
La inoculación como ventaja estratégica frente a los ataques
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¿Defensa con inoculación en vez de adoptar la negación, la explicación, la disculpa o el contrataque como respuesta? Pues sí, suele dar muy buenos resultados. Aquí el detalle…
Los ataques están presentes en todas las campañas electorales. En mayor o menor medida, los contendientes los utilizan en sus discursos políticos a los fines de atraer a los electores, creándoles cierta «consciencia» de situaciones que deben considerar a la hora de decidir el voto, entre otros fines.
Son comunes los mensajes negativos que llaman la atención acerca de las debilidades o amenazas que representa el otro candidato o sus posiciones sociales, políticas, económicas, etc. En ocasiones, un buen ataque se considera como la apuesta contundente para ganar unos comicios.
Es un arma de doble filo, puesto que puede aumentar la simpatía por la víctima del ataque. Esto porque el candidato que ataca primero en una campaña se arriesga a ser denigrado por hacer uso de una práctica «indigna» y de «juego sucio»; mientras que el atacado aprovecha y pone en evidencia el tono negativo y agresivo del discurso de su adversario, cuestionando su personalidad, sus valores y su capacidad para ser un buen representante del pueblo.
Es así como investigar a la oposición se presenta como una práctica recurrente, tomando en cuenta la información que ofrecen los organismos públicos, los medios de comunicación, los desempeños anteriores (tanto en campañas como en funciones públicas), la trayectoria profesional y la información personal. Estas indagaciones no son necesariamente para armar una campaña negativa, pero se obtienen municiones valiosas que se tienen reservadas para el momento oportuno.
Ya con la ofensiva en escena y ante la propuesta de defenderse con otro ataque, algunos consultores prefieren un tipo de respuestas diferentes, como son: la negación («no hice eso»), la explicación («mi versión de la historia es», la disculpa («es verdad y lo lamento mucho»), y el contraataque («lo del adversario es peor»).
Eso sí, vale aclarar que responder a los ataques tiene dos principales limitaciones como estrategia: el que ataca primero define el debate, y si el ataque es realizado en el último momento de la campaña refutarlo con eficacia es muy difícil.
En tal sentido, una de las fórmulas a través de las que se anticipa y evita el nocivo efecto de una campaña negativa es la inoculación. Se trata de una estrategia de resistencia a la persuasión, que se utiliza para lograr motivar a las audiencias y consolidar sus actitudes, de modo que resulten menos susceptibles a futuros intentos de persuasión.
Es como lo que sucede en el campo médico: el individuo recibe un virus debilitado o en pequeñas dosis para así desarrollar anticuerpos a este, y ser capaz de resistir cuando lo tenga en verdad.
Para ese mensaje que todavía no se ha difundido, resulta importante ofrecer contraargumentos y refutaciones, de modo que cuando finalmente el público lo escuche esté preparado para argumentar en contra y resistir la persuasión.
Está estudiado desde décadas atrás, que es posible desarrollar en las personas resistencia a las creencias, tanto como de cara a una enfermedad. En resumen, se trata de desactivar información negativa que es posible que utilicen en contra antes de que se produzca.
Los candidatos y sus equipos de asesores con frecuencia preparan mensajes para aumentar la resistencia ciudadana a futuros ataques. Así ganan en doble medida, ya que también marcan los términos del debate.
Hoy se sabe que con la inoculación se desvía el impacto de los mensajes políticos de ataque de tres maneras: socavando la posible incidencia de la fuente de los ataques, desviando el contenido específico de los mismos, y reduciendo la posibilidad de que influyen en la intención de voto de los perceptores.
Anticiparse y prevenir, a partir del propio conocimiento, siempre será buena opción.