Luis Abinader cumple hoy dos años en el Palacio Nacional. A mitad de camino de su gestión como el primer Presidente de la República que produce el Partido Revolucionario Moderno (PRM) inevitablemente tiene que «mirar para atrás», y no por aquello de la máxima acuñada por la oposición, más bien para pasar balance a la impronta de su mandato al frente de la administración pública. No tiene que mirar muy lejos, el ejercicio en retrospectiva comprende el período del 16 de agosto del 2020 a este martes.

En sus primeros 24 meses al frente del Poder Ejecutivo, es innegable que Abinader ha tenido que sortear condiciones adversas provocadas por los efectos pospandémicos, crisis económica, altos precios en los combustibles y el país sumido en un clima desfavorable propio, en gran medida, debido a factores externos que no dan visos de que mejorarán en plazos inmediatos. Un Presidente sin experiencia de Estado pero con años en la gerencia administrativa privada, y curtido en las lides políticas junto a su padre, ha podido esquivar el fuego a quemarropa de una oposición más unificada que nunca, con un discurso que a partir de hoy va a intensificar su ofensiva a medio término de las votaciones generales del 2024.

Es en estos próximos doce meses que esta administración podrá exhibir, si es que materializa la finalización de obras de primerísimo primer orden –una de ellas es la extensión de la segunda línea del Metro que va desde la estación del Km. 9 de la Autopista Duarte a la entrada de Los Alcarrizos, para citar un ejemplo– que servirán de punta de lanza para susurrar a los oídos del elector. Indirectamente, asumiendo aquello de la independencia del Ministerio Público, esta administración pasará factura a la población si prosperan judicialmente los abrumadores casos (Coral, Pulpo, Medusa…) que involucra a funcionarios del pasado Gobierno.

En un sector tan sensitivo como el de Educación, los retos son tan imperiosos que forzaron cambios probablemente involuntarios, como fue la destitución del ministro Roberto Fulcar, uno de los hombres de confianza del Presidente. Inaplazable es la buena política, administrativa sobre todo, que debe imponerse en ese gigantesco brazo burocrático que se traga el envidiable 4% del Presupuesto de la Nación. Son tan solo aspectos puntuales de un universo que va a requerir una ejecución eficiente para evitar complicaciones en los órganos vitales de la anatomía económica dominicana.

La obra del Presidente Luis Abinader aún está en construcción. Dos años no son suficientes para forjarse una opinión concluyente, pero sí sirven de termómetro para tomarle la temperatura al ciudadano de a pie. En lo adelante, no valdrá excusa para justificar a funcionarios que no rindan frutos en las dependencias a su cargo, y el Presidente tendría que remar en solitario en las turbulentas aguas a las que se aproxima, so pena de naufragar en sus (re)aspiraciones como estadista.