria, y hoy vive más allá de su voz.