Vladimir Putin es el mejor ejemplo de cómo un líder respetado en sus inicios puede caer en el zafacón de la historia cuando convierte el liderazgo político en dictadura y las dictaduras solo conducen a un camino recto hacia la locura. Pero podríamos decir que el mismo deseo de dominar un país a base de tiranía nace de cierto grado de locura en la psiquis del dictador, por eso no es de extrañar que los tiranos en toda parte del mundo y periodo histórico justifiquen sus mandatos con las ideas más descabelladas.

Si hacemos un recuento, podríamos decir que dictadores cómo Hitler padecían de esta locura peculiar, escribiendo en la cárcel su libro Mi lucha una obra donde retrata las ideas disparatadas y el nacionalismo rancio que lo llevó a moldear Alemania a su imagen y semejanza. Otros dictadores usan las ideas disparatadas para mantener sus gobiernos como lo hizo Gadafi con su Libro verde (queriendo copiar el libro rojo de Mao Zedong) para estructurar la vida social y política de libia, también podríamos hablar del vudú de Francois Duvalier que utilizó para aterrorizar Haití con la superstición.

En el caso específico de Vladimir Putin, sus ideas descabelladas nacen también del nacionalismo rancio, mezclado con su ambición desmedida. Para este dictador, Rusia es un imperio, o por lo menos lo sería si se expande más y parte de esto es recuperando territorios que pertenecían a la federación rusa en el pasado o que tienen lazos histórico culturales con el país, a esto en el análisis político se le llama el «Russkiy Mir» o «mundo ruso» con el que sueña Putin, volver a lo que era Rusia en sus inicios, «La Rus de Kiev» que era el territorio unido de lo que hoy es Rusia, Bielorrusia y Ucrania.

Cada dictador tiene sus apologistas y personas que alimentan sus fantasías desde el plano intelectual, bien sea por una mala interpretación de pensadores del pasado como Friederich Nietzsche, Shopenhauer y Martin Lutero, como le sucedió a Adolf Hitler. En el caso de Vladimir Putin, sus ideas son principalmente alimentadas por Sergey Lavrov (su jefe de política exterior) y Alexander Dugin, un pensador político nacionalista que gano notoriedad en el país por su libro Fundamentos de geopolítica que tomo fuerza en los espacios académicos rusos y le llevó a ser un guía espiritual en los ojos del carnicero Vladimir Putin.

En este libro hace fuertes críticas a la importancia de Ucrania como país independiente, sus otros trabajos al respecto llamaron la atención de Putin y hasta recitó parte del mismo en su discurso de invasión a Ucrania, su visión fue parte importante de esta decisión, pero sus ideas han tenido un precio, el 20 de agosto trascendió en los medios que la hija de Dugin murió en la explosión de un coche bomba que estaba destinado a asesinarlo a él, todavía las investigaciones no han arrojado resultados, pero no es difícil imaginar que está acción es un reto directo al mandato de Putin. Cuando los dictadores caen en la locura, pierden el respeto de sus amigos y hasta de sus enemigos, cómo ejemplo local tenemos la locura exhibida por Trujillo en el ocaso de su dictadura.

Todos los dictadores terminan igual, como caricaturas de la soberbia, la mano dura y el miedo que transmitían a los demás, asesinados de las peores manera y descubiertos ante el pueblo que oprimieron como simples mortales que estaban mal de la cabeza y que las desafortunadas circunstancias les dieron más poder del que merecían. Vladimir Putin no será la excepción, sinceramente creo que el destino del carnicero de Rusia será tan trágico como lo fueron el de sus pares en el siglo 20, el camino qué está tomando Putin es similar al de Benitto Mussolini, y todo indica que compartirán el mismo final, el ataque a Dugin es solo el principio del fin de la caída del dictador.