
Haití, el regreso triunfal del intervencionismo imperialista
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Latinoamérica tiene una vieja historia con las intervenciones de potencias imperiales, por eso no es raro ver que, en las cartas magnas, las leyes o doctrinas de este conjunto de países se habla de ello, las guerras ideológicas del siglo 20 servían para que las potencias se movilizaran con urgencia ante el pedido del liderazgo político y militar de una nación o cuando observaban una situación que se salió de control y los afectaba directamente.
Por eso no es de extrañar las diversas teorías y doctrinas de los más grandes eruditos del derecho internacional sobre esta cuestión, donde la mayoría nacen desde Latinoamérica para delimitar las intenciones de grandes potencias.
Haití a través de la persona de su primer ministro, Ariel Henry, pidió a la comunidad internacional una intervención militar formal para tratar su grave situación, un país que está controlado de facto por las bandas. Y no sería raro que uno de los líderes de bandas se autoproclame como presidente de facto en Haití, si quitasen por la fuerza a Ariel Henry, probablemente esta es la siniestra intención y el primer ministro haitiano se adelantó para evitar sufrir el trágico destino de su amigo y el hombre que lo dejó en el poder, Jovenel Moise.
El intervencionismo es una de las prácticas que más pasiones y opiniones negativas generan, tanto de la población como de los estudiosos, a algunos de los más férreos nacionalistas les gusta el intervencionismo solo dependiendo de la potencia que lo ejerza, los eruditos se oponen o lo aprueban de una manera muy regulada, pero lo cierto es que en general, está era una práctica que no era santa de la devoción mayoritaria, debido a las consecuencias que puede tener a largo plazo.
Haití es el escenario para que el intervencionismo haga su regreso triunfal y revierta la mala fama que adquirió con los años, la situación de Haití logró que dos antagonistas económicos cómo lo son Estados Unidos y China, estuvieran de acuerdo en una intervención militar y está parece ser la opinión de la mayoría de países.
Pero no todo es color de rosas, porque aunque haya unidad de criterio, las diferencias muchas veces se imponen aún en situaciones urgentes, como es la de Haití, por lo que los pormenores de ¿cómo será la ayuda en el plano económico? ¿Cuántos militares podría haber? ¿Por cuánto tiempo? ¿Cuáles países serán los qué oficialmente intervendrán? ¿De qué manera se hará este acuerdo? ¿Quién liderará esta acción y cómo afectará la crisis mundial el proceso en general? ¿En qué fecha será? y toda esa intringulis de pormenores que podrían retrasar este pedimento de Haití.
Al final y al cabo, el panorama sigue siendo incierto, desde cuándo se hará realidad el primer paso, hasta cuáles serán las consecuencias y el papel de la República Dominicana en todo esto, si bien sabemos que una mejoría de Haití es posible, también es cierto aquella frase de «todo empeorará antes de mejorar» y ciertamente lo hará, los políticos y bandas haitianas estarán mano a mano para evitar que el modelo de caos qué impera en Haití y por el cual se han enriquecido, desaparezca de la noche en la mañana sin poner algún tipo de resistencia.
El proceso de arreglar Haití es como un maratón, una carrera de resistencia que las naciones tendrán que recorrer contra las bandas y las manos oscuras que lo manejan, al mismo tiempo que enfrentan sus propias crisis y problemas cómo; guerras, crisis económicas, alimentaria y energética. Al final del día ganará la voluntad de las naciones por crear un espacio de paz en Haití o la voluntad de las bandas por mantener el «modus vivendi» y el caos cómo su fuente de ingreso principal, la moneda está en el aire y el ganador aún no está claro, pero lo que está en juego en esta carrera es cambio o caos para Haití.