
El incierto panorama del 2024
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Para nadie es un secreto que el panorama económico y político van de la mano. Si miramos las elecciones de los países de la región de los últimos dos años, encontraremos que solo Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, ha logrado retener el poder, y por razones más que evidentes: persiguió a todos sus potenciales adversarios, encarcelando e inhabilitando, despejándose el camino para un proceso electoral burdo y que obtuvo el rechazo casi unánime de la comunidad internacional.
Luego, Estados Unidos, Chile, Colombia, Perú, Costa Rica, Bolivia, República Dominicana son algunos de los países donde los gobernantes o sus partidos no pudieron ganar las elecciones, en muchos casos por una combinación de factores, como el degaste de los años al mando del Estado, la irrupción de la pandemia y la incertidumbre del panorama económico. Sumando y restando, son tiempos difíciles y llenos de interrogantes para quienes hoy gobiernan sus respectivos países.
El caso de República Dominicana es particular. Fue el primer país del hemisferio en celebrar elecciones en medio de la pandemia. En marzo del 2020 y luego en julio, en plena cuarentena y sin vacuna a la vista, aunque lesionado por el escándalo de febrero con la falla del sistema de voto automatizado, el proceso electoral se vio sustentado por el deber cívico de millones de dominicanos, quienes con su voto castigaron al PLD y le dieron la oportunidad al joven Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Aunque obtuvo poco más de un 52% de los votos, Luis Abinader no ha tenido un solo día de respiro. Muchos consideran que fueron las circunstancias las que lo llevaron a ser favorito. No fue sino hasta la división del PLD que Abinader se asomó con opciones reales, aupado luego por el fracaso del proceso de febrero, el cual fue achacado en masa en contra del PLD, castigado más tarde en marzo, en las elecciones municipales extraordinarias. Tomando en cuenta esos puntos de inflexión y que en el 2016 el PRM obtuvo un 35%, es posible inferir que la base electoral que lidera el actual presidente está más cerca de ese rango 35-50, que de un 60% como algunos han querido aventurar.
La encuesta más reciente – RD ELIGE– llevada a cabo en julio de este año, indica que el presidente Abinader goza de una popularidad de un 67%; y que un 55.6% optaría por la permanencia del mandatario, esto es, por su potencial reelección en mayo del 2024. Con caras, nombres y apellidos, obtendría la victoria en primera vuelta con un 54.6% de los sufragios, frente a un 18.2% de su máximo contrincante, Leonel Fernández.
Los números, de entrada, sorprenden. Sugiere la encuesta que la intención de voto se ha mantenido intacta desde julio del 2020. Dicen los números que el presidente Abinader, en dos años de una gestión intensa, accidentada por momentos, y apretada por la severa crisis económica global, no ha sido impactado de manera alguna, a diferencia de todos los otros mandatarios en ejercicio que sí han visto lacerada su popularidad, costándoles incluso el poder y las elecciones. En conclusión, junto con Nayib Bukele de El Salvador, parecería ser que Abinader tiene la fórmula para permanecer inmune a las extraordinarias circunstancias en las que gobierna.
Si miramos los temas que más preocupan a la ciudadanía, no queda lugar a dudas: la economía predomina, tanto a nivel familiar como en términos generales de problemas del país. Sumando los conceptos, el renglón económico es prioridad y/o preocupación para el 70% de las familias. A su vez, si se les pregunta cómo ven las problemáticas de la sociedad en su conjunto, de nuevo se impone la economía, por el «alto costo de vida» (23%), seguido de «inseguridad» (11.2%), cuasi idéntico a «crisis económica» con un 11.1%, Y muy cerca de «violencia», el cual obtuvo un 10.7%. La corrupción aparece en sexto lugar con un 8%, aunque por encima de educación, salud y migración.
Tomando en cuenta las preocupaciones de las personas, tanto para la sociedad como para sus propias familias, estos datos se presentan como un verdadero desafío para el actual gobierno, porque aunque muestra resultados contundentes en materia de persecución a la corrupción –de hecho, Abinader apartó a Lisandro Macarrulla, sin estar procesado formalmente, pero víctima del «rumor» informativo de un expediente judicial–, es poco lo que puede hacer ante la inflación global, el alza de precios y la consecuente inseguridad ciudadana producto de esa inestabilidad económica.
A una parte de la población se le puede explicar que es un fenómeno transitorio, que es mundial, y que seguido de la pandemia vino la guerra de Ucrania, líder en exportación de cereales. Pero, la gran mayoría de las personas no entiende ni quiere oír excusas. Muy lejos de esto, quiere soluciones, y si lo que recibe son problemas y explicaciones, la esperanza rápidamente se podría convertir en decepción, y de esta, sin verlo venir, podría nacer la temida irritación, el rechazo y el voto castigo.
A partir de los datos que esta encuesta arroja, solo es posible inferir una cosa: ningún candidato puede confiarse demasiado. El panorama es incierto y este luce que antes de mejorar podría empeorar aún más.